Cádiz
Sin paliativos
Reconocer a quien, atesorando méritos de sobra, siempre rehuyó del protagonismo tiene un valor doble. Y es de justicia
Amparo Mogollo Galván: «Cádiz es el lugar al que siempre quiero volver»
Cádiz
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Iniciar sesiónCádiz distingue hoy a sus Hijos Predilectos y Adoptivos. Personas que a lo largo de su trayectoria han destacado en sus diferentes ámbitos: la ciencia, la música, la literatura, la política, la cultura, el humor, la arquitectura, la gastronomía, las causas sociales. En fin, por su notable desempeño en la vida.
Y si de vida se trata, cuando esta se iba apagando, ahí estaba la palabra amiga de Amparo Mogollo Galván en el Puerta del Mar. Una eminencia de los cuidados paliativos, esa rama de la medicina que pocas personas han sabido interpretar tan bien como ella.
Tal vez porque sus características innatas la hacían inmejorable para estas lides. La amabilidad y dulzura que otorgan esa tan necesaria calidez cuando el camino se va terminando. La atenta escucha que precisa el que aún tiene algo que decir. La elegancia de quien es sabedora de que la cercanía de la muerte no solapa la dignidad humana y que no hay distintos ante esa tesitura.
Fue, y es a su manera, una referencia para muchos que decidieron seguir su estela profesional. Porque en lo que muchos ven una labor ingrata, ella prodigó la prestancia de que se puede lograr que los últimos días se vivan de la mejor manera posible. El final no se puede cambiar, tampoco elegir. Facilitar que sea en armonía sí.
Sentó cátedra pero nunca fue de maestra. Tampoco se creyó más que nadie y trató siempre bien a quien estaba cerca, fuese en el papel que fuese. De ahí que los estudiantes de Medicina se dieran codazos por hacer las prácticas a su lado.
Los elogios le avergüenzan, por eso lleva días con unos nervios impropios de quien encarna la tranquilidad más absoluta. De ahí que su larga fama de despistada entrevere en parte la intención de quien se quiere hacer la tonta para no dar por buenas las merecidas palabras de alabanza. No atina a entender quién ha podido proponer su nombre para ser Hija Adoptiva de Cádiz, pero en el fondo sería más difícil saber qué familiar de sus pacientes, qué compañero o qué persona que la conozca mínimamente podría estar en desacuerdo.
Amparo Mogollo Galván es una gran doctora. También una gran madre, abuela, tía, cuñada, amiga. Una bella persona. No es un mal momento el actual para destacar a quienes lo son. Y si encima se premia a quien ha huido siempre de los honores, el valor es doble.
En esas dos mitades del mundo que son Sevilla y Cádiz, ella nació a orillas del Guadalquivir. De madre canaria, de padre extremeño. Pero aunque su nacionalización gaditana se consumó a los pocos años, hoy se oficializará, con papeles. Y fíjense que Hispalis no fue rencorosa y hasta debemos de estarle agradecida, pues Amparo no quería ser médico sino profesora. Eran otros tiempos y en Cádiz sólo había una facultad, la de Medicina, adscrita por entonces a la Universidad de Sevilla. Fue esa circunstancia la que ahora hace que estemos ante una médico excepcional, una de las mayores especialistas de España en cuidados paliativos.
Mi enhorabuena. Sin duda, un absoluto acierto su designación. Sin paliativos.
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