Naruhito, un emperador globalizado para renovar el tradicionalismo nipón

Casado con Masako, una diplomática educada en Oxford como él, tiene una hija que no podrá heredar el Trono del Crisantemo por ser mujer

Pablo M. Díez

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Junto a Carlos de Inglaterra, Naruhito era el otro príncipe condenado a ser heredero para siempre. Máxime en un país como Japón, que tiene la esperanza de vida más alta del mundo y donde abundan los centenarios. Pero su padre, el Emperador Akihito, le abrió de repente la puerta al Trono del Crisantemo cuando, en 2016, sorprendió a todos al anunciar su deseo de abdicar por problemas de salud. Aunque la mitad de los 126 emperadores de Japón han cedido el trono en vida, esta posibilidad no estaba contemplada en la actual Constitución, que ha habido que reformar pese a la oposición de algunos. Los sectores más tradicionalistas, incluido el Gobierno, querían que siguiera en el trono hasta el fin de sus días aunque estuviera enfermo como su padre Hirohito, quien sufrió un cáncer terrible durante su último año. Enfrentándose a ellos, consiguió convencer al Gobierno al contar con la comprensión de la mayoría de la sociedad.

A sus 59 años, Naruhito sucedió ayer a su padre sin que este haya tenido que fallecer. Nacido el 23 de febrero de 1960, el hijo mayor del ya Emperador Emérito Akihito y la Emperatriz Michiko entró con solo cuatro años en la Corporación Escolar de Gakushuin, una institución educativa nipona para formar a los hijos de la nobleza. Allí obtuvo un título universitario en Historia en 1982 antes de recalar en Oxford, donde vivió durante tres años y escribió una tesis sobre la navegación en el Támesis en el siglo XVIII. Dicha tesis fue también la base de su libro sobre su experiencia británica, en la que escaló los picos más altos del Reino Unido, frecuentó los pubs con más solera, como el «Trout Inn» y «The White Hart», fue presidente honorario de los clubes de kárate y judo y destacó en el tenis y el golf.

En Oxford, además, pudo refinar el inglés con acento australiano que había aprendido cuando, con 14 años, el Emperador Akihito lo envió a vivir en casa del empresario Colin Harper , donde empezó a despuntar en el violín, un instrumento que finalmente acabó abandonando por la viola. A su regreso a Japón tras pasar por Oxford, el príncipe Naruhito volvió a la Universidad de Gakushuin, donde obtuvo un Máster en Historia en 1988. Interesado en la conservación del agua, es un erudito en los sistemas de transporte y ha participado en el Comité Olímpico Internacional. En 2012, cuando su padre fue operado del corazón, el Príncipe Heredero Naruhito asumió sus funciones durante cuatro semanas.

Aparte de Inglaterra, Japón es uno de los pocos países que puede presumir de tener monarcas educados en Oxford, ya que tanto Naruhito como su esposa Masako, de 55 años, se formaron en dos de sus más prestigiosas facultades: Merton y Balliol, respectivamente. Con Masako Owada , una diplomática a la que conoció en una recepción ofrecida en Tokio a la Infanta Elena en 1986, tiene una hija, la princesa Aiko, de 17 años. Desde el principio de su matrimonio, la pareja ha estado sometida a una fuerte presión. Primero, la Agencia de la Casa Imperial nipona se opuso al enlace porque ella era una plebeya y luego criticó a Masako por no poder darle un hijo varón a su marido, ya que en Japón rige la ley sálica y las mujeres no pueden heredar el trono.

Para que la princesa Aiko pudiera entrar en la línea sucesoria, el Gobierno del entonces primer ministro Junichiro Koizumi hasta se planteó reformar la Constitución para abolir la ley sálica. Pero el segundo hijo del Emperador, el príncipe Akishino, tuvo en septiembre de 2006 un varón, Hisahito, que apartó a su prima de la línea sucesoria. Era el primer varón que nacía en la Casa Imperial en los últimos 40 años. Como sus padres ya habían tenido dos niñas doce años antes, las malas lenguas aseguran que recibieron la ayuda de la fecundación “in vitro” y, por orden de la Casa Imperial, se decidió genéticamente traer al mundo un varón. Arrastrando una larga depresión por no haber podido darle un heredero a Naruhito, ahora está por ver cómo afectan a los delicados nervios de Masako sus nuevas obligaciones como Emperatriz.

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