Homenaje Póstumo

Emotiva carta de despedida a Miguel, el guardia civil isleño fallecido en Barbate

«Gracias amigo mío, siempre estarás en mi corazón, ojalá estés buceando y descansando en paz, gracias Migue, gracias, gracias, gracias siempre...»

Luto y dolor para despedir a Miguel Ángel

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El sargento de la Armada Luis con Miguel, guardia civil asesinado en Barbate

La Voz de Cádiz

Luis, un sargento de la Armada destinado en Cádiz Luis rinde homenaje a su amigo Miguel Ángel González, el guardia civil isleño asesinado en Barbate cuando una narcolancha arrolló la embarcación del GEAS para desestabilizarla y pasarles por encima.

«Este es mi amigo Miguel, quien, por desgracia, anda ahora en escena de los dichosos telediarios. Jamás hubiera pensado en publicar algo así, nadie lo piensa ni lo imagina y mucho menos lo quiere y aunque no sé si acierto al hacerlo, algo me dice que es de justicia y así me nace.

Jamás había tenido la desgracia de conocer a uno de esos guardias que son caldo de titular pasajero. En esa foto (la que ilustra al texto) yo estaba de campaña en el País Vasco con un barco, él estaba de escolta en la comandancia, aún era Infante de Marina (aunque eso nunca se deja de ser) haciendo la comisión que los infantes tienen a bien cubrir allí, para seguridad de otros, algo que él hacía con la misma sonrisa que ir al Retín o a Ferrol, a un desfile o a lo que fuera.

Justo donde atracaba mi barco, estaba la comandancia de la Guardia Civil, frente a esta, en un edificio, el maniquí de un Guardia ahorcado, que estoy seguro aún persiste. La nueva kale borroka ahora está en el sur, decían los allí destinados.

A este gran amigo Miguel, lo conocí en 2015 a través de mi amigo Salvi. «Migue», sin conocerme apenas, me invitó a unirme a él en el gimnasio que tengo cerca de casa, que me borrara del otro, me dijo, que con él iba a ponerme en forma y que, además, en las clases nos lo pasaríamos bien. Hicimos migas a la primera, de las buenas. Él era el alma de la clase, saludaba a todo el mundo al llegar, sonriendo como era normal; diría obligatorio; en su uniforme de paisano, chocaba, cuatro bromas y a correr. Corría rápido, pues era un gran deportista, un apasionado del balonmano y, cada vez que me doblaba en el calentamiento, me daba una sardineta. Los viernes en el gimnasio eran de SPA, risas y charloteo, luego saldríamos, eso seguro. Jamás he vuelto a estar tan en forma. El gimnasio rápido dio lugar a las cervezas de después, a las escapadas a la feria, a su amado Palmar, al festival de la «Primavera trompetera» o a Cádiz a tomar unos vinitos y a compartir cualquier amistad, a las que él, siempre saludaba con una alegría tan inmensa, que a la otra parte no le quedaba otra que contestar con la mayor sonrisa que pudiera, de noche o de día y encima, siempre decía «Este es mi amigo Luis»... Él es de esas personas que ven un plan genial en cualquier lugar, en cualquier compañía, momento o fecha y cuantos más, mejor.

Pudieron conocerle algunos de mis amigos de toda la vida y dar fe, hoy, de que aquí nada se inventa. Era un apasionado de su profesión, más aún si cabe de su amado buceo, que practicaba tanto o más en su tiempo libre en forma de pesca submarina. Amante incansable del mar. La misión del buceo, es difícil y callada, lema que me enseñaste tú. Cuando aprobó para ser guardia, la inmensa alegría y la celebración, nos invadió a todos los que tanto le queremos, era lo que él deseaba. Para más inri y como él contaba, por rebotes, esa llamada suerte y las cosas del destino, pudo pasar a formar parte del GEAS en un periodo de tiempo muy corto, su sueño, instalarse en Tarifa y compartir con todos su buena fortuna cuando le veíamos. Ahora por fin le daban la casa cuartel.

Este verano, en la playa, conoció a mi hija, él paseaba solo, tan chulo y sonriente como siempre, tratando de olvidar que venía de un pantano de rescatar un cuerpo. Se iba al chiringuito a la cervecita, que había quedado, tenía prisa, pero que, a ver si nos veíamos y hacíamos una barbacoita de esas en mi campo bueno... Luego vino de nuevo a decir adiós.

Cuando vi la noticia en la televisión, no pude evitar pensar en él, aunque no tenía ningún sentido que él estuviera allí. Cuando vi el vídeo por la noche en las redes, me volví a acordar de él, pensando en que él sabría lo que había pasado y que le tenía que preguntar. No tenía sentido que él estuviera allí.

Ayer me llamaron de mañana y me comunicaron que, efectivamente, él era uno de los fallecidos en aquella pequeña embarcación, que pretendía expulsar las enormes narco lanchas, tan comunes y consentidas en Barbate, que fuera a la comandancia que su cuerpo, nuestro Migue, no había llegado, pero que íbamos a esperarle.

Lo que viví allí fue desolador. El shock al llegar allí y abrazar a los amigos en común sin entender mi cerebro nada de lo que estaba pasando. La imagen de su novia llorando abrazando a su hija, de tan solo doce años, su padre, un gran marino, sin poder apenas andar o hablar. Su familia, diciendo, que se lo habían matado y lo buen guardia que era y todo el mundo, la formación de verde y algún que otro color, llorando al darle el adiós y gracias. Saly, se ahogaba de lágrimas de injusticia, dolor y pena. Hoy sentimos tanta pena Migue, tanto dolor en el costado y tantas nieblas en la cabeza en estas últimas interminables horas, que no hay manera de vencer.

Una de las más dolorosas cosas que sucedieron, fue la fortuita aparición del político de turno, a quien obvio nombrar para que no tenga una propaganda que no merece, que se acercó a tu padre mientras un seguridad o lo que sea le decía tu nombre. Tu padre, le dijo al tal que esto no tenía que haber pasado que, no se trataba de izquierdas ni derechas, que te habían mandado ellos a morir. Tu novia, luego, contigo ya presente, también le dijo cuatro cosas sobre la gran chapuza que, entre algunos, algunos que jamás se han mojado el traje ni el uniforme, tejieron y os mandaron. Eso de «disuadir» a esos hijos de fulana que se dedican a traer droga en esas pedazo lanchas. El del cuello almidonado no miro a los ojos a nadie, ni contestó, a él le da absolutamente igual, nadie lo duda y él sabe que las lanchas las habrían dejado allí si no hubiera estado él por la zona, que queda mal y es demasiado evidente.

Hoy ya descansas, Miguel, nosotros ahora tenemos que aprender a vivir sin ti, algunos más que otros, y tu familia, que jamás podrá hacerlo, tu buena y gran hermana, tus amigos de la barriada... Qué injusticia más grande Migue... ¡qué dolor tan rabioso, tan miserable y tan desleal, tanto como los que te mandaron allí, a pelo, contra todos esos malvados!

Si os hubiera salido bien nos lo habrías contado como una anécdota más. Ojalá esto sirviera para algo, Miguel, pero no tenemos fe. Ojalá rueden las cabezas de esos que os mandaron a la Parca... Ojalá contestases a mi mensaje sobre qué pasó. Ojalá, Miguel, ojalá en este país desaparezcan esos que se dicen de profesión político y que no son más que secuaces del narcotráfico, que no combaten por complicidad directa y que jamás se ven salpicados por una gota de ese agua salada que a ti te envolvía.

Como te dije ayer, muchas gracias, Migue, por aquella gran época en que compartimos el día a día y regalarme tanta vida social y bienestar. Muchas gracias, tío, por haber dejado durante todos estos años siempre viva la llama de la amistad. Por tus apariciones fortuitas y tu fibrado abrazo. Gracias por enseñarme como deberíamos vivir la vida. Gracias amigo mío, siempre estarás en mi corazón, ojalá estés buceando y descansando en paz, gracias Migue, gracias, gracias, gracias siempre...«

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