El abanico español
Refrescarse haciendo un poco de aire es tan antiguo como el ser humano. Los primeros abanicos conocidos se dieron en el Antiguo Egipto y eran gigantescas hojas de palmera o banano, plumas de avestruz unidas entre sí por una cuerda o enormes trozos de tela accionados con un palo: lo que actualmente sería un abano. Pero el país con el que se identifica al abanico de varillas de mano es España.
De Egipto el abanico pasó a Grecia y al Imperio Romano : aún se observan vasijas y frescos con dibujos de dioses portando abanicos como regalo, si bien se trataba de piezas rígidas tipo paipái o uchiwa. En cambio, el abanico plegable con varillas es un invento mucho más reciente que no tiene más de cinco siglos. Parece haberse ideado en Corea, desde donde pasó a China y de allí a las colonias españolas y portuguesas de Asia. Aunque su esplendor en forma de paipái en Europa tuvo lugar durante el reinado de Luis XIV, tanto los modelos rígidos como los de varillas «españoles» se elaboraban con tafetán, marfil, nácar, encaje, perlas y piedras preciosas, fue en España donde -quizás también por el calor- caló entre la población.
Las majas, las manolas, las señoras vestidas de traje de faralaes e incluso varios trajes típicos de distintas regiones españolas, utilizan el abanico. Carteles de ferias, de productos de belleza, e incluso un póster promocional de los nuevos vuelos de Scandinavian Airlines a España en los años 50, todos presentaban la figura femenina española con un abanico en la mano. En la actualidad, el abanico ha pasado a ser un complemento poco utilizado, al que se recurre en las corridas de toros veraniegas del sur de España o en algunos días de julio y agosto. Olvidada queda la campiología, ese sistema de signos, posiciones y movimientos que otorgaban un especial lenguaje al abanico.
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