Tribunales

De Sito Miñanco a Prado Bugallo: el relato del narco que se hizo rico «vendiendo ropa»

El capo gallego vuelve al banquillo, acusado del blanqueo de diez millones de euros

Sito Miñanco (1955) durante el juicio en la Audiencia de Pontevedra EFE

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Un José Prado Bugallo greñudo, ataviado con ropa deportiva y muy locuaz en sus explicaciones se sienta estos días en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Pontevedra para responder por el blanqueo de diez millones de euros . Pero la imagen que el cambadés ha decidido proyectar delante del tribunal y ante la nube de medios que cada mañana lo esperan a su llegada a los juzgados dista mucho de la que forjó el mito del mayor narcotraficante de la historia de España. En este intento por alejarse del Sito Miñanco que se codeaba con los reyes de la droga colombianos, Bugallo juega a reescribir su pasado para perfilarse como un emprendedor que se lucró con una tabacalera legal en Bélgica y con la «importación y exportación de ropas y géneros» . Nada que ver con el cartel de Medellín, ni con los macroalijos que tiñeron de blanco las rías gallegas. Al menos, hasta los años 90.

Para justificar que en el período que se investiga él «no tocó nada que no fuese tabaco», el capo no ha tenido reparos en confesar detalles de su vida íntima . Como que se alejó de su mujer —también acusada en el mismo proceso de blanquear dinero a través de la inmobiliaria San Saturnino— porque «ella guardó un luto exagerado tras la muerte de su hermano». Y como ejemplo de este distanciamiento familiar con el que Miñanco trata de convencer al tribunal de que él desconocía los tejemanejes de esta empresa que también salpican a una de sus hijas y a su excuñada, Bugallo llegó a mostrar un artículo de la revista Interviú del año 83 que narraba cómo era su nuevo hogar belga. Porque, por aquel entonces, su nombre ya empezaba a sonar.

Una realidad paralela

Asesorado por el abogado Gonzalo Boye (también letrado del expresidente catalán Carles Puigdemont) , Bugallo sostiene que mientras la inmobiliaria que se investiga engordaba su patrimonio de manera inexplicable, él tributaba por un negocio legal en Amberes. También defiende que ese era su lugar de residencia y que solo se trasladaba a Galicia para visitar a su padre enfermo. Una realidad alternativa a la que las crónicas de la época y las propias investigaciones policiales dibujan. Sobre este desfase entre la historia conocida y la que él trata de reinventar, Sito señala a los medios por «no contrastar las informaciones» que publicaron sobre él.

«Es muy duro exponer la vida de una familia aquí porque estos —en referencia a los periodista que siguen el juicio— luego van a contar lo que quieren», prosiguió en su declaración el narco, que punto y seguido aclaró que «nunca tuve un vis a vis íntimo con mi mujer en ninguna prisión». El relato que el rey de la coca gallego se afana en construir para zafarse de los seis años de prisión que el fiscal solicita contrasta con la vida de excesos y sobreexposición que marcaron su ascenso hasta la cima del narcotráfico a nivel internacional. Porque el Bugallo que ahora se deja ver en el banquillo ya no viste traje ni lleva Rolex, aunque el tiempo nunca se ha detenido para él.

La historia que Sito no reconoce cuenta de él que incluso desde prisión siguió planeando entradas de droga en Galicia y que aprovechó los veinte años que estuvo entre rejas para tejer una red de colaboradores a través de la que recuperar su imperio. Y a punto estuvo de lograrlo, porque en febrero de este año fue detenido en Algeciras acusado de mover hasta quince toneladas de droga al año gracias a una compleja infraestructura que distribuía a Italia, Albania y Holanda. Ese es el proceso que espera a Miñanco a la vuelta de la esquina y que podría dar de nuevo con sus huesos en la cárcel, aunque en ese caso todo apunta a que la condena a la que se expondrá no se limitará a seis años.

El mito de la fariña

Por el momento, el puente festivo obliga a un descanso en la causa por blanqueo que se sigue en la Audiencia de Pontevedra, y que mantendrá a Sito en tierras gallegas hasta que el juicio finalice. Un momento, el de su regreso, que algunas de las personas que estuvieron a su cargo hace décadas aprovecharon para reencontrarse con el carismático jefe , asistiendo como público a las sesiones en las que Sito participa. Porque el mito de la «fariña» sigue vivo y esta semana muchos han podido escuchar su voz por primera vez.

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