Adele teme que sus daños vocales la retiren de los escenarios

Tras suspender dos conciertos en Wembley revive el mal trago que hizo peligrar su carrera en 2011

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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La historia de Adele, de 29 años y con un hijo de cuatro, es hasta ahora un bonito cuento de hadas. La hija de una madre soltera salida de los suburbios duros de Londres, que con una impactante voz de contralto, llena de sentimiento y fuerza, se ha convertido en una gran diva mundial que despacha millones de discos en una era en que son una reliquia. A Adele se le agradece además su aspecto de chica real: entrada en peso, con ropajes holgados, ajena al modelo enseña- cacha-recauchutado que impera.

Pero la bilogía ha traído nubarrones al cuento. En 2011, sufrió una hemorragia en las cuerdas vocales por forzar la voz. Hubo de ser operada, con dudas serias sobre si podría volver a ser la de antes y el consejo de que espaciase sus giras.

Lo logró. Incluso mejoró sus prestaciones tras aprender a cantar de otra manera, más sofisticada y técnica. Seis años después el problema ha retornado. Se ha visto forzada a suspender dos de sus cuatro conciertos en el estadio de Wembley de Londres, donde cada noche la esperaban 96.000 espectadores con el «sold out» en taquilla.

«Estoy bajo tratamiento médico y simplemente no puedo actuar», ha reconocido en un comunicado a sus seguidores. «Decir que tengo el corazón roto es poco», señala la artista, que concedía un valor especial a unos «shows en casa», en Londres, con los que finalizaba una gira de 123 citas que comenzó en marzo del año pasado en Belfast. Adele Laurie Blue Adkins teme incluso que la afección de sus cuerdas vocales pueda apartarla de los escenarios: «Ni siquiera sé si volveré a hacer otra gira».

La artista se disculpa encarecidamente ante las 192.000 personas que se quedarán sin verla tras comprar sus entradas, a cincuenta euros la más barata. Podrán recuperar el dinero, pero muchos habían viajado desde lejos para verla, algunos incluso desde el extranjero. Antes de afrontar el reto de sus cuatro veladas en Wembley, Adele había padecido una bronquitis, según algunos medios ingleses. «Siento como estuviese con una rata en la garganta», comenzó el jueves desde el escenario en su segunda actuación. Con su acento londinense de barrio y sus floridos tacos también reconoció que la cita la impresionaba: «Nunca he estado tan jodidamente asustada en toda mi puñetera vida».

Los dos primeros conciertos fueron un éxito para su público y la crítica. «Franca, divertida y con una voz fantástica. No hay mística ni enigma, solo una cantante en la cima de su carrera», resumió el «Financial Times». Pero en la noche del jueves, nada más bajar de las tablas, necesitó asistencia médica y se vio forzada a suspender las citas de sábado y domingo. Ahora descansa mientras recibe tratamiento con esteroides.

Antes de los conciertos, Adele se había significado por su encomiable apoyo a las víctimas del dantesco incendio de la torre social Grenfell, en North Kensington, donde murieron ochenta personas por una negligencia en el material de la fachada. Al día siguiente del concierto, acudió a la vigilia por las víctimas y en Wembley pidió a sus seguidores que hiciesen donativos. A finales del mes pasado, se presentó por sorpresa en el cuartelillo de los bomberos de Chelsea con unos pasteles, para darles las gracias por su heroísmo en la torre. Tocó en el cristal de la base de King’s Road y se presentó con un simple: «Hola, soy Adele». «Una chica encantadora, auténticamente con los pies en el suelo, preocupada y humilde. Una persona hermosa», la elogió uno de los bomberos.

Adele es hija de inglesa y galés y nació en Tottenham, al Norte de Londres. Cuando tenía dos años su padre las dejó y su madre la sacó adelante trabajando a salto de mata. Tras un tiempo en la costa, en Brighton, acabaron volviendo a Londres, a barrios complicados del Sur, Brixton y West Norwood. Adele estudió Interpretación en una respetada academia próxima. Nada más acabar, grabó un vídeo con algunas de sus canciones. Un amigo lo subió a Myspace, lo vio el ojeador de una discográfica y comenzó el milagro. En 2008 publicaba el primero de sus tres discos, «19», y llegaban las ventas millonarias y los primeros Grammy.

Adele, aunque posee talento y compone, no es precisamente una intelectual de la música. Reconoce sin ambages que la inspiración que la puso en marcha fueron las Spice Girls. Aunque luego abrió sus oídos y asegura que aprendió a cantar empollándose a tres gloriosas divas negras: «Las escalas de Ella Fitzgerald, la pasión de Etta James y el control de Roberta Flack».

Está casada con Simon Konecki, un financiero neoyorquino de 43 años, divorciado en 2008 y padre de una hija de ocho años de su anterior matrimonio. Konecki trabajó en Lehman Brothers, pero lo dejó tras una crisis de conciencia y fundó una compañía que ofrece agua al tercer mundo. Simpatizante laborista, Adele posee mansiones en el Sur de Inglaterra y en Beverly Hills.

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