Convento de las Mercedarias Descalzas en Santiago
Convento de las Mercedarias Descalzas en Santiago - M. M

Las Mercedarias, de la clausura al silencio

Intramuros, las hermanas optan por no hacer comentarios. A pie de calle, los vecinos se muestran incrédulos

Santiago Actualizado: Guardar
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Ajenos a la noticia, feligreses y vecinos del convento de las Mercedarias Descalzas acudían ayer al templo compostelano en busca de huevos o de su ración diaria de comida. Los primeros los venden las monjas como sustento de su austera economía; la comida se la ofrecen las religiosas a «gente buena que no tiene para alimentar a sus hijos». Todos los intercambios se realizan a través de un torno ciego situado en la entrada del templo, inaccesible ayer porque las monjas decidieron cerrar la puerta a media mañana ante el revuelo levantado por la investigación policial. Consultadas sobre la denuncia por la supuesta retención de tres monjas procedentes de la India que llevaban más de una década en las Mercedarias, una de las hermanas solo acertó a decir que no iban a hacer comentarios.

Fuera de los muros de este convento, en el que residen una decena de monjas de clausura, los vecinos se mostraban incrédulos ante la investigación ordenada por una juez de Santiago y desencadenada tras la denuncia de una antigua hermana que se fue a trabajar a Madrid como asistenta y desveló a través de una web de la Policía Nacional que en el convento había monjas retenidas contra su voluntad. Detrás de eso llegó la visita a comisaría, que acabó con la comitiva judicial en la puerta del templo. «Son buenas y eso no tiene sentido, cómo van a tener secuestrado aquí a nadie», coincidían quienes cada día pasan por delante del convento de clausura. Los que mantienen contacto con las religiosas explican que, normalmente, siempre los atiende la misma monja, «una especie de encargada que nos da los bocadillos y las botellas de aceite», aclaran, «y que siempre se preocupa por nosotros y por los niños». Los vecinos más próximos, aquellos que están puerta con puerta, tampoco salen de su asombro. Tanto que muchos de ellos son reticentes a hablar y ninguno reconoce haber visto a la Policía el pasado sábado a las puertas del convento, ni la salida de tres de las hermanas, acompañadas de los agentes. Intramuros, en la más absoluta clausura, siete monjas dedicadas a la costura esperan ahora la respuesta de la Fiscalía, que decidirá si hay caso, o no.

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