SANIDAD

Los hosteleros de Cádiz, en contra de la nueva ley antitabaco: «Es una imposición y no tiene sentido»

La norma establece la prohibición de fumar en en lugares al aire libre como las terrazas, conciertos o campus universitarios y quedan equiparados los cigarrillos convencionales con los vapeadores

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El fenómeno vaper arrasa en Cádiz

Una mujer fuma en la terraza de un bar de Cádiz Nacho Frade
Jesús Mejías

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El Consejo de Ministros aprobó la pasada la semana el anteproyecto del Ministerio de Sanidad de la ley antitabaco. La principal novedad es la prohibición de fumar en lugares al aire libre como las terrazas, conciertos o campus universitarios, y además, se equiparan los cigarrillos convencionales con los vapeadores, por lo que se veta su venta a los menores de 18 años.

La principal novedad de esta ley es que las limitaciones dejarán de aplicarse únicamente a los cigarrillos tradicionales y también afectarán a los vapeadores, que han ganado mucha popularidad entre la población más joven en los últimos años. Estos artículos quedarán sujetos a las mismas restricciones establecidas para el tabaco, las cuales además se han endurecido en este anteproyecto. La única excepción serán las bolsas de nicotina, que no estarán afectadas por estas medidas.

A la restricción ya existente de fumar en espacios cerrados, vigente desde hace más de una década, se añade ahora la prohibición en determinados lugares al aire libre, como terrazas de bares y restaurantes, recintos deportivos como campos de fútbol, piscinas públicas, áreas de juegos infantiles, estaciones de transporte y paradas de autobús. También quedará vetado en espacios donde se desarrollen espectáculos públicos, como conciertos o discotecas al aire libre, aunque la norma no especifica si la medida se aplicará igualmente a festivales de música o actuaciones en exteriores.

La norma establece que estará prohibido fumar en un perímetro de 15 metros de puntos como parques infantiles y centros sanitarios, educativos y sociales, como colegios, institutos o campus de universidades.

No obstante, la nueva ley está lejos aún de entrar vigor. A día de hoy, el Consejo de Ministros solo ha dado luz verde al anteproyecto de la nueva ley antitabaco, que se someterá a un periodo de audiencia pública. Durante ese tiempo, asociaciones, comunidades e incluso la industria podrán presentar sus alegaciones. Una vez finalizado este plazo, el Ejecutivo revisará el documento y decidirá si incorpora o no las propuestas recibidas. Cuando el texto quede en su versión definitiva, deberá volver al Consejo de Ministros para su aprobación y, posteriormente, ser debatido en el Congreso y el Senado, donde necesitará el respaldo suficiente para convertirse en ley, un proceso que podría alargarse durante meses.

«Es una imposición»

Los hosteleros de la provincia de Cádiz son reacios ante esta norma. El presidente de la patronal de Hostelería de Cádiz (HORECA), Antonio de María califica la medida de «excesiva» y dijo que «no tiene sentido» que «en una terraza no se pueda fumar» mientras que «a dos metros sí». Señala que «en una terraza al aire libre no hay fumadores pasivos» porque «el viento lleva y trae», y sostiene que solo en espacios cerrados puede hablarse de exposición pasiva.

Recuerda que «eso ocurrió en 2005» y considera «absurdo» que en 2025 sigan diciendo que el tabaco perjudica: «eso no es verdad». Añade que «en muchas terrazas está prohibido fumar porque lo dice el propio hostelero», que coloca un cartel, y defiende que «si no lo prohíbe es porque la clientela no lo exige».

Insiste en que «por lo menos deberían haber dicho que se prohíbe en las terrazas cerradas, aunque sean con dos paramentos», porque ahí sí puede haber concentración de humo. Critica que «una vez más, no nos han escuchado, no han hablado» y lo califica de «imposición» y de «concepción de cara a la galería».

Plantea que «si eso es malo, prohíban el tabaco», y recuerda que en 2005 ya hubo un modelo «muy razonable» con zonas de fumadores y no fumadores, pero «nos lo quitaron». Considera que este es «el segundo palo» y que «ya no hay más nada que prohibirle a la hostelería».

Apunta además que «en Europa el único país que prohíbe fumar en terrazas es Suecia», lo que se entiende porque «allí todas las terrazas están cerradas». Recalca que, salvo esa excepción, «prohibición de fumar en terrazas no existe en toda Europa» y concluyó: «esto no es normal».

«No creo que cambie mucho la situación»

Los dueños de locales hosteleros y los propios trabajadores no entienden la medida del Gobierno. Manuela Guerrero es dueña del bar Los Arcos en Vejer, en la playa de El Palmar. Afirma que «no le veo la lógica a que prohíban fumar en las terrazas».

«Hace veinte o treinta años era muy molesto para muchos clientes comer en un salón y que la persona de al lado estuviera fumando», pero «a día de hoy la gente es muy educada y siempre preguntan si se puede fumar».

En palabras de esta hostelera, «creo que esta ley puede generar más problemas que aportar soluciones porque por desconocimiento puede que una persona se encienda un cigarro y otro le diga que lo apague de malas formas y haya una bronca».

Afirma que «cada vez la gente fuma menos en los bares, pero los jóvenes vienen casi todos con los 'vapers', que dejan unos olores muy feos».

Marina López trabaja es camarera y ha trabajado en bares y discotecas desde hace diez años «más o menos». Afirma que «la gente sigue fumando en las discotecas, eso no ha cambiado».

«Los porteros y los vigilantes de seguridad les dicen que lo apaguen y lo tiren, pero siguen fumando», y apunta a que «muchos fuman hasta porros». Sobre los 'vapers' afirma que «todo el mundo tiene uno, es como un patrón, le dan un sorbo a la copa y una calada al 'vaper'».

En su experiencia en bares, sostiene que «es verdad que cada vez la gente fuma menos, y muchos se levantan y se alejan porque saben que es molesto para quien no fume».

«No creo que vaya a cambiar mucho la situación con la nueva ley porque quien quiera fumar se seguirá encendiendo su cigarro y se hará el loco, y si no le dicen nada, se lo fumará como ha hecho siempre», destaca.

La opinión de la sociedad gaditana

A Carmen Bilbao, jubilada de 83 años y fumadora, estas «nuevas restricciones» le hacen sentir «como una delincuente». Narra que «llevo fumando desde jovencita y me recuerda a aquellos años en los que tenía que encender un cigarro casi a escondidas, porque estaba muy mal visto que una mujer fumara en público».

Por tanto, le parece «injusto» que, «después de tanto tiempo, todavía tengamos que escondernos como si estuviéramos haciendo algo prohibido».

«Lo que más me fastidia es no poder fumar en las terrazas. Para mí es un pequeño placer: sentarme con un café y, al terminar, encender un cigarrito tranquila. Ese momento me da paz. Ahora dicen que ya no se podrá, y la verdad es que me cuesta imaginarme renunciando a ello», sostiene.

Su hija le ha advertido de que ya no voy a poder fumar en la calle pero no parece que tenga intención de variar sus hábitos: «Sé que el tabaco es malo pero con los años que tengo, tampoco voy a dejarlo ahora. Ya encontraré la forma de seguir con mis costumbres. Además, no fumo tanto como algunos dicen: apenas un paquete cada dos días de Fortuna Light».

Laura González, de 25 años, también fumadora, afirma que «la ley antitabaco me molesta» porque «limita mucho los espacios donde se puede fumar, y la mayoría son espacios de ocio y donde suelo pasar mucho tiempo», aunque «como sociedad me parece un avance muy grande y muy importante», ya que «a pesar de que yo fume, a muchísimas personas no les gusta y les molesta, aparte de ser perjudicial para la salud de todos, por eso aunque individualmente podría decir no estar a favor, creo que como sociedad es un paso muy importante».

Lola Villanueva, de 45 años y no fumadora, tiene una postura totalmente opuesta. «Me alegro de que se lleve a cabo esta medida. De hecho, llega tarde. Muy tarde. Como no fumadora y persona que le molesta el humo, pienso que esto va más allá del hecho de prohibir. Se trata más bien del civismo y respeto para poder disfrutar de los espacios al aire libre sin el olor y el humo a tabaco», y defiende que «habiliten zonas para los fumadores y respeten a los que no fumamos ni tabaco, ni 'vaper' ni nada».

Iván López recuerda sus primeros cigarrillos como un juego inocente que pronto se convirtió en hábito. «Empecé a fumar con apenas ocho años, al mismo tiempo que encendía petardos. Lo que empezó como un pasatiempo terminó siendo una costumbre que me acompañó durante unos doce años», confiesa. Con el tiempo, comprendió que el tabaco no le aportaba nada positivo y tomó la decisión de dejarlo. No fue fácil. «Tuve que armarme de muchísima fuerza de voluntad. Es lo único que realmente te permite romper con esa adicción. No hay leyes que lo hagan por ti, eso tiene que salir de cada persona. Solo cuando decides enfrentarlo de verdad puedes conseguirlo», afirma.

Hoy, con 53 años, asegura sentirse renovado: «Me veo como un tío de 30. El tabaco envejece tremendamente y dejarlo ha cambiado mi vida: respiro bien, no me canso y me siento mucho más saludable, gracias a Dios». A quienes creen que no podrán abandonar el cigarrillo, les envía un mensaje claro: «Sé que cuesta mucho cuando uno es fumador asiduo, pero con fuerza de voluntad se puede. Hay que pensar en los problemas que el tabaco trae a futuro y convencerse de que merece la pena vivir sin esa carga». Respirar sin dificultad, hacer deporte sin ahogarme, recuperar sabores y olores… son sensaciones que Iván no cambiaría por nada.

Mercedes Romero, una gaditana fumadora durante más de 30 años -de los 14 a los 50 exactamente- narra a este periódico cómo ha sido su experiencia de pasar de fumarse dos paquetes y medio de tabaco al día a llevar casi cinco años sin probar un cigarro. «Nunca me sentí mal por fumar. Realmente no me pasó nada preocupante para dejar de hacerlo», confiesa.

El próximo mes de noviembre hará seis años desde que Mercedes se fumó su último cigarro. «He ido a fiestas, veo a mi familia en casa fumar, me voy con mis amigas que fuman, y no he caído en la tentación. Lo dejé para siempre y así ha sido».

A esta gaditana no le tuvo que llamar una enfermedad para dejar el tabaco atrás. No tuvo que dejarlo de manera forzosa. «Empecé a cuidar a mi sobrina y los médicos le pedían que no podía relacionarse con gente que tuviese nicotina impregnada en la ropa siquiera. Era malo para ella, así que fui a Vargas Ponce y recibí unas terapias para dejar de fumar», relata.

Y así fue. Mercedes se comprometió y nunca más compró tabaco para ella.

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