Alan con su esposa Averil, su compañera inseparable
Alan con su esposa Averil, su compañera inseparable - B.M.
SIERRA SUR

El escocés de Aguadulce que enseñó a volar al príncipe Harry y se salvó de un accidente aéreo en Hong Kong

Alan James McGarvas superó dos cánceres y perdió dos hijos. Tiene un grupo musical y participa en la legión romana de Gilena

AGUADULCE Actualizado: Guardar
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Muy cerca de una de las entradas a la localidad sevillana de Aguadulce hay una casa con el apellido McGarva escrito en la puerta. Allí viven Alan y su esposa Averil, dos vecinos más de la Sierra Sur. Forman parte de los más de cuarenta británicos que eligieron esta localidad de la Sierra Sur para establecerse. Desde allí, siempre con la máxima de aprender y formar parte de la cultura local, Alan participa activamente en todo tipo de iniciativas culturales dejando parte de su personalidad y de su alegría.

Alan nació en la ciudad escocesa de Dumfries, y hace unos cinco años decidió mudarse definitivamente a su nuevo hogar aguadulceño. «Ambos buscamos un pueblo bonito, del centro de Andalucía y con un clima cálido pero sin humedad», recuerda.

En este punto aclara dos cosas, una que tuvieron presente la especificidad climática para combatir la artritis de Averil, y otra «no queríamos quedarnos cerrados en poblaciones costeras donde puedes aislarte más entre las personas de tu país de origen».

Alan el escocés
Alan el escocés - ABC

Alan recuerda para ABC Provincia cómo fue su pasado antes de llegar a este apacible pueblo de la Sierra Sur, y reconoce con una sonrisa «que si lo pienso, he hecho muchas cosas». Gracias a su trabajo como controlador aéreo de la Real Fuerza Aérea Británica ha viajado por todo el mundo. «En el antiguo aeropuerto de Hong Kong, uno de los cinco más peligrosos del mundo, mis compañeros y yo tuvimos que lanzarlos al suelo cuando el ala de un avión atravesaba las ventanas de la torre de control». Como controlador ha ayudado a navegar a modelos antiguos como los Spitfire o más modernos como los Tornado o los Jaguar.

«Incluso una vez estuve enseñando sobre la navegación aérea al príncipe Harry», al que por cierto califica como un muy buen chico. En su carrera profesional también estuvo varios años como guardián de prisión en diferentes cárceles de Reino Unido. Durante seis años dio clases de reinserción a reclusos condenados por pederastia.

«Después de ese periodo mi cabeza parecía que iba a estallar y tuve que dejarlo», reconoce. Aun así, alguno de los presos acabó dándole las gracias por su ayuda años más tarde. Su esposa reconoce que «todas las personas tienen una historia interesante detrás». Averil pone como ejemplo a una vecina de Aguadulce que, con más de ochenta años, ha comenzado a estudiar en el pueblo.

Alan desgrana todo tipo de momentos en su vida, tanto buenos como malos, pero sin ningún rasgo de pesadumbre. «Superé dos cánceres y el fallecimiento de dos hijos, pero hay que seguir adelante». Así lo decidió y así lo aplica. «Desde que llegamos aquí sólo hemos recibido muestras de amabilidad y cariño. La gente nos ha tratado como a uno más de sus vecinos desde el principio», destaca.

Entre las múltiples actividades que Alan realiza, tiene el privilegio de formar parte de la Legio I Vernácula, donde lleva años recreando a guerreros iberos o a los veteranos triarii romanos. «La iniciativa de la Colección Museográfica de Gilena me encantó y me dejaron formar parte de ella. Recuerda con cariño como junto a sus compañeros de grupo resistió la carga de un ejército de alumnos de un colegio de Quesada.

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Pero además de viajar con sus compañeros recreacionistas para divulgar la historia, Alan también hace intercambio de idiomas con españoles e ingleses en Lora de Estepa, se conoce al dedillo la cultura, la historia y la gastronomía de todos los pueblos de la Sierra Sur y buena parte del centro de Andalucía, y además forma parte del grupo Symon Says. «Lo dirige un canadiense, y hacemos música tradicional británica, escocesa e irlandesa entre otras cosas».

En todo ese proceso le acompaña por supuesto Averil. «Ella es la artífice de la mayoría de la ropa que utilizo con la Legio I Vernácula». Ella sonríe al comentario de Alan mientras hace el recuento del dinero que ha recaudado entre sus vecinos para la asociación contra el cáncer de Mollina.

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