La tecnología invade nuestras vidas. Google Assistant, Siri, Cortana, Alexa, el frigorífico inteligente, el robot aspiradora... Las reglas son sencillas: empiezas invocando al aparato diciendo su nombre y ya puedes decirle un comando o una orden con tu voz.
A partir de ahí y según el principio de acción-reacción, las consecuencias pueden ser variadas. En ocasiones, obtenemos la respuesta que buscamos de manera sencilla. Otras veces... la inteligencia artificial nos puede conducir por los más insospechados derroteros.
Así le ocurrió al protagonista del chiste del Comandante Lara que cuenta la historia de un hombre que se compró un coche inteligente que respondía a los comandos de voz. Era infalible. Siempre acertaba y conseguía todo lo que su propietario le pedía.
El hombre fardaba entre sus amigos y conocidos orgulloso de su compra pero todo se torció cuando su mujer le pidió un sencillo favor.
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