Los padres de Charlie Gard, este lunes
Los padres de Charlie Gard, este lunes - AFP

Los padres de Charlie Gard admiten ante el juez que ya es imposible salvarlo: «Es demasiado tarde»

Los progenitores renuncian a la batalla legal y el bebé será desconectado de su soporte vital

Londres Actualizado: Guardar
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Tras cinco meses de valiente batalla legal por defender la vida de su hijo, los padres del bebé londinense de once meses Charlie Gard han tirado la toalla este lunes en el tribunal entre lágrimas y una profunda emoción. Los progenitores han aceptado finalmente las tristes conclusiones de los médicos: los daños por la rara enfermedad mitocondrial que afecta al niño son irreversibles y ya no se puede hacer nada por él. Charlie será llevado a una unidad de paliativos y desconectado de su soporte vital. No celebrará su primer cumpleaños el próximo 4 de agosto. «Dejar marchar a nuestro hermoso Charlie es la decisión más dura que tendré que tomar en toda mi vida», declaró en las escaleras del juzgado la desolada madre, Connie Yates, de 31 años.

Grant Armstron, el abogado de la pareja, resumió así la situación en la vista de este lunes: «Para Charlie es demasiado tarde. Su tiempo se ha agotado. El daño muscular es irreversible y el tratamiento ya no tendrá éxito». En el juicio que se estaba celebrando en Londres, el magistrado Francis, un juez de Familia, tenía que decidir si autorizaba el deseo de los padres de llevar a su hijo a Estados Unidos para someterlo a un tratamiento experimental. Ahora ellos mismos renuncian, ante las evidencias médicas de que no existe cura para Charlie.

La última esperanza de los progenitores había sido e l neurólogo neoyorquino Michia Hirano, que les aseguró desde Estado Unidos que existían un 10% de posibilidades de éxito con su pionero tratamiento nucleótido. Al final el doctor Hirano viajó a Londres. El juez le ordenó acudir a ver al bebé al hospital Great Ormond Street, donde se encuentra ingresado desde el pasado octubre. Allí fue sometido a nuevos escáneres y el médico estadounidense se reunión con los facultativos que atienden a Charlie. Su conclusión fue que ya no se podía hacer nada. Los padres lo supieron a finales de la semana pasada. El viernes tomaron la decisión de renunciar a la batalla legal y dejar por fin morir a Charlie, pero lo mantuvieron en secreto hasta este lunes para pasar un último fin de semana a su lado sin presión mediática.

Chris Gard, de 33 años, y Connie Yates, vecinos de Bedfont, en el Oeste del Gran Londres, tuvieron a Charlie el 4 de agosto del año pasado. Cuando nació parecía sano, pero al mes se dieron cuenta de que no avanzaba como los otros bebés. Había heredado un fallo en el gen RRM2B, una rara enfermedad mitocondrial, con solo 16 casos en el mundo, que lo fue debilitando hasta inmovilizarlo por completo. La dolencia afecta a las células responsables de ofrecer energía al cuerpo. El niño, inmóvil, no ve, ni oye, traga o llora. Respira con ayuda de un ventilador mecánico y es alimentado por sonda. Los médicos del Great Ormond Street sostenían desde el principio que el bebé padecía daños cerebrales irreversibles, pero los padres no lo creían. En la vista hubo momentos de gran tensión en los que el padre insultó a los representantes del hospital.

Tras conocerse la renuncia de los padres a continuar pleiteando, un grupo de simpatizantes de ellos prorrumpieron en gritos de «¡vergüenza, vergüenza!» contra el juez y el hospital. El pasado 11 de abril, el juez Francis ya estableció que Charlie debería ser desconectado del ventilador y recibir «una muerte digna». Los padres recurrieron, pero sufrieron un revés judicial tras otro. El 8 de junio perdieron en el Tribunal Supremo británico y el 27 de junio en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El caso dio un vuelco el 3 de julio, cuando su causa por la vida recibió el apoyo del Papa Francisco, respaldado a su vez de inmediato por Donald Trump. El 7 de julio el hospital Great Ormond Street admitió un nuevo juicio para que se estudiase si realmente existían nuevas posibilidades médicas para el niño, como venían diciendo centros estadounidenses y un hospital infantil del Vaticano. Ahora todas las partes admiten que es demasiado tarde para Charlie.

El caso ha dado la vuelta al mundo y la infatigable lucha de los jóvenes padres les ha granjeado muchas simpatías, hasta el punto de que han recaudado 1,3 millones de libras en donativos para Charlie. El abogado de los Gard anuncia que estudian constituir una fundación para seguir con la causa en el caso de otros niños.

El juez Francis rindió un sentido homenaje a los progenitores tras su renuncia y les agradeció «el amor y el cuidado que han puesto en todo momento en su maravilloso niño». Reconoció que «nadie puede entender la agonía de estos padres». El centro clínico Great Ormond Street se expresó en términos similares: «El corazón de cada persona de nuestro hospital está con Charlie y sus padres. Estamos tan tristes que no encontramos las palabras».

Chris Gard, el padre, lamentó que los litigios en los tribunales hicieron perder un tiempo crucial, en el que a su juicio se podía haber logrado ayudar al bebé. El abogado de los progenitores anunció con esta expresión que llega la hora de la muerte del bebé: «Ya no atiende a los intereses de Charlie mantenerlo con un ventilador».

Concluye así un caso terrible, en el que los hechos médicos incontestables tropezaron con la lógica emotividad de unos padres que nunca quisieron creer que ya no existía cura para su hijo.

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