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Reuniones en Chipiona, viajes, coches y relojes... la 'vida de narco' que destapó a los Río Grande y al 'Piraña'

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La 'facción' sanluqueña de la red que presuntamente hacía el servicio de narcolanchas a otras bandas de traficantes aprovechó el perfecto conocimiento que tenían de la desembocadura del Guadalquivir para operar desde Lisboa

Contaron con ello con la ayuda de 'Bola', un antiguo miembro de los 'Castaña' que permanecía fugado y que era quien controlaba la logística del Estrecho

Los investigadores también han encontrado vínculos con posibles empresas pantallas, como un concesionario y una fábrica de hielo en Bonanza (Sanlúcar)

M. Almagro

Para intentar colar nada menos que seis toneladas de cocaína que llegaban a España desde Sudamérica en un submarino hay que tener al menos confianza. Cierta esperanza de que se puede conseguir y que, además, no te van a pillar. Si te cogen, puedes sumarle unos seis o siete años de cárcel. O más.

Pues en esas andaba -por mayo- la supuesta red de narcos faccionada entre Sanlúcar y Lisboa cuando los agentes que han llevado el 'caso Grajuela' les pusieron el ojo encima. Tras ese intento (surrealista pero real) de un sumergible que finalmente nunca llegó, tenía que haber gente experimentada. Y así fue. Fueron tirando del hilo, uniendo piezas, sumando alijos, cogiendo teléfonos, balizas... y, finalmente, dieron con varios individuos cuya trayectoria también les acompaña. Gente del 'negocio', con vínculos pasados también mezclados con el polvo del hachís, de unos 40 años, con vidas ostentosas, gustos caros y además, que hacían viajes habituales y, algunos, sospechosos.

Y ahí estaba 'El Piraña', bien conocido por las marismas y los recovecos del estuario de la Costa Noroeste gaditana, y los Río Piedra de Sanlúcar, unos hermanos que también son viejos 'amigos' de los agentes, según confirman fuentes policiales. Juntos vieron la alta rentabilidad que podía tener poner el servicio de las narcolanchas para otros y comenzaron la partida.

Pero el problema era que en España las 'gomas' están mucho más vigiladas. La presión policial desde que en 2018 estas embarcaciones fueron prohibidas por decreto ha ido en aumento y los numerosos y sonados altercados de persecuciones y carreras con las fuerzas tampoco les ayudaba. Por lo que miraron hacia Portugal. Desde allí podían ser quizá algo «más discretos». Además - y esto es otra buena baza a favor- allí no son ilegales. La norma es otra y, encima, también se construyen.

Así que por cuestiones de años en el asunto la red fue tejiéndose y contando con sus diferentes miembros. Entre ellos, la 'rama' portuguesa. Sergio A. 'Bola', quien fugado de la justicia española, ya estaba en tierras lusas. Y es que como indican diversas fuentes, este individuo hubiera caído en la 'operación Dismantle', la que desarticuló a la banda de los famosos 'Castañas', pero huyó. Así que, y según las pesquisas realizadas, se convirtió en el 'cerebro' de los movimientos desde Portugal. Desde un lujosa urbanización lisboeta controlaba con «altísimos» medios tecnológicos y de comunicaciones cómo había que mover las narcolanchas para que su servicio de 'mensajería de hachís y cocaína' funcionara... y, por supuesto, poder cobrarlo.

Pero aún así el contacto entre ellos no les quedaba otra que tenerlo. Se cuidaron muchísimo de cómo hacerlo para no ser detectados. Sin embargo, y entre otras muchas de las gestiones que los agentes realizaron, se les llegó a rastrear en un encuentro en Chipiona. Es más, Grajuela, el nombre de la operación, hace mención a la zona donde se pudieron ver en alguna ocasión. También en Portugal. Como se indica, viajaban de manera constante entre España y tierras lusas.

Los viajes eran habituales. También los de ocio. Y los relojes. O los coches de alta gama (se han intervenido una veintena). Incluso, uno de los investigados aparece como administrador de un concesionario. En su chalet de Sancti Petri se encontró gran parte del dinero intervenido en la operación. Más de 960.000 euros. En billetes.

Pero además, en esa posible madeja financiera que a menudo va en paralelo al narcotráfico, y según ha podido saber LA VOZ, también se ha puesto el ojo en una fábrica de hielo situada en Bonanza, en Sanlúcar y que podría haber sido adquirida por Río Grande, extremo que también será objeto de esta instrucción judicial.

Y todo, para tener todos los días del año «hasta ocho o diez» semirrígidas de altísima potencia «siempre en el agua». Es decir, preparadas para servir de 'taxi' y participar en los servicios de alijos de hachís o cocaína que se les encargaran. Estas 'gomas' -siempre según las pesquisas desarrolladas- permanecían en alta mar o en lugares ya estudiados para no ser interceptadas y salían o entraban según se les diera la orden. Unos avisos que les llegaban desde el centro de operaciones de Lisboa y que acompañaban también de las alertas que les iban dando a sus 'petaqueros' para que les fueran suministrando de garrafas.

Pero parece que al final los planes no les salieron del todo bien: 31 detenidos (doce ya en prisión), e intervenidos: 700 kilos de cocaína, 4.000 de hachís, 1,4 millones de euros en efectivo, 19 vehículos de alta gama, relojes, numerosos móviles, transmisores, radares, GPS... además de dos narcolanchas en Portugal y otras tres en España.

Todos los acusados están pasando este miércoles a disposición judicial. La investigación ha sido realizada por Policía Nacional, Guardia Civil y Aduanas, y ha sido coordinada por la Fiscalía especial Antidroga de Jerez.

 

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