Machismo imperial en Japón

El mayor reto para el Emperador Naruhito será abrir el trono a las mujeres. Su hija no podrá sucederlo por la ley sálica

La Princesa Aiko, hija única del nuevo Emperador Naruhito AFP / Vídeo: Japón abre una nueva era imperial con la ascensión al trono de Naruhito
Pablo M. Díez

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Naruhito, el nuevo Emperador de Japón, acaba de heredar el trono de su padre, Akihito, pero no podrá cedérselo a su única hija, la princesa Aiko. Como en Japón rige la ley sálica, las mujeres tienen vetado el acceso al Trono del Crisantemo, al que solo pueden subir los siguientes varones en la línea de sucesión. Estos son el hermano menor del actual Emperador, el ahora Príncipe Heredero Akishino, y su hijo Hisahito, que nació en 2006 y fue el primer varón de la Familia Imperial japonesa en cuatro décadas.

Como metáfora del descenso de población que sufre este país, la falta de varones amenaza la continuidad de la monarquía nipona, que presume de ser la más antigua del mundo con 1.300 años. Aunque se ha abierto el debate sobre la apertura al trono de las mujeres, los tradicionalistas se oponen. De fondo subyace el machismo que impera en Japón, el país desarrollado con menor integración laboral femenina. Un claro ejemplo se vio el miércoles, cuando las mujeres de la Familia Imperial se quedaron fuera de la ceremonia de ascenso al trono de Naruhito. Solo pudo asistir, y por formar parte del Gobierno, su única ministra, Satsuki Katayama, quien se convirtió en la primera mujer en acudir a un acto de este tipo en la historia moderna de Japón.

Cruelmente criticados

Para Naruhito, uno de los mayores retos de su reinado será abrir el Trono del Crisantemo a las mujeres. Por experiencia propia, sabe que será difícil. Tanto él como su esposa, la Emperatriz Masako, han sido cruelmente criticados por no poder engendrar un varón que herede el trono nipón. Sobre todo ella, tan presionada por la Agencia de la Casa Imperial que acabó sufriendo una profunda depresión que arrastra desde hace casi dos décadas.

Primero, la Casa Imperial nipona se opuso a Masako Owada, una brillante diplomática a la que Naruhito conoció en una recepción ofrecida en Tokio a la Infanta Elena en 1986, porque era una plebeya. Y luego, tras la boda, todos los ojos se posaron sobre ella cuando no pudo darle un hijo varón a su marido.

Para que la princesa Aiko, nacida en 2001, pudiera entrar en la línea sucesoria, el Gobierno del entonces primer ministro Junichiro Koizumi estudió reformar la Constitución y abolir la ley sálica. Pero el príncipe Akishino, segundo hijo del Emperador Akihito, y su esposa, Kiko, tuvieron en septiembre de 2006 a Hisahito, quien apartó a su prima de la línea sucesoria. Como sus padres ya habían tenido dos niñas doce años antes, las malas lenguas aseguran que recibieron la ayuda de la fecundación «in vitro» y, por orden de la Casa Imperial, se decidió genéticamente traer al mundo un varón.

El nacimiento de Hisahito cerró el debate, pero estos días se ha vuelto a reabrir pensando en la estabilidad de futuras sucesiones. El problema no es que «solo los varones descendientes por línea masculina heredarán el trono», como establece el artículo 1 de la Ley de la Casa Imperial, sino que tampoco puede haber regentes femeninas («josei miyake»). Una ruptura con el pasado porque, desde el siglo VI con Suiko, en Japón ha habido ocho emperatrices regentes. Además, las mujeres de la Familia Imperial que se casan con plebeyos «deben renunciar a su estatus como princesas», según manda el artículo 12. Esta salida de la Familia Imperial conlleva que sus hijos, aunque sean varones, tampoco podrán entrar en la línea de sucesión porque su padre es un plebeyo.

Así lo hizo Sayako, hermana del actual Emperador, cuando se casó con un funcionario del Departamento de Urbanismo de Tokio en 2005. Y así lo planea también su sobrina Mako, hermana del príncipe Hisahito, tercero en la línea al trono. En el futuro, será el único heredero, con los riesgos que eso entraña para la continuidad de la monarquía nipona, si no se cambia la ley para abrir el trono a las mujeres.

Hombre de su tiempo

Lo vaticina el periodista Katsuhisa Saito, experto en la Casa Imperial, en sus artículos de estos días en el portal de noticias Nippon.com, donde analiza estos problemas. «Políticamente, es complicado abrir el trono a las mujeres porque ya hay un heredero varón y a ningún partido le daría réditos electorales, pero con el nuevo Emperador surgirán preguntas sobre un sistema de sucesión tan rígido como el japonés», explica a ABC Saito. En su opinión, todo dependerá de Naruhito, que «es un hombre de su tiempo y ha visto mundo», y de la conservadora sociedad nipona, donde poco a poco van calando los mensajes sobre la igualdad de género que tan fuerte están sonando en Occidente gracias a movimientos como el «MeToo».

«A las mujeres se les debería permitir también heredar el trono porque hemos entrado en una nueva era y debemos ser iguales que los hombres», reclama Mana Tamamura, una joven de Tokio que acudía esta semana con su marido, Hitoshi, a ver el Palacio Imperial. A las puertas de este enorme parque amurallado, que se levanta sobre el antiguo castillo de Edo (siglo XV), decenas de miles de japoneses celebran el inicio de una nueva era bajo el reinado de Naruhito. Denominada «Reiwa», significa «Bella armonía», lo que no podría ser más apropiado para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres y acabar así con el machismo imperial de Japón.

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