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Un día con Daniel Serrano, un joven con síndrome de Down

Desde hace más de tres años, este chico trabaja tres días a la semana en un despacho de abogados de Madrid

Madrid Actualizado: Guardar
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Nueve de la mañana. Daniel Serrano llega al edificio en el que se encuentra el despacho de Alter Consultores Legales, en el madrileño Paseo de Recoletos. Saluda a las recepcionistas, recoge algún periódico y ficha para entrar. Una vez dentro, sube hasta la primera planta, donde se encuentra la empresa en la que trabaja tres días a la semana. Saluda a sus compañeros y se dirige a su puesto. Una rutina normal, como la de la mayoría de trabajadores. Sin embargo, habrá gente a quien no le parezca así, pues Daniel tiene síndrome de Down.

Este joven de 32 años trabaja desde hace más de tres en la citada empresa. Ordenar las salas de reuniones, preparar las fotocopiadoras o reponer el material de oficina son algunas de las tareas que realiza nada más llegar.

Después, pregunta a sus compañeros si necesitan ayuda, y les apoya con labores como fotocopiar o encuadernar. Daniel también es el encargado de recoger el correo que llega a la empresa, así como de enviar el que los trabajadores del despacho tienen. Está encantado con su trabajo: le gusta lo que hace y se siente realizado.

Daniel comenzó en Alter Consultores Legales con un convenio de prácticas. Lo mismo hicieron dos compañeras suyas. Tras este período, pasó el proceso de selección y consiguió un contrato en la empresa. Al principio, necesitaba la ayuda de su persona de apoyo para que le explicara cómo tenía que hacer sus tareas o cómo podía llegar hasta la oficina de Correos, por ejemplo. Sin embargo, una vez aprendido, este joven puede realizar solo todo lo que le encarguen y desplazarse sin la necesidad de que alguien le diga cómo llegar hasta los sitios. La mejor prueba, su dominio del transporte público: realiza un mínimo de tres trayectos en metro cada día.

Cuando termina su jornada laboral, Daniel continúa desarrollando sus aptitudes laborales. Para ello, se desplaza hasta el Espacio de Inclusión y Oportunidades de Las Tablas, de la Fundación Aprocor. Ahí participa en un taller de administración, en el que practica muchas de las actividades que luego realiza en la empresa. Ahora, también está en un taller de manipulación en el que, junto a varios compañeros, modifica cajas de piruletas españolas para poder venderlas en Italia. En un trabajo en cadena, se encargan de abrir las cajas que contienen los envases de piruletas, sacarlos, quitarles el plástico, cambiarles las etiquetas de referencia y de nombre, meterlas ya cambiadas en la caja, y cerrarla.

Pero no es el único taller que se imparte en la fundación. También hay de costura, jardinería, cerámica... etc. El favorito de Daniel es, sin duda, el de hostelería. Son los propios chicos que acuden al centro los que cocinan el menú diario que comen el resto de sus compañeros. Además, también sirven y recogen las mesas, por lo que ellos comen un poco antes que el resto. Este taller ha permitido que la fundación consiga convenios de trabajo con varios locales de hostelería. Daniel ha aprendido mucho en este espacio y destaca un plato: «Los salteados de verduras. Salen riquísimos».

Otra de las actividades que se llevan a cabo en la fundación es el aprendizaje de la aplicación «Mefacilyta». A través de ella desarrollan códigos QR que luego pueden utilizar en cualquier momento. Daniel, por ejemplo, ha creado uno con las instrucciones para poner la lavadora de su casa.

Todas las actividades que realiza a lo largo del día no le impiden practicar también una de sus pasiones: el deporte. Los miércoles, en un hueco que le deja su trabajo, va una hora a la piscina. A veces, también queda con un antiguo compañero de trabajo para ir al gimnasio. «Me encanta hacer pesas», confiesa.

Cuando termina su jornada en el centro de Las Tablas —sobre las cuatro y media de la tarde—, Daniel vuelve a su casa. Confiesa que le gustan mucho las telenovelas de sobremesa, y se sienta con sus padres a verlas. Pero hay otra cosa que le gusta más: jugar con sus sobrinos de cinco años. Aunque él es extremadamente ordenado y no soporta que los niños le desordenen su cuarto, es consciente de que son muy pequeños y se trata de travesuras.

Sin embargo, lo que más le gusta hacer a Daniel en su tiempo libre es pasar tiempo con su novia Elena. Llevan años juntos y aprovechan ocasiones como cumpleaños o fechas especiales para salir a comer. Además, los lunes, después de trabajar, Daniel cambia el centro de Las Tablas por el que la Fundación Aprocor tiene en Hortaleza, ya que es al que acude su pareja, y pueden comer y pasar la tarde juntos. Este joven tiene claro cuál es su meta en la vida: «Ser independiente y vivir con mi novia o con amigos». Paso a paso, trabajando en ello, cada día está más cerca de esta independencia.

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