Estado actual de la glorieta donde se ubicará el Bernardo Alfageme
Estado actual de la glorieta donde se ubicará el Bernardo Alfageme - m. muñiz

Coia, el barrio rebelde

Treinta años después, los vecinos de esta zona de Vigo se vuelven a levantar en armas. Esta vez el problema no es la especulación urbanística, sino Caballero

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No hay más que echar la vista atrás treinta años para otorgarle al barrio vigués de Coia el título de «rebelde». Entonces, a diferencia de hoy, el grito de guerra era «A Bouza é nosa». Los vecinos no se amilanaron ante la especulación urbanística que amenazaba con convertir su parque en torres de ladrillo. Duras negociaciones que acabaron en un acuerdo, entre las constructoras con intereses en el denominado «Polígono de Coia» —aparcelado en 1972— y el movimiento vecinal surgido a raíz del conflicto. Se arrasó parte del bosque, pero hasta la fecha las 30 hectáreas que ocupa «A Bouza», su pulmón verde, siguen «sendo súas».

Conocido en la calle con el sobrenombre de «segunda Vallecas», la amenaza era real y así lo entendió el movimiento vecinal, que no tardaría en pasar a la acción ante una edificación desmesurada, convirtiéndose así en un importante foco de resistencia frente a constructoras y políticos.

El plan para edificar la parte norte, corrían los 90, no tardó en hacer aguas y en su lugar se diseñaron jardines y un parque infantil. Los activistas ganaban su primera batalla, pero aún no la guerra. La mirada de los «especuladores» dirigía las grúas hacía el sur, y de nuevo la oposición de los vecinos, en el marco del Movemento Cidadán da Parroquia do Cristo da Victoria, se apuntaba el éxito cerca del 2000.

Más allá de que los desmanes urbanísticos lograsen en los 60 paliar el déficit de vivienda del que entonces adolecía Vigo, a la lucha vecinal se le reconoce el mérito de haber convertido un barrio marginal en uno de los más populosos del municipio —con 30.000 habitantes—. Una lucha eterna que se mantiene a día de hoy. Porque Coia no es sólo su fachada, entendida esta como la avenida Castelao —una de las arterías de la ciudad—, sino también su interior. Al adentrarse en sus calles aún existenzonas con visibles carencias en infraestructuras urbanas y sociales, tal y como apunta la presidenta de la asociación de vecinos Cristo da Victoria, Marisol Polo. «Hay zonas sin luz, sin rampas…, con carencias reales», señala quien no pide «calles maravillosas, sólo necesidades para el barrio».

Y precisamente son estas necesidades sociales las que han llevado a los vecinos a alzar de nuevo la voz, a echarse a las calles. Altavoz en mano, aquella reivindicación social de «A Bouza é nosa» es hoy la de «O Barco no mar e os cartos a usos sociais». Un espejo en el que mirarse, como otros tantos como el movimiento del Gamonal, que logró paralizar un aparcamiento en el barrio burgalés.

Dos millones ya gastados

En este caso son muchos los que apuntan que el conflicto con el Bernardo Alfageme —el único barco de altura gallego que se conserva de mediados del siglo XX y que tras catorce años navegando sin rumbo acabará, más pronto que tarde, varado en la glorieta de la Avenida Castelao— «no va a acabar bien». Entre ellos, a título personal Polo, quien opina que el traslado es un «desnorte». Bien sea porque no han logrado trasmitir el mensaje, o porque este se ha entendido mal, la lucha va más allá de colocar un barco en una rotonda, «una obra maquillada como mantenimiento» para un pesquero en el que ya se han gastado, calculan desde la Asamblea Aberta de Coia, más de dos millones (entre la restauración, el vaciado y su mantenimiento). «Un auténtico despropósito y despilfarro», critican dos de las cabezas visibles de este movimiento, Emilio Suárez, párroco del Cristo de la Victoria, y Francisco Riveiro.

Entienden que la ciudad no puede mirar a otro lado con 30.000 parados, 700 personas que acuden diariamente a comedores sociales y unas 300 sin techo donde cobijarse, mientras el gobierno fondea en una glorieta 300.000 euros (el coste en el que estiman las obras, que el Concello rebaja a 100.000). «Un gasto desproporcionado e innecesario en unos momentos en que esta partida tendría un mejor uso atendiendo a las situaciones de emergencia social», apunta Riveiro a este diario, al tiempo que hace referencia a las irregularidades urbanísticas que rodean la actuación y que están ya en manos de la Fiscalía.

Mandarinas como arma

De su misma opinión es la presidenta de la Federación Vecinal Eduardo Chao, María Pérez, quien defiende que en la situación actual «se deben priorizar las personas. Cuando los servicios sociales están desbordados y piden manos, derrochar tal cantidad de dinero es una afrenta. Primero están las personas». «No se trata de una motivación política, sino social. El barco debería estar en un museo y no en una rotonda, donde se pudrirá», reprueba Suárez.

Armados con mandarinas ecológicas, poemas, pero sobretodo argumentos —frente a la opresión policial, defienden—, los integrantes de este movimiento conocen bien a quien tienen enfrente. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, firma la iniciativa pese a la oposición vecinal y del pleno, que con la mayoría de votos reclama una nueva ubicación para el Alfageme.

Mientras, en la zona, sitiada por la policía desde que el pasado noviembre los activistas acordaron paralizar las obras, el miedo a hablar es palpable. «Nadie quiere mojarse por miedo a la represalias», reconocen algunos de los consultados por ABC, que recuerdan que la crítica de los vecinos de Teis les supuso la pérdida de la subvención con la que gestionaban el centro cívico en 2012.

«Dicen que somos gente violenta y que hay partidos políticos metidos. ¡Que va! Esta es una movida por parte vecinos Coia», señala el párroco, que advierte que no se darán por vencidos ante la amenaza de que «la ciudad pasará por encima de quien se oponga al barco». Todo apunta a que, en esta ocasión, Caballero se equivocó de enemigo.

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