El silencio metafísico de Giorgio de Chirico

La Obra Social «la Caixa» revisa en una exposición en Madrid toda la producción de este singularísimo artista

Un hombre contempla «Los arqueólogos», de Giorgio de Chirico EFE
Natividad Pulido

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Pintor, literato, filósofo, escenógrafo y figurinista, cosmopolita, autodidacta, irónico, socarrón... Hijo de padres italianos, Giorgio de Chirico (Volos, Grecia, 1888-Roma, 1978) , reencarnación del Ulises viajero (vivió en Atenas, Venecia, Milán, Múnich, Florencia, Roma, Nueva York...) ha dejado una huella inmensa en la Historia del Arte. Precursor del surrealismo –acabaría tarifando con Breton y dio un portazo al movimiento–, también inspiró el realismo mágico, el pop art y el arte conceptual. Es uno de los grandes inventores del arte contemporáneo. Sus imágenes metafísicas , a caballo entre el subconsciente y lo enigmático, entre el sueño y la memoria, donde tiempo y espacio se detienen congelados, se hallan entre las referencias visuales de nuestro tiempo.

«Plaza de Italia con fuente» (c. 1968), de Giorgio de Chirico FUNDACIÓN GIORGIO E ISA DE CHIRICO/VEGAP

Su producción es como un gran drama griego : clásico y con un toque kitsch. La Obra Social «la Caixa» revisa su fructífera producción (murió a los 90 años en plena efervescencia creativa) a través de 143 obras (óleos, esculturas, dibujos, litografías), realizadas entre 1913 y 1976. Se muestran en una gran exposición, realizada en colaboración con la Fundación Giorgio e Isa de Chirico de Roma . Hay préstamos de una veintena de colecciones públicas y privadas. Destacan las obras cedidas por la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma. Cuenta con un montaje muy chiriciano : una plaza con arcos preside el corazón de la muestra.

Su primera revelación metafísica

Esculturas y pinturas de Giorgio de Chirico en CaixaForum Madrid LA CAIXA

Y es que una plaza de Italia fue su primera revelación metafísica . En 1910 el artista, a los 22 años, tuvo una revelación en la Plaza de la Santa Croce de Florencia, que plasmó en el cuadro «El enigma de una tarde de otoño». Convaleciente de una enfermedad, tras la muerte de su padre, se hallaba sentado en esa plaza. Tuvo la sensación de que toda la plaza compartía su estado. En los años siguientes desarrolla este tema en París. Sus lienzos se pueblan de plazas vacías con torres, esculturas, chimeneas, ventanas (nos asomamos a otra realidad) y cielos verdes sólidos, densos, plomizos , marca de la casa.

Una mujer admira una escultura de De Chirico. Detrás, varias de sus pinturas LA CAIXA

Amigo de Picasso, Apollinaire y Cocteau , formaba parte de su círculo más íntimo en París. También conoce a Derain, Max Jacob, Brancusi ... Hizo, como la mayoría de todos ellos, decorados y figurines para los Ballets Rusos de Diághilev . Para Apollinaire, De Chirico era «el pintor más sorprendente de la joven generación». Para Cocteau, Picasso y De Chirico eran los dos grandes pilares del arte moderno. Colaboraron en varios proyectos. Así, De Chirico ilustra los «Caligrammes» de Apollinaire (en ellos aparece el sol en el caballete) y la «Mythologie» de Cocteau.

Legado intelectual

Una mujer observa dos obras de Giorgio de Chirico en la exposición EFE

Su legado intelectual está conformado por la Grecia clásica, el Renacimiento, Nietzsche y Schopenhauer , los poemas caballerescos («Orlando furioso»)... Acompañados por las comisarias, Mariastella Margozzi y Katherine Robinson, recorremos la exposición, que arranca con retratos y algunos de sus geniales autorretratos , de corte clásico. Se autorretrata bien como un Príncipe barroco, bien como Dios lo trajo al mundo (en 1949 la Royal Academy de Londres le pidió que cubriera sus partes pudendas y así luce hoy). En el Louvre había descubierto a Velázquez , a Delacroix ... Son una revelación para él. Busca tratados de técnica pictórica, recrea los tejidos como los maestros barrocos... Aparece en su pintura la cortina, que separa realidad y ficción.

En sus interiores metafísicos (1915-18) , que nacen en Ferrara durante la I Guerra Mundial, hay armarios que esconden secretos, ambiguos espejos, sillas y sillones vacíos que simbolizan la espera, soles en un caballete, suelos de parqué llenos de agua... El origen de estos «baños misteriosos» fue una experiencia de niño: estaba en una casa en la que el suelo de parqué estaba muy encerado. Un hombre caminaba delante de él y las piernas se reflejaban en el suelo. Parecía que se podía nadar en él. Le recordaban los baños de sus Volos natal.

«El nadador en el baño misterioso», de Giorgio de Chirico EFE

Maniquíes, arqueólogos y gladiadores

Los protagonistas de sus misteriosas creaciones, maniquíes (seres frágiles, con cabezas sin rasgos y cuerpos inestables formados por elementos geométricos, que no representan a un individuo definido), arqueólogos (inspirados en esculturas góticas del Duomo de Milán, custodian en su regazo el pasado), gladiadores (más actores que combatientes, figuras irónicas y poéticas)...

En los años 30 y 40 su pintura se nutre de naturalezas muertas (De Chirico las llamaba «vidas silentes»)y paisajes, poblados de caballeros errantes (alter ego del artista que nunca llega a la meta) . De Chirico redescubre a los grandes maestros del Renacimiento y el Barroco. Mira a Renoir con una pintura blanda, suave, de cuerpos transparentes. En la exposición también están presentes sus esculturas –blandas, suaves, cálidas, pictóricas– ... Las hay en terracota, en bronce, con pátina dorada y plateada, grandes, pequeñas... Sus maniquíes y arqueólogos le hicieron famoso. Contaba con poderosos coleccionistas, como Albert Barnes y el marchante Léonce Rosenberg , quien le encargó pinturas de gladiadores para decorar su casa de París. Pero, como todo artista cotizado, también fue muy falsificado. Dedicó muchos esfuerzos a su lucha.

En primer término, «El contemplador», de Giorgio de Chirico, de 1976 AFP

Últimos años

A los 80 años un rejuvenecido De Chirico inauguraba su periodo neometafísico, un compendio de toda su pintura anterior. Recupera el maniquí, ya humanizado; los gladiadores... Recrea «Las tres Gracias», ejemplo de su gran amor por Rubens, y pinta caballos, uno de los temas más demandados de la época. Dicen que su primer dibujo de niño fue un caballo. Inventa cosas nuevas, su paleta se ilumina. No parece un anciano, sino un joven artista lleno de vitalidad. Con 88 años pinta una espléndida obra, «El contemplador», presente en la muestra. Muere en Roma a los 90 años. Está enterrado en la iglesia de San Francesco a Ripa, en el Trastevere romano. Tiene como vecina a la beata Ludovica Albertoni en éxtasis, esculpida por Bernini. No es mala compañía.

La Fundación Giorgio e Isa de Chirico de Roma va a publicar las cartas del artista hasta 1930. Habrá un segundo volumen con su correspondencia posterior. También hay en cartera un libro sobre su visión filosófica y una gran monografía del artista.

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