DE UN DÍA PARA OTRO

Sedición y sedación, sin solución

A la hora de sedarse, cada cual tira por dónde puede: comer, trabajar, cantar, esnifar, trepar... Todo es empezar

El presidente iraní, con la camiseta, este lunes durante la ceremonia de despedida del equipo que participará en el Mundial de Catar. efe
José Landi

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Sedición, qué bonito nombre tienes. Ni la menor idea sobre qué eres. Ni ganas de buscar (otra vez). Algo arrojadizo, contundente, debe de ser. Pero qué sonido, qué campo semántico, qué juego das. Qué buen eco, eco, eco.

El adjetivo derivado aún retumba más: sedicioso. Casi sovicioso. Cuánto tiempo sin escuchar a nadie llamárnoslo. Y el que queda. Basta una sola vocal -de Barrio Sésamo o del Consejo General del Poder Judicial- y la sedición se va dormir. Porque le sale sedación.

Y cada una se seda como puede, Lolo.

Los crímenes, mejor locales

Unos, con juegos en remotos países como Irún. O en otros más lejanos. En otros más crueles y miserables. Estamos acostumbrados a los juegos podridos Geyper pero en casa. En nuestro idioma. Con nuestro calendario. La religión, de aquí. Para inquisición, la nuestra. Para delitos, los patrios. Para crímenes, los de la tierra. Tampoco costará mucho adaptarse.

Mil muertos arriba, mil abajo. Mil presas más o menos. Corramos un velo tupido como muro berlinés. Volátil como árabe primavera o como 15-M. Un millón de derechos humanos aplastados aquí o acullá. Otros mil millones de dólares distraídos. Los tiesos, abstemios. Los que paguen, manden. Robar, beber, catar, todo es empezar. Tenemos el boquete hecho.

Ambición hasta la muerte

Los hay que, a falta de salvación, buscan sedación -cuidado con la vocal- en el juego político e institucional, infinito. Se presentan -o se dejan presentar- a presidentes o alcaldes más allá de los 80 años cuando comenzaron en la veintena. Su perseverancia desluce al relevo. Desmerece a su presunto sucesor. Y a los paisanos. Parece que no hubiera nacido gente suficiente, en calidad, en cantidad, durante los últimos 60 años. Acabas como aquel alcalde: buscando a alguien mejor a tu alrededor. Con lo difícil que es eso.

Los hay que presumen de sedación consciente en el trabajo. Creen que les hará libres. Lo leyeron en la verja del chalé aquel. Todo sea por no estar en casa. Decían los expertos y los agoreros, en la competición ceniza que iniciaron en verano, que iba a escasear el empleo enseguida pero todavía hay demasiado. Aún cuesta esquivarlo.

Los viciosos son pesados

Las hay que tratan de sedarse con alguna fijación disfrazada de pasión, algún tipo de afición elevada a la categoría de arte -pura enajenación-. El único talento destacable: molestar a los inofensivos indiferentes.

Los hay, en tropel, que tratan de sedarse con cualquier estupefaciente. De comer. Inyectables. De fumar o libar. Estos psicoactivos, sean petardos o anacardos, tienen la ventaja de ser compatibles con el resto de elementos enajenantes.

Si es obligatoria, mejor la sedición. Antes que aguantar los sedantes forzosos a los intrigantes, diletantes y petulantes.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación