Fuera de sitio

Iker Casillas, Sara Carbonero y la fragilidad del amor

«Amar con salud es fácil, lo difícil es querer enfermo. Y que te quieran bien»

Iker Casillas y Sara Carbonero Gtres
Lola Sampedro

Lola Sampedro

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La enfermedad nos desnuda. Cuando entra en tu vida sin avisar, arrasa con todo y ya solo existe ese dolor. Tu mundo se da la vuelta en ese momento en que la posibilidad de la muerte se materializa, cuando se acerca tanto a ti que lo acapara todo. El primer diagnóstico solo deja espacio para el miedo y la fragilidad. También para una soledad fagocitadora, para un desamparo sin analgésico que solo es capaz de aliviar el paso de los días. Y el amor; solo el amor gigante tiene la capacidad de abrigarte en ese erial.

La enfermedad es una apisonadora que lo aplasta todo . Da igual que seas optimista o pesimista, se lleva todo por delante y nadie que está ahí vuelve a ser la misma persona. Te cambia y nunca es para mejor. No hay aprendizaje en eso, solo dolor y destrucción. Si consigues superarlo, aprendes sobre todo que esta vida puede ser muy cruel, poco más. Si sobrevives, por lo general, vuelves a tu vida. Pero esa cicatriz siempre estará ahí y pasas a formar para siempre parte de ese club de supervivientes . Si no sobrevives, te mueres, punto. Te lo pierdes todo y los demás siguen con sus vidas. No hay más, aunque parezca mentira.

La enfermedad nos quita la careta , no hay disfraz que aguante todo ese camino. Descubre al que la sufre y también a los que están a su alrededor. Algunos son incapaces de acompañarte, justo en ese momento en que más necesitas a tus afectos. Además de quererte, tienen que ser valientes para permanecer junto a ti. Ser cobarde y huir cuando todo ese sufrimiento nos supera es más fácil de lo que parece. Ese abandono suma al dolor un sentimiento mucho más pegajoso y triste: la decepción.

Leo sobre la separación de Iker Casillas y Sara Carbonero y me pregunto cuánto de todo eso hay ahí. Dentro del respeto por la intimidad hay espacio para la compasión. Te cuentan que ese amor podría haberse roto y lo primero que viene a la mente es aquel primer beso de la final de Mundial de Fútbol. Te das cuenta, una vez más, de que con la ruptura el enamoramiento ya es solo un recuerdo. Algo lejano que vivió una persona que ahora se parece poco a ti. El amor, cuando es pasado, cuando ya solo permanece en tu memoria, tiene algo de patético y descorazonador.

De aquel beso han pasado 11 años, un matrimonio, dos hijos y el azote de la enfermedad. El infarto de él, el cáncer de ella y un marido confesando que no ha estado a la altura durante el tratamiento de su mujer. Amar con salud es fácil, lo difícil es querer enfermo. Y que te quieran bien.

En ese pozo negro de la separación también nos metemos desnudos. Por ahí es casi imposible pasar de puntillas, te zambulles durante un tiempo en ese lodo y te retuerces sin disfraz posible. Solo hay un sentimiento capaz de aligerar el desamor: el desencanto. La ruptura es más fácil cuando te han decepcionado. Entonces, por fin, ya no quieres mirar atrás.

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