Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Partidos y sucursales

Ni socialistas ni rupturistas gallegos han sabido definir su identidad y hacer valer su peso ante sus compañeros de otras comunidades

Uno de los principales problemas de la izquierda gallega es la falta de autonomía con respecto a sus matrices nacionales . En el PSdeG las decisiones las marca ahora Pedro Sánchez, en las Mareas nadie duda de que es Pablo Iglesias el que pincha y corta. Aquí se limitan a aplaudir y justificar las decisiones que vienen de arriba.

Es lógico que dentro de un partido las directrices lleguen de la central, pero ni socialistas ni rupturistas gallegos han sabido definir un mínimo de su identidad y hacer valer su peso ante sus compañeros de otras comunidades. No es nada nuevo, además. Cuando dimitió Pérez Touriño no lo hizo por decisión de las bases ni por la presión de los barones comarcales, sino por decisión de Ferraz. En la sede de la rúa do Pino obedecen sin rechistar lo que mandan desde Madrid y como mucho se pelean por salir en la foto con el líder de turno. Hasta el Bloque —que carece de esa dependencia orgánica— justifica las ocurrencias que llegan desde el nacionalismo de otras comunidades.

Olvidan todos, por ejemplo, que la política agraria o industrial que interesa a Andalucía o a Cataluña no siempre beneficia a Galicia, y que hacerlo saber a sus jefes no es nacionalismo, sino defender lo propio.

Es curioso ese comportamiento servil de la izquierda gallega si tenemos en cuenta que los dos socialistas que históricamente han tenido más éxito electoral han sido Francisco Vázquez y Abel Caballero, los únicos que sin hacer ningún feo al partido sí han sabido marcar líneas rojas y tener personalidad propia. También que una gran parte del éxito electoral del centro-derecha en Galicia viene del peso que los populares gallegos han tenido siempre en el PP. Las decisiones las toma Génova, pero al PPdeG se le oye e influye .

El ser una sucursal de Madrid tiene como ventaja que se sube cuando el aire sopla a favor, pero también el inconveniente de que si cambia la situación y siempre acaba cambiando todo se derrumba porque no hay cimientos. Parece mentira, pero no lo dan aprendido.

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