OBITUARIO
La huella imborrable del jerezano: la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y el legado de Álvaro Domecq
La muerte del fundador de la institución jerezana deja un vacío profundo en el mundo ecuestre, pero su obra permanece como símbolo eterno de la elegancia y tradición andaluza
El mundo de la ganadería y la tauromaquia llora la muerte de Álvaro Domecq Romero: «¡Aquí abajo siempre te recordaremos!»
Muere Álvaro Domecq Romero, icono jerezano del rejoneo y la ganadería andaluza
La Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, en Jerez.
Este martes, en Jerez, se respira un silencio cargado de emoción. Con el fallecimiento de Álvaro Domecq Romero, la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre pierde su fundador, a su alma, a quien convirtió un sueño en una institución viva y vibrante.
El jerezano no solo vivió para el caballo, sino que imaginó un mundo donde el caballo andaluz pudiera volar con gracia, ritmo y elegancia. Corría el año 1973 cuando, tras recibir el prestigioso galardón ecuestre del 'Caballo de Oro', él presentó por primera vez su gran espectáculo, 'Cómo bailan los caballos andaluces'. Fue una demostración que no solo cautivó al público, sino que encendió la chispa de algo mucho más ambicioso.
Ese anhelo se transformó en la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, una institución que nació en su alma, impulsada por su deseo de preservar la doma clásica y vaquera, de honrar la raza española pura y de sublimar la relación entre jinete y caballo.
Una escuela con corazón y alma
En el histórico 'Recreo de las Cadenas' de Jerez -ahora Palacio Duque de Abrantes- Domecq levantó no solo un picadero, sino un escenario de ensueño. Un recinto cubierto con capacidad para centenares de personas, cuadras para decenas de caballos y todo lo necesario para entrenar, exhibir y cuidar a los animales.
Bajo su dirección técnica, la escuela se convirtió en centro de formación, arte y cultura. No era simplemente un espectáculo. Era una misión. Domecq veló siempre por al calidad del caballo, por la pureza de su raza, y por transmitir a las nuevas generaciones la técnica y la belleza de la equitación tradicional andaluza.
Un legado vivo
Durante décadas, la escuela creció, consolidó su prestigio y se convirtió en embajadora internacional de la equitación española. Gracias a su impulso, se preservaron carruajes históricos y piezas de incalculable valor, transformando la institución en un depósito vivo de memoria ecuestre.
En reconocimiento a su trabajo, la escuela le dedicó a Domecq su picadero. El 'Picadero Álvaro Domecq', un homenaje perpetuo a su entrega y visión. Ese nombre, bordado en azulejos, recuerda cada día quién fue él y lo que significó para esta casa de caballos.
Así, Domecq no solo fue jinete. Fue rejoneador, ganadero, empresario. Su finca de crianza y su pasión por el puro español fueron parte inseparable de su identidad. Pero, por encima de todo, fue un maestro. Formó a muchos jinetes, inspiró a otros muchos y transmitió con ejemplo su amor profundo por el caballo y por Andalucía.
Su influencia trascendió el círculo ecuestre. Gracias a su obra, Jerez se proyectó como un referente cultural, turístico y artístico. Su escuela ha acercado el mundo del caballo a miles de personas, no solo como espectáculo, sino como arte, tradición y compromiso.
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