Salvador Sostres

La implosión descontrolada

Salvador Sostres
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Cuando Aznar dijo que antes de romperse España se rompería Cataluña es imposible que ni él pudiera imaginarse que la fractura se produciría también en el mismo corazón del independentismo. Se rompió CiU, desapareció Convergència y el PDECat, que es poco más que los restos del naufragio, implosiona descontroladamente sin que nadie pueda calcular el movimiento siguiente.

Si tras conocerse las declaraciones de Jordi Baiget, Marta Pascal dijo ayer por la mañana que el consejero continuaría sin duda alguna en su cargo, por la tarde Puigdemont lo cesaba fulminantemente, desautorizando sin contemplaciones a la líder de su partido. Es más que anecdótico que el jefe de gabinete del ya exconsejero Baiget fuera el esposo de Marta Pascal, Quim Bohils. A su vez, la coordinadora general del PEDECat está enfrentada con Mas y quiere apartarle de cualquier protagonismo en el partido porque considera que su nombre remite a la corrupción y le "ensucia" la imagen de su nuevo partido.

Por su parte, Quico Homs está indignado con la dirección del PEDECat porque considera que le ha abandonado en su inhabilitación y multa por el 9N; y despotrica de Pascal y de su guardia pretoriana a todo el que quiera escucharle. Sobre el cese de Baiget ha dicho en Twitter "no compartirlo", llegando al grosero extremo de afirmar que está "hasta los huevos" de los que le "quieren fuera de Cataluña", en una torpe referencia a Esquerra y a la CUP, insistiendo una vez más en el victimismo por su inhabilitación frente al coste cero que de momento ha tenido el proceso para los republicanos y los antisistema, que según el exdiputado son los "que hace tiempo que sobran" y no Baiget, a quien ha defendido pese a sus "declaraciones más o menos desafortunadas".

Dos consideraciones son importantes sobre este último acontecimiento en el corazón del que fue el partido alfa del catalanismo: la primera es que ni ERC ni Junqueras quisieron intervenir en la enésima crisis de sus socios y por lo tanto Puigdemont no tuvo ninguna presión republicana para tomar la dura decisión que tomó. Aunque el president sea un convergente de toda la vida, sin que nadie tenga que decirle nada piensa como Esquerra y actúa como la CUP. De ahí que no confíe en los consejeros del PEDECat -de su propio partido en su propio Govern- hasta el punto de no confiarles los detalles de la organización del referendo por miedo a filtraciones con la intención de bombardearlo. Y de ahí, también, que la cúpula del PEDECat considere que Puigdemont ha dado "un golpe de Estado al partido", según relata Quico Sallés en lavanguardia.es.

La segunda consideración, más de fondo y de largo alcance, es que cuando se da por descontado que todos los votos de Junts pel Sí son votos inequívocamente independentistas, se olvida que este partido es más bien una amalgama donde conviven férreos independentistas y también personas como Baiget, que no quieren arriesgar su patrimonio personal y familiar; o como la consejera de Gobernación, Meritxell Borràs, que forzó ella misma la nulidad del concurso para comprar las urnas y acto seguido fue a suplicarle a la Fiscalía que le retirara la querella que le había interpuesto. No son los únicos: sin ir más lejos, el elegido por Puigdemont para sustituir a Baiget, el consejero de Cultura (y ahora también de Empresa) se ha manifestado en no pocas ocasiones contrario a la ruptura con España y mucho más si la ruptura ha de producirse de modo unilateral y prácticamente revolucionario.

Es exactamente lo mismo que sucede con la sociedad catalana en su conjunto y concretamente con la masa crítica de independentistas irredentos que se necesitan para romper un Estado como España: su número exacto -y no las inocuas manifestaciones de fin de semana- lo iremos conociendo a medida que cada ciudadano tenga que irse enfrentando al orden público, a la Justicia y a asumir el riesgo de pagar el precio.

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