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Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, protagonistas del filme

«La isla mínima»: llega la mejor película española del año

Alberto Rodríguez, director de «Grupo 7», propone un asfixiante «thriller» policíaco con una sutil subtrama sociopolítica

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«Soy mucho mejor espectador que director», asegura Alberto Rodríguez mientras desgrana las influencias y deudas de « La isla mínima», denso «thriller» con trasfondo sociopolítico que dejó un grato sabor de boca en el Festival de San Sebastián y se postula como una de las mejores películas españolas del año más dulce del cine nacional. «Soy un gran espectador de cine negro y lector de novela negra. Mi coguionista, Rafael Cobos, también. Hemos metido en una batidora lo que hemos visto y leído en los últimos 30 o 40 años, con lo que cabe desde Pilar Miró a Ladislao Vajda con “ El cebo”. O “ Conspiración de silencio”, que es de las que más influyen en esta película».

[ Crítica de «La isla mínima», de Oti Rodríguez Marchante]

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La comparación es palpable: si en esta última Spencer Tracy llega a un pueblo hostil, bajo un calor asfixiante, en «La isla mínima» Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez encarnan a dos policías que acuden a un pequeño pueblo, junto a las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas. También se topan con un muro de silencios y medias verdades. «La película funciona en dos planos», describe Rodríguez. «La investigación criminal y, por debajo, el río subterráneo de 1980, un año complicado, con los protagonistas como metáfora de los que apoyaban la democracia y los que provenían del antiguo régimen». Con dos documentales («Atado y bien atado» y «No se os puede dejar solos») como fuente de inspiración, esa trama política fluye como una corriente sutil.

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Por encima, en la superficie, el thriller, puro cine negro. Con un entorno que se convierte en un personaje más: las marismas. «Es una planicie que no acaba nunca, que pasa por distintas fases según la época del año. Es como un mar de espejos cuando solo hay agua, o una pradera verde gigantesca cuando crece el arroz, o un campo dorado que se extiende al infinito cuando está la cosecha a punto, que es cuando rodamos nosotros», describe el director sevillano.

Un rodaje duro

Un entorno que no puso las cosas nada fáciles a los actores. «Luce muy bien, pero fue muy durete. Rodamos entre octubre y noviembre: hacía mucho calor por el día, pero por la noche bajaban las temperaturas a 4 grados bajo cero. Nos constipamos varias veces», cuenta Raúl Arévalo. «Nos sorprendían trombas de agua en cualquier momento. Como dice Alberto, las marismas están hechas para los insectos, y no para los humanos», le secunda su compañero de fatigas, Javier Gutiérrez.

Fatigas de las que da cuenta Arévalo tirando de humor: «Teníamos que filmar una carrera, la rodamos durante dos días y acabamos lesionados Javi y yo, llamando a un fisio desde Sevilla. La broma que hacíamos era: «Joder, macho, hacemos cuatro cosas de acción aquí y nos lesionamos. ¿Cómo lo hacen los de Hollywood, Tom Cruise, Matt Damon, Will Smith?».

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Lo que sí agradecieron los intérpretes fue el disponer de un lujo nada habitual en el cine español: un mes de ensayos. «Son fundamentales, egoístamente, porque me permiten estar seguro, y a los actores también», comenta Rodríguez, que arrastra fama de perfeccionista. «Espero no ser tan pesado como dicen que es David Fincher», bromea.

[Vídeo: así fueron los ensayos de «La isla mínima»]

Ensayos que, coinciden Arévalo y Gutiérrez, fueron de gran ayuda para encarnar a dos personajes que los alejan de los roles en los que suelen moverse. «Tenía inseguridad actoral por hacer algo tan hermético, frío y seco», confiesa el primero. «Alberto hace que uno se llene de cosas, que tengas mucha información para que luego brote en pantalla», agradece el segundo.

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Sobre sus hombros gravita el peso de la película, manejada por ese apasionado lector de Raymond Chandler y Manuel Vázquez Montalbán que es Alberto Rodríguez. «Jugamos con el estándar de los dos policías que se tienen que entender, las “buddy movies”, el policía negro y el policía blanco, en este caso ideológicamente enfrentados. Coger el género para subvertirlo». Y sutilmente, bajo su piel de thriller, ofrecer un bocado de Historia.

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