Su propietario, el abogado Carlos de Almeida Castro, brinda en la última cena del local
Su propietario, el abogado Carlos de Almeida Castro, brinda en la última cena del local - ABC

Cierra el restaurante favorito de los políticos brasileños

Durante 40 años, Piantella dio de comer a los dirigentes de Brasil. Allí se urdieron traiciones y se celebraron victorias electorales

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Brasil acaba de vivir el final de dos épocas. Mientras los senadores sellaban el «juicio final» de Dilma Rousseff y de su Partido de los Trabajadores (PT), cocineros y camareros preparaban la última cena del restaurante Piantella, en Brasilia, un lugar donde la política era aún más importante que el arte culinario. Un reducto en el que, en los últimos 40 años, se tramaron conspiraciones y movimientos de cambio, al tiempo que se daba cuenta de un rodaballo, unos camarones o un cordero al horno.

Cuando las luces del Senado se apagaban poniendo punto y final a la presidencia de Rousseff, el pasado 31 de agosto, el Piantella también desconectaba las suyas al no poder superar los estragos de la una crisis económica que ha golpeado a los partidos casi con la misma fuerza con la que ha cerrado bares y restaurantes en Brasilia.

«Destituyeron al Piantella también», reclamaba en su Twitter el senador Jorge Vianna, correligionario de Rousseff.

En los salones de este establecimiento, cercano a las principales sedes del poder político brasileño, a menudo se decidieron los rumbos del país. Y por allí pasaron los políticos más destacados. Ulysses Guimarães, símbolo del regreso de la democracia en 1985, tuvo en Piantella una mesa reservada hasta su fallecimiento en 1992.

Uno de los salones de Piantella
Uno de los salones de Piantella - ABC

La asistencia de los políticos a este restaurante era tan habitual que incluso el ex presidente del Congreso, Eduardo Cunha, tuvo que llamar al gerente del establecimiento para pedirle que avisara a los parlamentarios que se encontraban entre la clientela, pues no había quorum para la votación de la acción que iniciaría el proceso de destitución contra Rousseff.

De hecho, el equipo del restaurante ya estaba acostumbrado a ser una extensión del Congreso. Fueron muchas las ocasiones en que un político llamaba para abrirlo de madrugada, tras convocar una reunión u organizar una celebración a última hora. Guimarães y el expresidente Tancredo Neves, por ejemplo, celebraron con una cena el triunfo del movimiento que encabezaron, «¡Directas Ya!», con el que se reconquistó la democracia. Nada más natural que hacerlo en las mismas mesas en las que gestaron aquella campaña.

Entre los muros del Piantella también se levantó el cuartel general para acabar con el mandato expresidente Fernando Collor de Mello, en 1992, así como con el de la propia Dilma Rousseff. Fue también el local donde el todopoderoso José Dirceu, mano derecha del expresidente Lula da Silva, recibía amigos y disfrutaba de grandes vinos junto a otros dirigentes del PT. También fue el reducto favorito de su antiguo aliado, el ahora presidente Michel Temer.

«Era la segunda casa de mucha gente. Aquí se trabajó por la democracia», ha dicho su propietario, el abogado Antonio Carlos de Almeida Castro. Más conocido como Kakay, Almeida Castro es uno de los abogados más famosos de la capital y habitual defensor de los políticos procesados por corrupción. Muchos de sus clientes en la mesa también lo han sido en el banquillo de los acusados.

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