Artur Mas renuncia a presidir un PDECat en plena desorientación

El expresidente catalán reconoce que no se puede «acelerar» la independencia de Cataluña porque solo «tenemos el 47,5% de los votos». Afronta tres procesos judiciales para los que necesita «tiempo»

Artur Mas al anunciar, ayer, su dimisión ORIOL CAMPUZANO

ÀLEX GUBERN/DANIEL TERCERO

Artur Mas, responsable personal de la deriva política catalana del último lustro, anunció ayer su dimisión como presidente del PDECat, el partido que en julio de 2016 heredó las desgastadas siglas de una Convergència Democràtica (CDC) carcomida por la corrupción. La decisión de Mas , «largamente meditada», es un nuevo «paso al lado» -justo dos años después de que la CUP lo echase de cabeza a la papelera de la historia- y se produce a menos de una semana de que se haga pública la sentencia del caso Palau, por la que a CDC, como responsable civil, se le podría exigir una compensación de 6,6 millones de euros y su extesorero Daniel Osàcar podría entrar en prisión. La sentencia se hará pública el lunes, y Mas, en lo que él vendió como un nuevo acto de servicio «al país y al partido», que situó por delante de su ambición personal -para consolidar el proyecto del PDECat y reforzar el proceso independentista-, se presenta también como un pararrayos para salvaguardar a su formación.

La decisión se produce igualmente en medio de la desorientación de los dos principales partidos independentistas (PDECat y ERC ) tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución y el resultado del 21-D: con mayoría para formar gobierno, pero no para forzar la ruptura, deseosos de echar el freno y evitar las consecuencias judiciales del «procés», pero incapaces de no dejarse arrastrar por un Carles Puigdemont partidario del choque , incluso a costa de desprestigiar más aún el Parlamento de Cataluña.

Aunque Mas quiso desvincular su decisión de la sentencia del caso Palau -que llega ocho años después del primer registro en la institución-, sí reconoció que la decisón la adopta para poder afrontar un «muy complicado calendario judicial» a nivel personal basado en tres frentes judiciales: la decisión firme del Tribunal Supremo (TS) sobre el 9-N (caso por el que ya fue condenado e inhabilitado políticamente por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña), el inicio del juicio ante el Tribunal de Cuentas como consecuencia del mismo 9-N (que podría embargarle su vivienda familiar de Barcelona) y, según informó, su inclusión en la causa que instruye el juez Llarena en el TS -cuya notificación le llegó a Mas ayer- por su supuesta participación en la hoja de ruta secesionista ilegal del 1-O y que culminó el 27 de octubre con la declaración de independencia.

Mas reconoció que necesita «tiempo» para gestionar estos procesos judiciales y hablará con sus abogados para ver cómo puede «sobrevivir políticamente». De hecho, quiso dejar claro que su «paso al lado» no es un adiós a la política: « No me retiro de la política, sigo vinculado a ella . No me desentiendo, pero no lo haré desde la primerísima línea. La vida es muy larga y no se sabe lo que puede pasar en el futuro».

Distancia con Puigdemont

En paralelo a las causas judidiciales, y a la inminencia de la sentencia del caso Palau, la dimisión de Mas se produce en un momento de profunda convulsión en el seno de su partido: reforzado por la victoria de Junts per Catalunya (JpC) sobre ERC en el campo independentista, pero a la vez, y precisamente por ello, con Puigdemont como elemento discordante, distorsionador. Éste, exiliado en Bruselas, es partidario de mantener el pulso y el choque con el Estado en un momento en el que, por contraste, la nueva dirección del PDECat - Munté, Pascal, y Bonvehí - formada a la sombra de Mas abogaba por una nueva etapa de relativa moderación, de retórica independentista pero en realidad de proceder autonomista.

El día anterior, Mas planteó en el seno de la dirección del partido la necesidad de formar gobierno, reclamando de esta forma a Puigdemont un gesto de generosidad como el que, recordó, él mismo tuvo ahora justo hace dos años cuando la CUP exigió su cabeza . Esa decisión, que señaló el camino al abismo para los políticos independentistas, y para el conjunto de Cataluña, significó la investidura de un Puigdemont que en su partido ven como un elemento distorsionador, cuando no directamente su mayor amenaza.

La advertencia de éste de bloquear la investidura si él no es elegido presidente es el último pulso no solo al Estado sino también a su propio partido y al independentismo en su conjunto. De manera significativa, el siempre activo Puigdemont en las redes sociales mantuvo ayer un sonoro silencio con respecto a la renuncia de Mas.

En la misma reunión de la dirección del PDECat del lunes, según fuentes del partido consultadas por ABC, Mas habría reconocido que el independentismo no tiene fuerza suficiente para forzar «nada», ya que el 21-D resolvió que, aunque el independentismo tiene mayoría de parlamentarios en Barcelona, solo cuenta con algo más del 47% de los votos de los ciudadanos. Un análisis que ayer, en la rueda de prensa de su despedida, Mas reiteró: «Tenemos el 47,5% de los votos, cuando casi ha votado todo el mundo, por lo que estamos obligados a no acelerar la implementación de la independencia».

En este sentido, también desde el partido independentista se apunta a que Mas no comparte con su sucesor al frente de la Generalitat los pasos dados por este en el órdago secesionista, si bien decidió desde el principio mantenerse en una posición discreta -así ha sido-, tras su salida del gobierno catalán hace ahora dos años.

Munté, en funciones

Al respecto, el expresidente catalán quiso dejar claro que su dimisión «no es un mensaje a nadie, y menos a Puigdemont». «Es una manera de tomar decisiones y encarar situaciones», relativizó.

La dimisión de Mas, conocida por parte de la dirección del partido antes de verano, se concretó hace pocos días, anticipando el expresidente que dimitiría antes de la sentencia del caso Palau. Su renuncia -que Mas dio a conocer a la militancia a través de una carta- no obligará al PDECat a escoger un nuevo presidente , ya que la función de este cargo es más honorífica que ejecutiva, pero Neus Munté, en tanto que vicepresidenta del PDECat la asumirá, al menos de manera temporal. «Una de mis ideas, cuando hicimos el tándem, era que si yo dejaba la dirección hubiera una persona preparada», dijo, ayer, refiriéndose a Munté. Al lado de Munté seguirán Marta Pascal, que lleva el día a día del partido, y David Bonvehí. Todos, junto a otros dirigentes del PDECat -exCDC- como Xavier Trias, Ferran Bel, Mercè Conesa, Montserrat Candini o Meritxell Ruiz escucharon a Mas in situ.

Serán estos nombres, ya sin Mas, los que intenten llevar a cabo el otro cometido del expresidente. Mas señaló que su «paso al lado» también debería servir para «ensanchar» la base del PDECat, sin renunciar a «la fórmula» de JpC, «nacida en Bélgica», y que calificó de «éxito» electoral.

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