Cuenta atrás para la vida de cuatro generaciones del circo

La familia Quirós no entiende que el Ayuntamiento decrete sentencia de muerte a su circo pese a cumplir con la legalidad y someterse a todo tipo de controles para garantizar el bienestar de sus animales

De izquierda a derecha, Manolo Quirós; la pequeña Lía; Estefanía Quirós; Luis Quirós; el pequeño Luisito, y Felón al-Baghdadi en el circo Quiróss JOSÉ RAMÓN LADRA

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Cuatro generaciones de una misma familia circense conviven y suman sus fuerzas día a día para llevar el Circo Quirós a aquellas ciudades y pueblos de España que se lo permiten. Desde que Cataluña abrió el camino para prohibir los circos con animales salvajes en 2015 cada vez tienen menos territorio donde poder desplegar su carpa. La iniciativa autonómica catalana se trasladó a otras cinco regiones y, a día de hoy, casi medio millar de ciudades españolas vetan los circos con animales en su totalidad o con especies salvajes. Madrid es la última en sumarse a esta tendencia protectora. Madrid es la joya de la corona del Quirós, el lugar donde más público recibe, el municipio donde permanecen durante tres meses frente a la locura itinerante de montar y desmontar toda la parafernalia en menos de una semana en otras comarcas.

El Gobierno de Manuela Carmena aprobó el pasado 24 de enero la modificación de la ordenanza Reguladora de la Tenencia y Protección de los Animales para no permitir estos espectáculos con animales salvajes en el municipio. El objetivo del Ejecutivo municipal es que el texto obtenga la luz verde definitiva, con al menos el apoyo del PSOE –de quien surgió la propuesta–, en el pleno del próximo mes de marzo. Hasta entonces, la familia Quirós y el colectivo se movilizará para que la Corporación se lo repiense o, al menos, le dé el periodo de adaptación que le prometió a principios de 2016. Son 80 personas las que dependen de este circo tradicional; 30 llevan el apellido Quirós. Están preocupados y, sobre todo, dolidos. « Carmena nos engañó . Nos reunió en 2016 y nos ofreció sus magdalenas y una fase de adaptación antes de aprobar la ordenanza. No lo ha cumplido», comenta Nacho Pedrera, su portavoz.

Lía, de 15 meses, es de las más pequeñas de la saga familiar. Sus primeros pasos los ha dado entre camellos, leones, caballos, loros, trapecistas, payasos y domadores, al igual que su padre, Luis; su abuelo, Manolo, y su bisabuelo, Vicente, el mayor de todos. A Vicente, de 102 años, no le han querido contar nada sobre la normativa que planea sobre la capital, una decisión gubernamental que sentencia a muerte el circo que heredó de sus padres. Este hombre pasa sus últimos días de vida sobre el lecho de una de las 60 caravanas distribuidas por el terreno municipal cedido al Quirós – por 41.000 euros–, junto al centro comercial Islazul, en Carabanchel.

Difícil adaptación

Es mediodía y Lía observa a su hermano Luisito, de 5 años, cómo juega entre carreras a dar de comer zanahorias a Saba, la gibada que imita los movimientos del pequeño, sin salirse de su espacio acotado por cuerdas, para hacerse con el premio. Al niño lo han sacado para atender a ABC en un momento del recreo de la escuela que tienen en el propio circo, donde aprenden siete menores de entre 5 y 13 años. Su madre, la trapecista Felón El-Baghdadi, una italiana también del mundo del circo, revela que su hijo ya hace sus pinitos como payaso cuando se encienden las luces para el público. «Le encanta», dice al paso. Luisito acompaña a su tía Estefanía y a su primo, de 21 años, en el número. Su padre, Luis Quirós, de 38 años, es el jefe de pista, aunque a él siempre le hubiera gustado ser domador de leones , como su progenitor, Manolo, quien colgó el látigo hace diez años tras cerca de 40 lidiando con ocho leones.

«Yo no quería que mi hijo se dedicara a estos animales. Dan muchas preocupaciones », relata mientras muestra en un minitelevisor una de sus actuaciones de 1988. Su brazo izquierdo ya soportaba entonces las cicatrices que le dejó uno de sus félidos. Estaba en plena actuación, con sus críos mirando, cuando una leona se abalanzó sobre él. Sus colmillos iban directos a las costillas, pero él se revolvió y el ataque lo paró su extremidad. Pese al suceso continuó con estos mamíferos hasta 2008.

« Jamás he visto maltratar a un animal . Para enseñar a los leones hace falta tiempo, tranquilidad y mucha carne. Cuando salimos con el látigo en la función a ellos no se les da, es para hacer ruido, forma parte del espectáculo», comenta Manolo. Rememora los tiempos en los que en su circo había cocodrilos, cebras, tigres, focas,... Asume que aquellos años ya no volverán, pero no entiende por qué en el futuro no podrán trabajar con animales: «Si están bien cuidados, si pasamos controles rutinarios que lo acreditan».

Los Quirós quieren batallar para que el circo tradicional se perpetúe en Madrid. Por ellos y por su gente, aquella que depende totalmente de las fieras. ¿Están listos para reinventarse? «Nosotros estamos preparados para todo, pero veremos cómo podemos amoldarnos, si es que nos dan tiempo. Somos conscientes de que el reclamo de la gente que viene al circo tradicional son los animales. Si no hay, no vendrán. El problema es que aquí hay personas, como David, que vive sólo de los leones. Son suyos. ¿Qué hace con ellos si los prohíben?; o los veterinarios; o los que nos proveen de alimento para ellos. No sabemos si el Ayuntamiento ha considerado todo esto», lanza ese hombre. Su negocio está en juego, el pan de su familia, la única forma con la que han aprendido a subsistir generación tras generación.

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