Pedro Sánchez ante la mirada José Ramón Gómez Besteiro
Pedro Sánchez ante la mirada José Ramón Gómez Besteiro - EFE

Baño y masaje a Pedro Sánchez en La Coruña

La asamblea del PSOE en la ciudad ha estado marcada por las amables preguntas por parte de la militancia a su líder

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La última visita de un secretario general del PSOE a La Coruña tuvo, igual que la del lunes, como escenario el edificio Palexco. En aquel entonces, las muchas butacas vacías de un auditorio con capacidad para 500 personas en un mitin en el que el partido pretendía enseñar músculo suponían el presagio perfecto del sonoro golpe socialista en las elecciones europeas. El propio Pérez Rubalcaba, el jefe del PSdeG, Gómez Besteiro; el eurodiputado José Blanco y la hoy candidata socialista a alcaldesa, Mar Barcón, naufragaban en el puerto herculino.

La cita del lunes tenía sus diferencias con aquella. La primera y más notoria era la mayor modestia del aforo, temerosos quizá de otro fiasco. La conjura de Pedro Sánchez con los suyos de cara a las municipales serviría también como un intento para apagar el fuego que envuelve al partido tras unas primarias fratricidas que se han cobrado ya muchas bajas entre los bandos perdedores.

La elección de La Coruña por su parte respondía quizá a la necesidad de recuperar un bastión histórico perdido tras la marcha de Francisco Vázquez, hoy peleado con el PSOE y más próximo a Ciudadanos. La fórmula elegida por Sánchez fue la de la asamblea abierta, con preguntas de militantes y otros miembros de la sociedad civil, sin posibilidad alguna de intervención para los medios de comunicación.

Repertorio y muchas dudas

Igual que las estrellas del rock, Sánchez llega a su actuación media hora tarde, y esto provoca que las dos horas de preguntas que se preveían se vean reducidas a poco más de una por motivos de agenda.

El auditorio recibe a su líder con un aplauso tímido y frío que a la postre será el leitmotiv de todo el evento. Tras unas palabras de Barcón y Besteiro, el secretario general del PSOE se dispone a enfrentarse a un turno de preguntas en el que serán mayoría los militantes del partido para no ponerle en aprietos. Es más, si lo hubiesen intentado, el formato de comparecencia favorecería al orador para escaparse de las incómodas, ya que los entrevistadores realizan baterías de cuestiones que son respondidas en bloque más tarde, con lo que resulta fácil «olvidarse» de alguna. No fue necesario. Sánchez se marcha sin decir nada nuevo, repitiendo las líneas que vienen marcando su discurso en los últimos tiempos, sin rastro de preocupación por la fractura en su partido y sin pronunciarse sobre la detención de la mujer del nuevo secretario coruñés, Julio Sacristán, por supuesta estafa.

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