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El grupo isleño de rap Hipnotik prepara el lanzamiento de 'Carnaval', su segundo disco, grabado en Chiclana

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A diferencia de tantos otros trabajadores de la música que se autodefinen como «independientes», «alternativos» y demás zarandajas y se mueren por salir en Los 40, grabar un recopilatorio de grandes éxitos en directo tras el segundo disco y colaborar con Nacho Cano, Hipnotik no necesita pregonar su libertad. Simplemente se la curra. Después de un debut sorprendente con Fondo Sur (Estilo Hip-Hop, 2005, cerca de 7.000 ejemplares vendidos, multitud de conciertos y un hueco en el estrafalario y de moda panorama rapero nacional), continúan su serie gaditana con Carnaval, una vuelta de tuerca más para limpiar el óxido de los oídos acomodados.

Con palabras que son golpes («cojo el boli como una granada»), Julio Yoke ha facturado un total de 14 temas (más alguna sorpresa en forma de bonus-track) que «hablan de lo que me pasa, de la gente que trabaja, o no, y le pasan cosas, y es un disco muy de Cádiz, como el anterior, igual hacemos una trilogía y después de Fondo Sur y Carnaval sacamos algo que se llame Pasión», explica entre divertido y relajado este joven de San Fernando que, sin proponérselo, está dando pasos de gigante para crear una hasta ahora inexistente escena rapera gaditana.

Y es que en la provincia «hay mucha gente buena haciendo cosas, pero cada uno va por su lado». En una tierra donde todo aquello fuera de los márgenes que marcan el Carnaval, las peñas y la Semana Santa no recibe la más mínima atención por parte de las instituciones, y en un país que identifica música con el ruido de fondo que hay en los bares, donde no hay salas para tocar pero tampoco un público que las reclame (de las tiendas de discos mejor ni hablar), «en Inglaterra ir de concierto es una fiesta, y la gente compra discos, aquí no», Julio ha aglutinado a un buen puñado de colaboradores («en realidad el grupo es otro que en el primer disco, aquí entra el que quiere y tiene algo que ofrecer») en un trabajo que se caracteriza por la variedad en los detalles y la contundencia de las bases, un verdadero blitzkrieg musical en el que no deja títere con cabeza (así, en Artista local, sobre los cantautores municipales: «El tonto con guitarra del anuncio de CCC») y donde muchos podrán fácilmente reconocer escenarios de la provincia. La nómina de participantes es casi infinita, como el buen rollo que se destila en el estudio de grabación chiclanero capitaneado por Colin y Javi (www.soniclevel.com). Rafa de Los Delinqüentes ofrece lo que mejor sabe hacer, percusiones; María la Mónica, de EA!, pone su voz y su compañero de grupo Antonio Lizara las notas de saxo; Antonio Lozano toca la guitarra y un sinfín de raperos se añade a una lista que convierte a un grupo de un solo hombre en una verdadera comuna musical.

Referencias

Toda esta historia viene de lejos. De cuando Julio empezó a escuchar música. «Siempre me ha gustado mucho el rock duro y el heavy, y un día me dio por el rap». La modestia es una de las virtudes de este tipo tranquilo que imprime a su voz una peculiar caída al final de los fraseos para ofrecer así un plus rítmico en un disco que recoge buena parte de ese legado de punk-rock escuchado con atención en los años, no tan lejanos en su caso, de la adolescencia. «Y aquí estoy», resume su trayectoria con una frase tan lapidaria como las de las letras que factura mientras escucha la música sampleada que ha preparado Benji.

«Esto es muy raro, te lías a tocar y hacer maquetas y no te llama nadie, hasta que te llaman y te pones a grabar». Y es que Julio&friends, por usar una terminología propia, no son músicos por dinero, «tocábamos cuando nos dejaban, como un hobbie, nunca pensamos dedicarnos a esto». De hecho el primer disco lo grabó en los ratos libres que le dejaba el trabajo. «Ahora puedo seleccionar más porque tengo más tiempo, y tardo menos en hacer las cosas». Vive dígnamente de su nuevo trabajo, la música, «esto es como el baloncesto, hay quien juega en la ACB y quien juega en la NBA», y se permite hacer lo que quiere, «trabajamos con total libertad, la compañía no se mete». Y es que la industria es un monstruo necesario con el que hay que saber convivir. «Como todo el mundo, nos llevamos a veces bien y a veces mal, la parte de promoción es la más pesada, yo soy muy de estudio».

Una vez terminado el proceso creativo y de producción, sólo queda sacar el disco a pasear a la calle. La primera parada -«en realidad vamos a ver a Sepultura», confiesa- a final de mes en el Viña Rock de Villarrobledo, Albacete (www.vinarock.com), y desde ahí a la carretera a ganarse el pan y regalarnos los oídos.

Se les puede encontrar en el top-manta, «una mafia, aunque por mí que la gente piratee el disco y luego venga a los conciertos». Por lo que cuesta una comida merece la pena hacerse con el original y llevarse a casa un ejemplar de poesía urbana salpicada de ritmos. Una alegría en estos «malos tiempos para la lírica».