EDITORIAL ABC

Caza de brujas en la Generalitat

El aviso a la sociedad catalana es muy claro: traidor todo el que no se sume incondicionalmente al referéndum del 1-O

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El cese de tres consejeros supuestamente escépticos con el referéndum separatista del 1-O es más que una remodelación del Gobierno de la Generalitat. Es un ejercicio impúdico del autoritarismo al que ha sucumbido el nacionalismo catalán y un aviso a todos aquellos catalanes, empezando por los funcionarios autonómicos, que no se identifiquen con la causa independentista. Desde estas páginas editoriales se ha advertido de la dinámica totalitaria instalada en el Gobierno catalán, cuya expresión más indecente es el apego del nacionalismo por las listas negras de ciudadanos desafectos. Se cumple así el pronóstico de José María Aznar de que «antes se romperá Cataluña que España», porque la depuración de corte estalinista aplicada a Jordi Jané, Neus Munté y Meritxell Ruiz es la extensión de la discordia civil al seno del propio nacionalismo soberanista.

Ninguno de los cesados abdicó de su ideología nacionalista, pero no han debido de demostrar ser lo suficientemente separatistas para pasar el corte impuesto por Oriol Junqueras a un Carles Puigdemont convertido en títere de ERC y la CUP. El mensaje a la sociedad catalana es muy claro: traidor todo el que no se sume incondicionalmente al referéndum del 1-O. Tampoco es incongruente esta caza de brujas en el Gobierno de la Generalitat. El nacionalismo separatista es, por definición, intolerante y autoritario; no puede admitir disidencias porque se atribuye la representación exclusiva y excluyente de los intereses del pueblo. Los dirigentes nacionalistas en Cataluña no esconden ya su rostro autoritario.

Para el Ejecutivo central, la crisis en el Gobierno de la Generalitat tiene dos mensajes. El primero lo denunció ayer el presidente Rajoy, al preguntarse qué diálogo es posible con la Generalitat cuando el nacionalismo castiga la discrepancia interna con la infamia. La respuesta ya la conoce la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, con un balance cero en la «operación diálogo» que intentó con Oriol Junqueras. El segundo es el nombramiento de Joaquim Forn como nuevo consejero de Interior y, por tanto, máximo responsable de los Mossos d’Esquadra. Forn es un radical independentista que borra de un plumazo el margen de entendimiento que hubiera mantenido su predecesor, Jordi Jané, un político nacionalista sin aristas de intolerancia. Con Forn en la Consejería de Interior, sí puede ser un problema para el Estado la respuesta de los Mossos d’Esquadra a las órdenes de los tribunales de Justicia contra decisiones ilegales de la Generalitat. Para los cesados, su salida del Gobierno autonómico puede ser un alivio por las responsabilidades legales que se evitarán, pero políticamente es la imagen propia de un régimen totalitario nacionalista en plena huida hacia delante.

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