El trono trae más presión para la «princesa triste» de Japón

Las numerosas obligaciones públicas de Masako ponen a prueba su recuperación tras una larga depresión

Masako sale del Palacio Imperial tras la entronización de su marido, Naruhito el pasado miércoles AFP
Pablo M. Díez

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Tras relevar esta semana a su padre Akihito, el nuevo Emperador de Japón, Naruhito, se presenta hoy públicamente ante su pueblo. Desde el balcón acristalado del Palacio Imperial de Tokio, Naruhito y su esposa, la Emperatriz Masako , saludarán hasta seis veces a sus súbditos durante toda la jornada. Con las vacaciones de la «Semana Dorada» prolongadas hasta los diez días, las más largas de este laborioso país, se espera una asistencia masiva. Cuando en 1990 subieron al trono sus antecesores, el ya Emperador emérito Akihito y su mujer Michiko, acudieron más de 100.000 personas. Una multitud que podría aumentar este año y que pondrá a prueba la recuperación de Masako, la «princesa triste» de Japón que arrastra una larga depresión.

Desde que se casó con Naruhito en 1993, esta diplomática formada en Harvard ha tenido serios problemas para adaptarse a las rígidas normas de la Familia Imperial nipona, que pasa por ser la monarquía más antigua del mundo con 1.300 años. De fondo aparecía siempre su imposibilidad para engendrar un hijo varón, ya que en Japón impera la ley sálica y las mujeres no pueden heredar el Trono del Crisantemo. Finalmente, y tras desaparecer de los actos públicos, Masako dio a luz a una niña, la princesa Aiko, que tiene ya 17 años, pero que en 2006 fue desplazada de la línea sucesoria por su primo Hisahito , hijo del segundo vástago del Emperador y ahora Príncipe Heredero.

También afectó mucho a Masako que, a pesar de ser la diplomática más brillante de su generación, no podía acompañar a su esposo en sus viajes al extranjero. Debido al machismo que impera en Japón, y que está aún más arraigado en la conservadora Casa Imperial, quedó relegada a un segundo plano porque lo único que se esperaba de ella es que engendrara un varón. La presión sobre Masako llegó a ser tan fuerte que Naruhito salió públicamente en su defensa, acusando a los chambelanes de la Agencia Imperial de coartar su personalidad y pidiendo a la sociedad nipona comprensión y apoyo para su esposa. Gracias al respaldo de su marido, Masako se ha venido recuperando de sus problemas de adaptación y del estrés de la vida en palacio.

Aparición pública

Por primera vez en once años, en 2013 viajó al extranjero de forma oficial para asistir a la coronación del rey Guillermo-Alejandro de Holanda. Poco después, hizo su primera aparición pública en siete años en Japón al acudir a un banquete en honor de los reyes holandeses en el palacio imperial de Tokio. En julio de 2015, acompañó a su esposo a la coronación del rey de Tonga, Tupou VI, donde los medios nipones desplazados la retrataron «feliz y sonriente». Y, en noviembre de ese mismo año, volvió a la Fiesta de Otoño del Jardín Imperial de Akasaka después de más de una década ausente. Antes de las ceremonias del relevo imperial, en febrero asistió a un concierto de violín en Tokio donde se la vio aplaudiendo con alegría y charlando animadamente con su marido y otros acompañantes.

Pero esta recuperación gradual podría venirse abajo porque, a partir de ahora, aumentarán sus obligaciones y compromisos al ser la nueva Emperatriz de Japón. A sus 55 años, puede verse atrapada otra vez por la vorágine de la agotadora actividad oficial que desempeña el Emperador en Japón, cuya agenda incluye más de 250 encuentros oficiales anuales y 75 viajes domésticos y al extranjero. Un cambio radical de vida para Masako, que se ha pasado buena parte de los últimos 15 años encerrada en el Palacio de Togu.

«Me gustaría que Masako estuviera activa dentro de lo que le permita su salud. Antes que nada, su salud es más importante que su trabajo como Emperatriz», opina para ABC Ikuyo Matsumoto, profesora de la Universidad de Yokohama especializada en ceremonias de entronización. A su juicio, «Masako nos ha enseñado a los japoneses que, antes que Emperatriz y esposa, es una persona con su propia mentalidad».

En un país como Japón, donde prima el colectivo y la sociedad está muy constreñida por las normas y la tradición, el drama de Masako le ha hecho ganarse el cariño del pueblo. «Me da pena por ella y espero que, ahora que es Emperatriz, pueda controlar la situación para que no sufra tanto como antes», confía Haruka Tamagami, empleada de banca de 29 años. Para apoyarla, decenas de miles de personas acudirán hoy al saludo en el Palacio Imperial, pero esa muestra de afecto podría traerle otra vez más presión y miedo a sus nuevas obligaciones públicas.

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