Montse Aguer, junto a «Autorretrato blando con bacon frito» (1941), de Dalí. Fundación Gala Dalí de Figueras
Montse Aguer, junto a «Autorretrato blando con bacon frito» (1941), de Dalí. Fundación Gala Dalí de Figueras - ABC

Montse Aguer: «Que Dalí no tenga calle en Barcelona es inexplicable»

La directora de los Museos Dalí cree que el artista «sigue siendo un gran desconocido: su magnitud ensombreció su obra pictórica»

FIGUERAS Actualizado: Guardar
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Algo tendrán los días laborables, sugería el poeta Gil de Biedma. En el Teatro-Museo Dalí de Figueras, cualquier día es un gran día. Largas filas de niños y turistas comparten la alegría del descubrimiento de un artista indomable. Montse Aguer, la nueva directora de los museos dalinianos, conversa con ABC sobre los proyectos más inmediatos del museo más visitado de Cataluña.

—El 16 de noviembre de 2015, a raíz del fallecimiento de Antoni Pitxot, usted es nombrada directora del Teatro-Museo Dalí de Figueras, la casa de Portllligat y el castillo de Púbol...

—He colaborado de forma estrecha con Pitxot, por eso me sitúo en una tradición de continuidad y conservación del legado Dalí.

—¿Cree que Pitxot ha tenido el reconocimiento que merecía?

—Sigue siendo un gran desconocido. La magnitud de Dalí ensombreció su obra pictórica. Al ir por libre y sin marchantes no ha sido reconocido por la crítica. No imaginaba la vida sin pintar: las piedras del Ampurdán y la cultura del Renacimiento eran sus fuentes de inspiración.

—Se cumplen treinta años desde su primer encuentro con Dalí en Torre Galatea… ¿Qué impresión le causó al artista?

—Yo era una estudiante de Filología: en la escuela nos habían ocultado el valor de Dalí por prejuicios ideológicos. Me encontré con una persona muy frágil, que conservaba aquella mirada viva y centelleante. Contra lo que se ha dicho, estaba lúcido, pero su imagen era una parte de su obra y no podía tolerar que se le viera en decadencia física.

—Como directora del Centro de Estudios Dalinianos, reivindica al Dalí escritor. ¿Esta faceta de su obra sigue sin conocerse debidamente?

—Su literatura equivale a su pintura por la imaginación desbordante. Leyéndole descubres al Dalí más profundo que él camufló bajo sus máscaras. Su «Vida secreta» es imprescindible para aprehender su obra y recrear toda una época.

—Dalí era, también, un apasionado de la ciencia. ¿Cómo habría reaccionado ante la revolución digital que vivimos?

—Si contactó con Watson para ahondar en el ADN, habría hecho lo mismo con Steve Jobs o Bill Gates: siempre quiso estar en primera línea del conocimiento. Sus proyectos eran tan avanzados y difíciles que, como él mismo decía, no habría nadie para llevarlos a cabo.

—¿Se anticipó Dalí a los parques temáticos y la sociedad del espectáculo?

—Yo no utilizaría esos términos, pero es indudable que pretendía interactuar con el espectador de sus obras. Concibió un museo para visitar por la noche: una maravillosa confusión de la que el público formaba parte con obras de títulos muy largos que, según él, ya lo explicaban todo.

—¿Y cómo se adapta la Fundación Dalí a las nuevas tecnologías?

—El Teatro-Museo es inamovible, ha de permanecer tal como lo diseñó Dalí. Podemos ver los hologramas que creó con un Nobel de Física y en la parte nueva del museo hemos desarrollado varios proyectos como el documental «Dalí, la última obra». Incorporaremos un fondo fotográfico adaptado a los nuevos soportes.

—De los audiovisuales dalinianos, ¿cuál destacaría?

—Las películas que realizó con Buñuel y sus «Impresiones de la Alta Mongolia», por su carácter pop y alucinógeno. Y, por encima de todo, entrevistas como las de Paloma Chamorro y Joaquín Soler Serrano, así como las de los archivos de la ORTF francesa.

—Dalí legó su obra al Estado Español. ¿En qué podría afectar al museo una declaración de independencia en Cataluña?

—Podría afectar, sin duda, pero tengamos en cuenta que el Teatro-Museo es la última gran obra daliniana; debería permanecer donde el artista decidió: en su ciudad natal.

—Nunca gozó de simpatías entre la izquierda y el nacionalismo. Picasso tiene un paseo en Barcelona y Dalí no aparece en el nomenclátor. ¿Cuándo se remediará tan escandalosa ausencia?

—Que Dalí no tenga calle o plaza en Barcelona es inexplicable. Un error histórico que debería remediarse de una vez porque no tiene sentido. Nunca estuvo comprometido políticamente. Después de la guerra, se exilió para volver a Portlligat, allí donde estaba su paisaje. Así lo proclamó en una entrevista con Louis Pauwels: «Yo soy el Cap de Creus».

—¿Cómo se desarrolla la política de compras del Museo Dalí y qué obras echan en falta?

—En los últimos años hemos adquirido muchos óleos como «El carro fantasma», «Elementos enigmáticos en un paisaje» o «Violetas imperiales», una mirada sombría sobre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. La obra está bien representada, aunque se echa en falta alguna pieza de la etapa surrealista. Puestos a pedir, nos gustaría tener «La persistencia de la memoria», pero pertenece al MoMA de Nueva York.

—¿«La sangre es más dulce que la miel», el cuadro perdido de Dalí, aparecerá algún día?

—Soy muy pesimista. Diría que se quemó durante la Guerra Civil y solo circulan fotografías en blanco y negro.

—En el último ejercicio se produjo un ligero descenso de visitantes en el Teatro-Museo. Se atribuyó a la baja del turismo ruso y se anunció una apertura al mundo asiático. ¿Cómo se ha concretado?

—Comenzamos con dos exposiciones en Brasil (Río y Sao Paulo) y ahora estamos en Shanghái con «Media Dalí». En el segundo semestre inauguraremos una retrospectiva en Kioto y Tokio.

—En la pasada campaña electoral ningún candidato mencionó la cultura. La ley de Mecenazgo sigue en un cajón…

—En el sector cultural –el 3, 5% de nuestro PIB– siempre ha producido cierto pudor hablar de dinero y los beneficios económicos: y eso produce atracción de turistas y puestos de trabajo. Tampoco me explico que la ley de Mecenazgo no se haya aprobado en un momento en que el país padece escasez de recursos para financiar la cultura. Llevamos más de tres décadas sin esa ley que ayudaría a incrementar nuestro patrimonio artístico. Si no se compran obras, nuestros museos quedarán fuera de los circuitos internacionales.

—¿El catálogo razonado de la obra de Dalí sigue elaborándose a buen ritmo?

—Nos queda la última etapa, entre 1964 y 1982, el año en que deja de pintar. A finales de 2016 presentaremos el catálogo online, enriquecido con referencias bibliográficas y audiovisuales.

—En estos momentos se están inaugurando o remodelando auténticos supermuseos como la Tate Modern, el Louvre o el MoMA de San Francisco. ¿Qué papel social juega el museo en un mundo globalizado?

—Ante todo, un papel educativo y, sobre todo, despertar la fantasía y la imaginación, algo que Dalí ya reivindicaba cuando planeó su Teatro-Museo. La educación escolar debería ser más interactiva y las clases de Historia del Arte podrían impartirse en un museo.

—¿La posibilidad de contemplar –incluso adentrarse– virtualmente en las obras, no alejará al público del museo?

—No hay nada como ver una obra en persona, captar el poder de una pincelada, observarla en su entorno. ¡Vivir la realidad, en definitiva!

—¿Y cómo explicaría a un niño la figura de Dalí?

—Dalí fascina a los jóvenes. Los niños se sienten atraídos por sus bigotes, el cromatismo de sus paisajes, los relojes blandos, la Gala que se transforma en Lincoln o los labios de Mae West. Dalí fue un precursor de los «selfies».

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