Pedro Cavadas: «Una sanidad sin límite solo es posible en el país de los unicornios»

Nunca planeó ser una suerte de Judas Tadeo, el patrón de los santos imposibles, aunque su consulta se ha convertido en el Lourdes de la cirugía. Es el último «Médico del Año» de los premios ABC Salud

El doctor Cavadas con el keniano al que reconstruyó el rostro y la mano tras ser atacado por una hiena Rober Solsona / Vídeo: El úktimo 'milagro' del doctor Cavadas: reconstruir el rostro y la mano de un keniano atacado por una hiena

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Pedro Cavadas es como una estrella del rock en el mundo quirúrgico. Osado, irreverente y ajeno a los convencionalismos. Pero también es el médico que opera lo que nadie se atreve . Reconstruye, reimplanta y trasplanta como si fuera el cirujano prodigioso. Fue el primero en poner dos manos de cadáver a una mujer que las perdió en una explosión y pionero en trasplantar dos brazos, una cara, dos piernas... O en lanzarse a intervenciones que han cambiado el destino de pacientes sin recursos. Como cuando reconstruyó el rostro y la mano de un keniano atacado por una hiena . O reparó con el hueso del peroné la columna de un joven guatemalteco, «partido en dos» por una bala. A los 40 años ya acumulaba tanta experiencia quirúrgica como si fuera un cirujano centenario. Cumplido el medio siglo, sigue aceptando «casos endiabladamente difíciles». «No los elijo yo, es el paciente el que acude a mí», dice.

Todo lo que usted dice o hace se convierte en noticia. ¿Se siente cómodo con el fenómeno Cavadas?

Interpreto que la mitad de las veces que voy a un sitio me llevan como mascota exótica. No sé si recuerda a Copito de Nieve, el gorila blanco del zoo de Barcelona que se murió de viejo. Los niños lo miraban con una mezcla de miedo y admiración; no sabían si echar a correr o darle un abrazo. Yo me siento como él. Desconozco por qué interesa lo que digo, quizá porque con toda la corrección posible procuro decir siempre cosas que tengan algo de zumo y eso debe hacer gracia.

Por ejemplo, este verano se hizo viral un discurso suyo de hace seis años en el que reivindicaba la cultura del esfuerzo frente a lo que puedan ofrecer los políticos.

En 2006 estaba de moda lo de indignarse y el movimiento del 15-M y coincidió con la ceremonia de doctor honoris causa de la Universidad Internacional Valenciana. Se me ocurrió que podía ser un buen tema para universitarios. Con todos mis respetos, la experiencia demuestra que es el esfuerzo personal con el que consigue las cosas.

¿Cómo mantiene a raya la vanidad alguien a quien llaman «doctor milagro»?

La vanidad es un fenómeno peculiar. Es una característica intrínseca del ser humano pero también es un motor para hacer cosas. La clave está en dosificarla mucho y en mantenerla supercontrolada. Es como la fisión de uranio de las centrales nucleares. Bien controlada produce calorcito y energía eléctrica y todo va muy bien, pero si le quitas esos mecanismos de control es brutalmente destructiva.

«Yo acepto casos que son especialmente difíciles, no porque me crea más listo sino porque me pongo en la piel del paciente y de su sufrimiento»

Esa dosis de vanidad bien entendida ¿es la que le impulsa a optar por los casos más difíciles?

No, no. Eso es lo que impulsa a hacer retos tontos, como los que hacen algunos montañeros. El que dice vamos a escalar el Everest en bañador y cantando la marsellesa. O el fulano que escaló «El capitán», una pared de 900 metros en el Yosemite en escalada libre, sin asegurarse. Ambas cosas, como retos están bien, pero además de un intento de suicidio, no tiene ninguna utilidad. Yo acepto casos que son especialmente difíciles y que no han aceptado otros profesionales, no porque me crea más listo que otros profesionales sino porque me pongo en la piel del paciente y de su sufrimiento. No aceptaría ningún caso si no creyera que voy a mejorar su calidad de vida. La vanidad nunca es un motor para aceptar un problema complejo en medicina.

¿Qué cirugía no ha podido ejecutar y aún tiene en la cabeza?

No, esto no funciona así. Yo nunca planeé que el 95 por ciento de las cirugías que hago fuesen endiabladamente difíciles. No planée nunca ser Judas Tadeo el santo de las causas imposibles, pero la vida me llevó y la inmensa mayoría de los casos que hago son técnicamente muy complejos, de planear y ejecutar. De vez en cuando alguno de ellos sale en los medios porque interesa a terceras personas o es especialmente vistoso. No me he quedado con ganas de hacer nada, porque el que inicia las cosas es el paciente. Es quien viene a la consulta y te pone un problema sobre la mesa, casi siempre, terroríficamente difícil y te pide que se lo soluciones. La cirugía reconstructiva es una especialidad creativa y hay casos cuya dificultad exige tratamientos audaces que he propuesto y a veces han rechazado algunos pacientes.

Pero solicitó a la Organización Nacional Trasplantes hacer un trasplante de útero que no se hizo

Hubo una época en la que los trasplantes de tejido compuesto tuvieron una gran efervescencia y se empezaron a trasplantar manos, caras, úteros, laringes... todo. El de útero se propuso; técnicamente es sencillo en comparación con otras cirugías, pero los riesgos no justifican el beneficio.

«El trasplante de útero es sencillo técnicamente, pero los riesgos no justifican los beneficios»

Recientemente se ha publicado el caso de un bebé nacido tras un trasplante de útero de cadáver y todo ha ido bien.

Sí, pero si a causa del trasplante el paciente hace un linfoma postrasplante y el paciente se muere... ¡ay!. Si es un trasplantado de corazón y la alternativa es morir en unos meses pues entonces corramos todo el riesgo del mundo.

En otros trasplantes no vitales, como el de pene que se han hecho en Sudáfrica y en Estados Unidos tampoco estaría justificado el riesgo?

Por desgracia en el año 2018-2019 los trasplantes siguen teniendo muchos inconvenientes. La técnica quirúrgica es la parte mejor resuelta por fortuna para mí, la parte farmacológica está casi igual que hace 30 años. Un trasplante sigue siendo la menos mala de las malas soluciones para un mal problema. Lo siento, por los entusiastas. Hacemos reconstrucciones de pene con tejido propio del paciente de suficiente buena calidad como para hacer injustificable el trasplante. Aunque técnicamente se pueda, no tiene sentido, como tampoco lo tendría trasplantar solo una nariz o una oreja. A corto plazo todos los trasplantes van fenomenal pero a partir de pocos años empiezan a aparecer los problemas. Si hay alternativa, mejor no hacerlo. Me resulta curioso que todos los trasplantes de pene que se han hecho en Sudáfrica siempre se han hecho en receptores negros y los donantes eran blancos. Qué curioso.

¿Es una osadía o una locura el trasplante de cabeza que ha propuesto un neurocirujano italiano?

Es una soberana idiotez. No se hará jamás. Creo que es alguien que solo quiere ganar notoriedad. No acepta la crítica técnica de un niño de dos años.

«Sabemos que a largo plazo el futuro de todos los trasplantes de cara no es bueno, pero es la solución menos mala"

Usted fue pionero en España en trasplantar un rostro. ¿Ha pasado ya suficiente tiempo para valorar si el riesgo compensa?

Se siguen haciendo con cuenta gotas porque la única indicación es una deformidad de cara mucho más de lo que se puede reconstruir con tejido propio. Se hacen a sabiendas de que el futuro de ese trasplante a largo plazo no va a ser bueno y que en el camino va a desarrollar numerosas complicaciones. Esto ha ocurrido en todos los pacientes. Al año todos los pacientes tienen una cara muy lucida, pero en 15 años no estará así. Eso lo sabemos todos, lo que ocurre es que la cara es un órgano vital para un ser humano porque somos seres sociales. Todo lo que impida a un ser humano socializarse de la forma más básica es destructivo, tanto como una insuficiencia cardiaca terminal. Por eso, a pesar de todo, es la solución menos mala.

Usted trabaja en la sanidad privada pero los trasplantes los hace en la pública.

Los trasplantes siempre se deben hacer en la sanidad pública.

Quiero decir, tiene una buena atalaya para opinar de ambas porque las conoce. ¿El sistema sería más eficaz con una mayor colaboración público-privada?

Mi opinión está sesgada porque trabajo privadamente con un convenio con la sanidad pública. Desde mi punto de vista, claro que sí. Pero este es un tema políticamente muy sensible que se utiliza de bandera electoral. Tiene muchos matices, pero probablemente ninguno tiene que ver con la medicina ni con la gestión ni la utilización de recursos porque desde ese punto de vista la mezcla público-privada es muy eficaz. Eso, sí, siempre y cuando no se pierda de vista que la medicina trata con el material más sensible del mundo. La sanidad genera unos gastos y hay que pagarlos hoy y dentro de diez años también. La sanidad sin límite solo es posible en el país de los unicornios azules porque por desgracia las cosas hay que pagarlas.

¿La sanidad universal propuesta por el gobierno es lo que usted definiría como país de los unicornios azules?

Como concepto es maravilloso. ¿Dónde hay que firmar para que una persona por el hecho de ser homo sapiens tenga acceso en cualquier parte del planeta a la excelencia en sanidad. Mi firma la primera. No creo que nadie se opusiera pero darle forma a eso es difícil, es muy difícil. El todo para todo sin limitaciones es absurdo y el otro extremo -si usted tiene dinero será atendido y si no morirá como un perro en la calle-, tampoco. ¿Donde está el equilibrio? No lo sé, queda fuera de mi especialidad, yo tengo vaguísimas ideas o deseos pero no debe ser muy fácil porque no hay ningún sistema sanitario del mundo en el que todo el mundo esté contento.

Este gobierno tiene previsto aprobar una ley de eutanasia. ¿Qué piensa un médico como usted habituado a convivir con el sufrimiento en su consulta?

No sé cómo va a ser la ley y el matiz puede cambiar el sabor. Como concepto la eutanasia me parece un derecho, pero regularla requiere muchísimo cuidado si se quieren evitar los excesos. Los humanos nacemos, vivimos como podemos, y tenemos que morir. ¿Queremos vivir 180 años? Creo que el carbono se debe renovar. A lo largo de muchos años de profesión y después de ver a pacientes muy malitos, creo que se debe tener derecho a acabar con el sufrimiento cuando claramente ya no hay futuro. Darle forma legal a eso, en qué supuestos…, eso ya es más difícil. Como concepto no me produce ningún rechazo.

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