Narcotráfico

Narcolanchas S.A., el negocio del delito

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Las redes dedicadas en exclusiva a dar servicio de 'gomas' a otras bandas se extienden también por Cádiz desde Portugal y Galicia

La organización desarticulada esta semana funcionaba como una «empresa de mensajería»

El disparo directo a los motores de una narcolancha, incluido en los protocolos de otros países pero no en España

La Voz
María Almagro

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En unas intervenciones telefónicas de hace unos años a las que este periódico tuvo acceso, un 'capo' de la droga del Estrecho le contaba a uno de su grupo, un enlace, lo preocupado que estaba y lo mucho que se «jugaban» si no lo lograban meter la 'goma'. «Pero, ¿puedo tirar ya?, ¿puedo tirar?, tú avisas», le repetía hasta seis veces con cierto nerviosismo.

Ocurría al poco tiempo de que el Gobierno hubiera prohibido por decreto el uso de las narcolanchas, las planeadoras con las que ellos llevaban años pasando hachís desde una playa de Marruecos a La Línea, y, ese trayecto de apenas unos quince minutos se comenzaba a complicar. Las embestidas y las «idas de olla» que algunos de sus conocidos habían tenido contra los agentes había causado un efecto rebote que no les estaba beneficiando en absoluto. Se le notaba «agobiado», así lo confesaba. «¡Quillo, yo no voy a perder 200.000 euros en un viaje...!», admitía a su interlocutor.

Se refería a los 200.000 euros de lancha y motores. Una inversión que habían hecho para ganar dinero, no para perderlo. Que le requisaran la planeadora era casi más «jodido» a que les quitaran lo que con otros viajes más podían recuperar. Estos metían toneladas de 'costo', hasta dos o tres lanchas a la vez. Sin embargo esta operación en la que fueron detectados acabó con ellos. Este supuesto 'capo' está fugado y, de momento, no se ha vuelto a tener noticias suyas.

Desde 2018, desde la prohibición del uso y la navegación de las semirrígidas tras la muerte de un niño que fue arrollado en la playa de Getares por una de estas embarcaciones, el tráfico de drogas ha ido también acompañado del tráfico de narcolanchas. La presión policial que se ha ido ejerciendo ha convertido en la logística en una de las principales preocupaciones para los narcos para no ser detectados o pillados.

Pero por otro lado y quizá por ese mismo motivo, como comentan las fuentes consultadas, el negocio de estas planeadoras ha ido en aumento. El saberle sacar partido a poner a disposición de las redes de traficantes aquello que necesitan para ejecutar sus alijos es ya otro contrabando en sí mismo. Y que ahora mismo está al alza. Así lo demuestra el hecho de que «antes solo usaban las 'gomas' para traer hachís, ahora las usan para cargar suministros, cocaína o incluso a personas como lamentablemente se ha ido también viendo», cuenta un experto agente en la materia. Es una práctica ilegal dentro de lo ilegal. Un delito al cuadrado. Y que además puede costarle la vida a quien se enfrenta a ellas, como le ocurrió a los dos agentes fallecidos en el puerto de Barbate.

Imagen principal - Narcolanchas S.A., el negocio del delito
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El origen

El uso de semirrígidas tampoco es en absoluto nuevo. Ni de hace unos pocos años. Su origen se encuentra en los años 80 en Galicia. Cuando los clanes utilizaban allí estas neumáticas para cargar la 'coca' que les llegaba en barcos y las descargaban en costa. Era rápido. Era eficaz.

Y de aquella costa llegó a esta. A la puerta de entrada de Europa por África y para otros cometidos. Primero, para el tabaco de Gibraltar. Y después para clonar estas prácticas y trasladarlo todo al hachís. Estas redes fueron creciendo, fueron teniendo cada vez más dinero, y la pequeña lancha del principio se fue mejorando para poder cargar más fardos. Si era más lenta, se le fue metiendo más motores. Y si se necesitaba de expertos que la manejaran ya se iba contando con mecánicos y con expertos pilotos. Además, la tecnología avanzaba y frente al SIVE de las fuerzas policiales ellos se prepararon con radares, transmisores, GPS e incluso controles de pantalla en costa que les ayudara a decidir qué rutas tomar para no perder todo lo que llevaban.

De ahí que todos los agentes que combaten el narcotráfico sepan que ir contra la logística que acompaña a estos delincuentes es casi «dejarlos sin manos». De ahí lo agobiado que estaba el 'jefe' de nuestra historia del principio. «¿Por dónde? No quiero perderlas», repetía.

Y, precisamente, esta semana se daba cuenta de una importante operación contra una organización que, presuntamente, se dedicaba a servir sus 'gomas' a otras bandas. La 'operación Grajuela', realizada por Policía Nacional, Guardia Civil y Aduanas que han hilado durante meses, da cuenta del modus operandi que necesitan estos grupos para poder salirse con la suya.

Como un 'teleservicio'

En este caso, los cabecillas -todos vinculados anteriormente con el tráfico de hachís- se movían entre Sanlúcar, y Portugal. Sanlúcar, como lugar de acción y captura de enlaces. De ganancias. Donde las narcolanchas que ellos ofrecían como si se tratara de un «servicio de mensajería» intentaban colarse por la desembocadura del río. Desde cargar la mercancía en el Estrecho a meterla por este estuario hacia el interior de la península. Y camino de vuelta. Pero para no perder las embarcaciones, y según esta investigación, las tenían permanentemente en el agua, en alta mar, esperando la orden.

Y esta orden la recibían desde Portugal. Donde se encontraba 'Bola', el supuesto cerebro que coordinaba las entradas y salidas, los viajes, para quien negociaban con ellos. Un exCastaña acostumbrado a operar con las lanchas que, como indica la Policía, se había convertido en su nueva vía de negocio mientras permanecía prófugo de la justicia española en una lujosa urbanización lisboeta. Además, como decimos, el servicio que daban era «para todo». Podían transportar hachís o también cocaína. Y parece que les reportaba bastante dinero. En esta investigación se han intervenido 1.600.000 euros.

Pero además de droga, estas lanchas están siendo utilizadas también para el transporte de sus propias tripulaciones, si hacen rotaciones por ejemplo. O para llevarles combustible, alimento, o aquello que necesiten. Hay que tener en cuenta que llegan a permanecer semanas enteras en el agua, a cientos de millas de la costa, por lo que 'acampan' en los mismos barcos.

Muchas veces ni paran los motores, los mantienen al ralentí. Permanecen encendidos por si tienen que, de repente, darse a la fuga; pero más bien, porque encenderlos agota las baterías y eso vuelve a ser otro problema. Por eso es tan importante que les lleven garrafas y garrafas de gasolina. Según cuenta una fuente, las que tienen tres motores pueden alcanzar un consumo de entre 90 y 100 litros por motor y hora a unas 5.500 revoluciones por minuto. Ese el régimen de empleo habitual para el trayecto a velocidad de crucero desde el norte de África a costas españolas, a unos 60 nudos (110 kilómetros por hora aproximadamente). Un consumo que se dispara si ponen la 'goma' a toda potencia en momentos por ejemplo de darse la fuga, con mala mar, o en las entradas y salidas de costa.

Un ejemplo: para viajar desde el punto de la carga de hachís en Marruecos hasta la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar, por donde se dirigen hacia el interior de la península, pueden recorrer unos 150 kilómetros lo que en las condiciones explicadas supondría nada menos que un consumo de unos 800 litros de gasolina. Por tanto, en esta situación «el papel de los surtidores es esencial. Sin ellos ahora mismo no hacen nada».

Hace unos días, en Chiclana, la Guardia Civil volvía a interceptar varias furgonetas cargadas hasta arriba de estas petacas de gasolina. Unos vehículos que transportaban estas garrafas para cargarlos en embarcaciones y llevarlas al punto que por GPS tengan asignado, acercárselas al lugar concreto de costa donde puedan recogerlas.

Así se mueven. Así continúan insistiendo en un delito que persiste y que aunque se sigue batallando desarrolla actividades delictivas paralelas. Ahora, el negocio de las narcolanchas cotiza al alza.

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