Las Infantas más queridas

España ha sido una potencia en consortes para los Reyes de Europa, pero muchas Infantas han destacado por sí mismas y se han ganado el cariño del pueblo

La Infanta Paz (la primera de la izquierda) con su marido, el Príncipe Luis Fernando de Baviera (en el centro), que era médico y tiene a su hija Pilar cogida del brazo ABC

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Unas por su sabiduría, otras por su bondad y algunas por su personalidad, han sido muchas las Infantas de España que , al margen de sus matrimonios con Reyes o Príncipes, supieron destacar por sí mismas y ganarse el cariño de sus contemporáneos . Para José Luis Sampedro, vicepresidente de la Asociación de Diplomados en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, tres de ellas son Doña Juana de Austria, hija de Carlos V, y las hermanas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, hijas de Felipe II.

Juana de Austria (1535-73) llegó a ser Regente de España con menos de veinte años, algo que hizo de manera admirable, mientras su padre y su hermano, Felipe II, permanecieron en los Países Bajos y en Inglaterra. Para ello, tuvo que regresar de Portugal, al quedar viuda y dejar en esa tierra a su hijo, de solo cuatro meses, que era el Heredero. Juana también es la única mujer que ha ingresado en la Compañía de Jesús, orden a la que se sentía muy próxima por su cercanía a San Francisco de Borja y San Ignacio de Loyola.

Otras dos Infantas que supieron ganarse, cada una a su manera, el cariño del pueblo fueron las hermanas Isabel Clara Eugenia (1566-1633) y Catalina Micaela (1567-97) . Las dos niñas, que perdieron a su madre cuando tenían uno y dos años, crecieron muy unidas y eran las favoritas de su padre, Felipe II, que les dio una formación excepcional: estudiaron matemáticas, filosofía, historia, literatura y música, y hablaban francés y latín.

Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela ABC

En los retratos de la época, en plena Contrarreforma, se ve a las Infantas vestidas recatadamente, de acuerdo a los valores éticos y estéticos de la Monarquía católica de Felipe II . Isabel Clara Eugenia se convirtió en la eterna Heredera, por la muerte de sus hermanos varones, y también en una figura indispensable en la Corte, por el fallecimiento de la última esposa de su padre y la necesidad de que ella se ocupara de los hermanos menores. Pero también acompañaba al Rey y discutía con él sobre cuestiones de gobierno. Con 32 años se casó con el Archiduque Alberto de Austria y su padre le dejó como dote los Países Bajos, donde ejerció como Gobernadora con gran prudencia, experiencia y sabiduría, lo que mejoró la economía de la región y el bienestar del pueblo. Cuando enviudó, Isabel Clara Eugenia tomó los hábitos de terciaria franciscana, y no se los quitaba ni en los actos oficiales más solemnes. No solo fue una de las mujeres más importantes de su época sino que se convirtió en una figura popular y admirada por su sabiduría y buen criterio.

Traslado a Italia

Su hermana, Catalina Micaela, dio con 18 años el paso más doloroso de su vida, al casarse por cuestiones de Estado con el Duque de Saboya, no porque su matrimonio no fuera feliz, que lo fue, sino porque aquella decisión supuso su traslado a Italia y nunca más volvió a ver a su familia. El Duque compartía con ella el gobierno de sus territorios y Catalina dio pruebas de su capacidad y aplicó los conocimientos que había adquirido junto a su padre.

LaInfanta más popular y querida de todos los tiempos fue Doña Isabel de Borbón (1851-1931), conocida como La Chata . Inteligente, ingeniosa y cercana, le gustaba el contacto con la gente sencilla del pueblo en verbenas y romerías. La Infanta recorrió toda España, la representó en el exterior e hizo una gran labor benéfica. Pagaba carreras, concedía pensiones para estudios, ayudaba a labrarse un porvenir en la industria, el comercio o el arte y donaba importantes cantidades. Tras enviudar –su marido, el conde de Girgenti, se suicidó– dedicó su vida a apoyar primero a Alfonso XII, después a la Reina María Cristina y finalmente a Alfonso XIII, llevando la Corona a donde no llegaban los Reyes. La República la sorprendió en su palacio de la calle Quintana con 79 años, enferma y postrada en una silla de ruedas. Fue el único miembro de la Familia Real al que el nuevo régimen permitió que se quedara en Madrid, pero ella quiso partir con los suyos hacia París, donde murió el 23 de abril de 1931 en una residencia de monjas.

La Infanta Isabel siempre fue generosa, solidaria y cercana ARCHIVO ABC

También su hermana, la Infanta Paz (1862-1946), se convirtió en una persona muy querida, pues renunció a su vida cómoda para implicarse en causas pacifistas y solidarias. Casada con el Príncipe Luis Fernando de Baviera, vivió cerca de Munich, donde creó la Spanisches Pädagogium, una institución que formaba a niños españoles sin recursos con la avanzada enseñanza alemana.

El ejemplo de las Infanta Isabel y Paz lo siguieron sus sobrinas la Princesa María de las Mercedes (1880-1904) y la Infanta María Teresa (1882-1912), hijas de Alfonso XII . Ambas perdieron muy pronto a su padre y se convirtieron en los apoyos de su madre, la Reina María Cristina, convertida en Regente. Las dos Infantas murieron muy jóvenes y sus entierros se convirtieron en unas impresionantes muestras de duelo del pueblo de Madrid, agradecido por todas las obras benéficas que habían hecho ambas en sus cortas vidas.

Entre las Infantas contemporáneas, también Doña Pilar (1936-2020) y Doña Margarita (1939-) se han ganado el afecto de los españoles. Ambas han dedicado parte de su tiempo a una causa solidaria –Doña Pilar, con el Rastrillo de Nuevo Futuro, y Doña Margarita, con la Fundación Duques de Soria–, pero lo que las ha hecho diferentes ha sido su vida sencilla, su personalidad abierta y cercana, y su forma de ser, ajena a toda afectación.

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