La noticia ha recorrido la ciudad desde primera hora. Este martes ha fallecido Álvaro Domecq Romero, figura esencial en la historia reciente del arte ecuestre andaluz y heredero de una de las sagas más influyentes de Jerez. Su apellido, asociado desde hace décadas a la doma clásica, a la crianza de caballos y al compromiso con la tradición cultural de la zona, vuelve a resonar ahora con un tono más humano. La ciudad, acostumbrada a verlo presidir exhibiciones, dirigir entrenamientos o recibir a visitantes en la Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, lo recuerda hoy en silencio.
LA VOZ se ha desplazado hasta su domicilio familiar, en cuyo interior se desarrolla una despedida muy alejada de cualquier escenario público. Allí se respira una quietud antigua, casi de hacienda detenida en el tiempo, como si las paredes mismas recordaran la solemnidad de tantos años dedicados al caballo, a la disciplina y a la belleza del movimiento. No hay cámaras, no hay expectación mediática. Solo la intimidad propia de las pérdidas.
Pasada la una del mediodía, algunos compañeros de la escuela se han acercado, sin aspavientos, para despedirse del maestro. Se saludan entre ellos con abrazos largos, de esos que dicen más que las palabras. Son hombres y mujeres acostumbrados a la precisión, al gesto firme, pero hoy sus gestos son suaves y cargados de respeto. «Yo era como un hijo suyo. Siempre estaba pendiente de mí y no me ha dejado ni un solo minuto. Se nos va nuestro maestro», señala uno de sus compañeros que prefiere no dar su nombre. «Hoy es un día para estar en familia y arropándonos unos a otros».
Familiares de Álvaro Domecq entrando en su casa de Jerez.
FRANCIS JIMÉNEZ
Intimidad y silencio
El ambiente alrededor de la casa está impregnado de un recogimiento que sorprende por su profundidad. No hay grandes concentraciones ni movimientos apresurados. En la acera, un pequeño grupo conversa en voz baja sobre, seguramente, los años ya vividos. Uno de los jinetes, sin querer extenderse mucho asegura, con timidez, que «ha sido un referente para todos. Nos enseñó a montar, pero también a entender al animal, a escucharlo».
Dentro, la familia mantiene la serenidad que acompaña a los duelos íntimos. Los silencios pesan más que las palabras, y es ese silencio el que define el ambiente. Una despedida sin ruidos, sin declaraciones, sin espectáculo. Una despedida que corresponde a la forma en que muchos lo describen. Un hombre firme pero discreto, orgulloso de su legado, pero sin necesidad de exhibirlo.
Este miércoles, el funeral: A las 11:00 horas en la Catedral de Jerez
Este miércoles 19 de noviembre, la ciudad tendrá ocasión de despedirlo de forma más cercana. A las once de la mañana, la Catedral de Jerez acogerá una celebración previa al entierro, un acto que, aunque probablemente congregará a más público, se espera igual de sobrio y respetuoso. Será allí donde jinetes, amigos, autoridades y ciudadanos podrán rendir un último homenaje a la figura que durante tanto tiempo ha sido emblema del arte ecuestre jerezano.
Pero hoy, en su casa, la despedida ha tenido el tono íntimo que los afectos saben mantener. Sin flashes, sin discursos, sin artificio. Solo la presencia cálida de quienes lo conocieron de cerca y que, entre murmullos y recuerdos compartidos, se escucha el latido silencioso de un adiós que Jerez, de alguna forma, siente como propio.
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