Cádiz
Ovaciones, memoria y emoción en el homenaje de Cádiz a quienes «representan lo mejor de nosotros»
El alcalde Bruno García destacó el alma gaditana en una ceremonia de Honores y Distinciones de la Ciudad de Cádiz en la que brillaron las intervenciones de Ignacio Moreno, Antonio Martín y Mercedes Salinas
La desternillante historia de Antonio Reguera como Hijo Predilecto de Cádiz
Fotos: La emoción marca la gala de entrega de Honores y Distinciones de Cádiz 2025
El alcalde de Cádiz, Bruno García, ha presidido este miércoles en el Palacio de Congresos la ceremonia de entrega de los Honores y Distinciones de la Ciudad de Cádiz 2025, un acto que ha definido como «una declaración de gratitud de todo un pueblo» hacia hombres y mujeres que «representan lo mejor de nosotros».
La ciudad ha reconocido a Mayte Córdoba, Antonio Reguera, José Luis Pájaro, Elvira Lindo, Kiki Hernández, Antonio Martín e Ignacio Moreno Aparicio como Hijos Predilectos; a Carmen Pinedo, Alberto Campo Baeza, Alicia Domínguez y Amparo Mogollo como Hijos Adoptivos; y entrega las Medallas de Oro a Mujeres de Acero y a las Víctimas de la Explosión de 1947.
García quiso recordar que «el alma de Cádiz es su gente, siempre lo ha sido: los que nos han precedido, los que nos trajeron hasta aquí y los que cuidaron su corazón, su esencia». En este tiempo «complejo, lleno de incertidumbres y de urgencias», el alcalde hizo un llamamiento a «volver a apoyarnos en nuestros referentes, en las personas que hacen de Cádiz una ciudad mejor: en los que nos dejaron y en los que hoy construyen este pueblo».
Los discursos de la ceremonia estuvieron cargados de emoción, memoria y gratitud. Pero especialmente intensos, aplaudidos y conmovedores fueron los de Ignacio Moreno Aparicio, Antonio Martín y Mercedes Salinas, en representación de las víctimas de la explosión de 1947, que despertaron una fuerte conexión con el público y provocaron largos aplausos.
El Hijo Predilecto Ignacio Moreno citó al filósofo Gustavo Bueno cuando aseguró que «no hay un honor comparable al honor de ser acogido por su propia ciudad como hijo suyo predilecto».
Moreno argumentó que su reconocimiento se debe en gran medida al Ateneo de Cádiz, institución con la que mantiene «una relación que va camino de medio siglo trabajando por la cultura y defendiendo los intereses generales de los gaditanos». Destacó «las 3.500 actividades culturales realizadas», las «25 placas colocadas en fachadas gaditanas» y los hermanamientos con otros Ateneos, así como el orgullo de que «la Academia Sueca de los Premios Nobel nos invite desde hace 10 años a participar en la elección del Nobel de Literatura».
Muy emocionado, compartió su situación personal: «Como algunos sabéis, mis últimos tiempos no han sido nada fáciles. He padecido varios procesos de salud que, gracias a la sanidad pública andaluza, a los buenos médicos que me tratan, al amor inconmensurable de mi mujer, a la ternura de mis hijos y al apoyo de mis amigos, voy satisfactoriamente superando».
Antes de despedirse, lanzó un llamamiento a la paz: «Seamos justos y pidamos que finalice la cruel carnicería genocida de Gaza, el sinsentido de la invasión de Ucrania y hagamos una llamada por la paz mundial».
Y cerró con cuatro reflexiones personales que recibieron un fuerte aplauso: «Primero, el tiempo es un gran misterio sin respuesta. Segundo, quedará algo de nosotros en el curso interminable del tiempo. Tercero, el azar rige nuestro destino. Y cuarto: no se olvide, vivir es urgente». Sus palabras, cargadas de emoción, fueron recibidas con una de las ovaciones más sentidas de la tarde.
Antonio Martín, también distinguido como Hijo Predilecto, subió al escenario «con el sombrero en la mano, como manda el libro de los hombres cultos» y quiso comenzar cantando como le enseñaron sus maestros.
Recordó con ternura a sus padres: «La cuna donde me parió María, mi madre. Hacia ella y hacia mi padre, Francisco, voló mi primer pensamiento. Donde quiera que estéis, mamá, papá, va por ustedes». También dedicó palabras de amor a su esposa: «Amparo, la mujer que más quiero sin duda y a la que más tiempo le he robado», y a sus hijos y nieta: «Habéis sido y sois los que me dais la fuerza para tirar siempre para adelante. Va por mi niña, Martina, la alegría de mi casa».
Tuvo también un recuerdo muy especial para «mis queridos colegas Pedro Romero, Juan Carlos Aragón y Manolo Santander», y para todos los autores y carnavaleros que dieron vida a sus coplas: «Por todos mis queridos y grandes comparsistas, coristas y chirigoteros que durante toda una vida echaron el alma por la boca para hacerlas suyas».
El carnavalero no se olvidó del conflicto en Gaza. «Va por los niños de Palestina y por todos los niños del mundo entero», exclamó con fuerza para después traer a la memoria una de sus coplas más sentidas.
La intervención de Mercedes Salinas, en representación de las víctimas de la explosión de 1947, puso voz a uno de los episodios más dolorosos de la memoria colectiva gaditana.
Una representación de Mujeres de Acero, reconocidas como «un ejemplo de lucha, de compromiso social y de transformación en un barrio como La Viña», llenó de fuerza el auditorio.
Carmen Pinedo recordó su trayectora vital y sus vínculos con Cádiz: «Llegué de noche, me alojé en un pequeño hotel en el paseo marítimo y al abrir la ventana vi la playa de la Victoria en todo su esplendor. Pensé: debe ser maravilloso vivir en el paraíso… y me quedé a vivir en él. Pero sobre todo descubrí que el paraíso era su gente, generosa, alegre y llena de talento. Aquí están mis raíces y las de mi familia».
Por su parte, Alberto Campo Baeza aseguró que «se me hace hoy el mayor honor que cabe en mi corazón: hijo adoptivo de la ciudad más antigua y hermosa de Occidente. Gracias, Cádiz».
Las palabras de Mayte Córdoba fueron emotivas y familiares: «Si me hacen hija predilecta de mi ciudad, es porque antes fui hija de mis padres. Siempre se habla de mi padre Gonzalo, pero hoy quiero recordar especialmente a mi madre Pepi, que luchó a su lado desde La Viña para sacar a su familia adelante».
La hija de Joaquín Hernández 'Kiki' trasladó la alegría del fotógrafo por el reconocimiento y agradeció «poder retratar y contar a través de sus fotos la historia más cercana, donde los verdaderos protagonistas siempre han sido los gaditanos y la gente de cada lugar por el que ha pasado».
Alicia Domínguez rememoró el momento cuando el alcalde la llamó: «Le pregunté tres veces: ¿seguro? ¿seguro, hija adoptiva? Pero si yo soy de Cádiz, Cádiz», comenzó entre risas, recordando su infancia en el barrio del Balón, La Viña y La Caleta: «Más de Cádiz que las tortillitas de camarones».
Dominguez explicó que este reconocimiento «significa muchísimo» porque «una ciudad te pertenece y tú le perteneces a ella cuando vas caminando por sus calles y te asaltan los recuerdos». Evocó rincones y vivencias que la construyeron: «Porque no habitamos los lugares, los lugares nos habitan. Nos habitan los lugares y su gente, la que te construye y te permite gozar del amor en todas sus formas».Comprometida con la memoria y la justicia social, cerró con un mensaje muy personal: «Me comprometo a seguir poniendo sonrisas, voz y grito en mis escritos y en mi vida. A seguir recuperando del olvido a los vencidos, a las mujeres invisibles y a quienes luchan por un mundo más justo».
Su intervención concluyó con un «gracias a la vida que me ha dado tanto. Y además ya puedo decir con orgullo y sin trauma que soy adoptada».
José Luis Pájaro comenzó recordando el momento en que recibió la llamada del alcalde: «Salía de comprar el periódico cuando vi un número desconocido. Pensé que querían venderme algo… pero era Bruno García para decirme que me proponían como Hijo Predilecto de Cádiz».
Agradeció emocionado a la Corporación Municipal, a su familia y a sus padres, que le inculcaron «el amor por Cádiz, su historia y su cultura». Rememoró su nacimiento en la calle Santiné, en el edificio que hoy es el Museo de las Cortes, donde «desde la cuna he estado rodeado de historia y de la maqueta de Cádiz, que para mí era como un Belén».
Pájaro evocó dos fechas clave de su vida: «El 9 de diciembre de 1973, cuando entré a trabajar en el Museo Histórico Municipal» y «el Día del Corpus de ese mismo año, cuando mi padre me entregó el martillo para sacar a la patrona, la Virgen del Rosario». Con orgullo, señaló: «Desde entonces, si Dios quiere, cumpliré 54 años con el martillo en la mano». Pájaro defendió con emoción la horquilla cofrade al proclamar: «No se puede perder». Además, «con el permiso de la Corporación Municipal y del señor alcalde», quiso compartir el galardón con su cuadrilla: «Con la actual, con la que ya no está saliendo y con los que están arriba». Y cerró con una anécdota que emocionó al público: «Una señora me dijo en la calle Ancha: felicita a tu familia. Y le respondí: mi familia no son siete u ocho… mi familia es Cádiz entero. Cádiz, y con ello comparto todo».
Con su característico humor, Elvira Lindo confesó: «Aquí, ser humorista es complicado, porque el humor brota bajo cada piedra de la ciudad. Cuando vengo a Cádiz me siento un poco sosa». Y añadió entre risas: «No tengo amigos aquí porque no vivo en la ciudad, así que hoy ustedes son mis mejores amigos. Los mejores que tengo en el mundo».
Dedicó especialmente el galardón a su hermana Inma: «Cuando escribí 'Corazón abierto', ella me sirvió de la memoria que yo no tenía», y recordó a sus padres, que llegaron a Cádiz para trabajar y vivir «la plenitud blanco y negro de su juventud».
La escritora cerró con una declaración poética que emocionó al público, recitando unos versos que evocaban sus raíces familiares:
«Manuel Lindo era mi padre,
mi madre Antonia Garrido.
Mi padre me dio la voz,
mi madre me dio el estilo.
Vivieron en la bahía su plenitud
blanco y negro de juventud.
La gloria de mis padres estuvo aquí
y mientras yo lo recuerde no tendrá fin.
Me trajeron al mundo en Cádiz,
¡ay, por alegrías!»
Amparo Mogollo reconoció que nació en otra ciudad «pero desde hoy puedo decir que soy de Cádiz», afirmó emocionada tras recibir la distinción. Recordó cómo su madre, gaditana, «no paró hasta que a mi padre lo destinaron aquí», y evocó su infancia entre la Torre Tavira, la playa y la Alameda. La doctora agradeció a sus compañeros y compañeras del Hospital Puerta del Mar, donde ha desarrollado su trayectoria profesional y su vocación en cuidados paliativos: «Siempre me he sentido en el hospital como en mi casa. Allí también he tenido mi segunda vocación: acompañar con respeto, cariño y sin miedo a quienes se acercan al final de la vida».
En su discurso, también rindió homenaje al doctor Alfonso Macías Carmona y a su marido Antonio, pilares fundamentales en su camino. Y cerró con una frase que arrancó un gran aplauso: «Mi prima siempre me dice que qué buena es la gente de Cádiz… y tiene razón».
Antonio Reguera, fiel a su estilo, arrancó carcajadas con una extensa anécdota sobre un viaje a la feria de Ceuta, una inspección aduanera con «un cánido pariente de Rintintín» y unos agentes «familiares de Sylvester Stallone», para terminar proclamando: «Llevo 75 años en la ciudad más bella del universo… ¡Viva Cádiz!».
Ver comentarios