Omran, de cinco años, el niño que puso rostro a la devastación de los bombardeos en Alepo
Omran, de cinco años, el niño que puso rostro a la devastación de los bombardeos en Alepo - EFE

Literatura de la guerra en Siria: libros a prueba de bombas y propaganda

Varios autores españoles y extranjeros analizan en ABC la radicalización de las protestas en Siria a través de lo escrito sobre el conflicto

Los partidarios acérrimos de Assad en España libran una intensa batalla en las redes contra quienes denuncian los abusos del régimen

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Siria sí tiene quien la escriba. Decenas de autores han publicado este último año en castellano libros de no ficción y novelas donde aportan su propia visión de la destrucción del país, de los que lo han hecho añicos -con nombres propios-, pero también de los «sueños rotos» de miles de sirios, cuya inicial lucha pacífica contra Assad ha sido pervertida hasta borrar casi por completo su memoria.

Es una mañana soleada en la librería La Central, aledaña a la céntrica plaza madrileña del Callao. Allí, una pareja de treintañeros, sentados en la sala de lectura, trata de cribar una pila de libros sobre el Oriente Medio post revueltas árabes de 2011.

—Este («Siria, el país de las almas rotas», Ed.

Debate) parece algo específico y para entendidos. Este otro, del ISIS («Estado Islámico: geopolítica del caos», Ed. Catarata), tiene pinta de ser más didáctico. ¿Javier Martín (el autor) tendrá Twitter? —pregunta ella.

—Sí, lo tiene todo de enlaces de artículos y de su libro —contesta él—. El de Jon Lee Anderson («Crónicas de un país que ya no existe», Ed. Sexto Piso) está muy chulo y muy bien para entender lo que ha pasado con Gadafi en Libia.

Buscan en internet si los libros están disponibles en bibliotecas de la Comunidad de Madrid.

—El de Estado Islámico está en el quinto cuerno, en la de San Fernando de Henares. Del de Jon Lee Anderson solo hay un ejemplar en la Joaquín Leguina. Cógete este (el de Gadafi), es un coñazo sentarte en una biblioteca para leer un libro así —le aconseja él.

—Me apunto entonces el de Estado Islámico y el de Gadafi —concluye ella.

En 2011-12, Siria vio nacer un movimiento de protesta popular «desde abajo», parecido a Egipto o Túnez. «No como Libia, orquestado desde fuera», comenta el periodista Javier Martín, especializado en el mundo árabe. Pero desde el inicio de las revueltas, el Gobierno de Bashar al Assad ha insistido en que él era la única opción al caos, y su retórica ha presentado a todos los manifestantes como «terroristas». «Apenas recibían atención las iniciativas de resistencia pacífica que convivían con la lucha armada, los discursos de los intelectuales sirios ni las voces de los activistas. Nos deslizábamos rápidamente hacia la lectura de la situación en clave de sectas incapaces de convivir, que por todos los medios se había tratado de evitar», describe la especialista en Oriente Medio y profesora gallego-siria Leila Nachawati Rego en su novela «Cuando la revolución termine» (Ed. Turpial), que relata con una mezcla de ficción, testimonios, elementos autobiográficos e historia del país la evolución de las movilizaciones pacíficas a través de sus jóvenes protagonistas.

A golpe de «fake news»

Un soldado arrodillado a cuatro patas se ofrece a una señora como escalón para que pueda bajar de una camioneta. En plena recta final de la batalla en Alepo, el embajador de Siria ante el Consejo de Seguridad de la ONU defendió el mes pasado la gentileza de sus tropas con esa fotografía como prueba frente a las acusaciones de genocidio y crímenes de guerra. «Esto es lo que el Ejército sirio está haciendo en Alepo», dijo Bashar Jaafari. Según su versión, la mujer huía de Alepo oriental, controlado entonces por las facciones rebeldes. Sin embargo, la CNN, que se hizo eco de las críticas de varios usuarios en Twitter, y luego Samantha Power, representante de EE.UU. en Naciones Unidas, probaron que la imagen no fue tomada siquiera en Siria, sino en Irak el pasado verano, y que fue recortada para no mostrar la bandera iraquí del uniforme militar.

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