Feijóo, tras obtener su tercera mayoría absoluta el 25-S, junto a Miguel Tellado y a Pedro Puy
Feijóo, tras obtener su tercera mayoría absoluta el 25-S, junto a Miguel Tellado y a Pedro Puy - MIGUEL MUÑIZ
BALANCE POLÍTICA

Con Feijóo sí hay mayorías absolutas

La gran cita política gallega del año fueron las elecciones autonómicas de septiembre, sobre las que se cernía la negra sombra del fin de las mayorías incontestables. Galicia fue una excepción y entregó al PP de Feijóo un caudal de confianza suficiente para continuar por tercer mandato consecutivo. Este ha sido el año de la irrupción de En Marea y la aparición en escena de Luis Villares, protagonistas ambos de orillar al PSdeG. Los socialistas están a punto de cumplir un año sin un líder, tras la dimisión de Besteiro. Y el BNG, que en febrero tocaba a funeral, ha logrado salvar los muebles

Santiago Actualizado: Guardar
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Cuando se descorchó el año que ahora termina, no se sabía ni la fecha de las elecciones autonómicas ni quiénes serían los rostros de los carteles electorales. Esa era la expectación que despertaba una cita con las urnas sobre la que se cernía el interrogante añadido de si el PP de Feijóo sería capaz de sobrevivir a la ola de desencanto que parecía arrastrar a la derecha. Ahí estaban los resultados de las generales de diciembre, que auguraban el peor escenario posible para los conservadores, temerosos incluso de que su incuestionado líder cumpliera su palabra de no aspirar a un tercer mandato. Doce meses después, la amenaza de galerna se ha convertido en una confortable encalmada política, que nadie pronosticaba en enero.

Por eso cuando Feijóo anunciaba en mayo que sí concurriría por tercera vez a las autonómicas, su partido resoplaba y empezaba a creer en el milagro de una nueva mayoría absoluta, idea que vieron más cerca tras la subida experimentada en la repetición de las generales de junio. Lo que un año antes parecía una entelequia —el varapalo en las municipales encendió todas las alarmas en el PPdeG—, ahora parecía a su alcance. La fecha fue el 25 de septiembre, coincidiendo con los comicios vascos, y al frente de su maquinaria, Feijóo relevó a Alfonso Rueda por Miguel Tellado, el nuevo «número dos» del partido. Rueda se hizo cargo de su feudo pontevedrés, tras la marcha de Rafael Louzán.

A la campaña concurrieron cuatro rostros nuevos, los del socialista Xoaquín Fernández Leiceaga, la nacionalista Ana Pontón, el populista Luís Villares y la «ciudadana» Cristina Losada. Junto a Feijóo protagonizaron el primer debate a cinco de los medios públicos gallegos durante la campaña, que se demostró farragoso en su formato y poco clarificador de cara al votante.

La campaña tenía una derivada en clave nacional: Rajoy necesitaba un triunfo incontestable con el que doblegar la resistencia del PSOE a dejarle gobernar. Por ello, tanto el presidente en funciones como Pedro Sánchez se volcaron en Galicia durante esos quince días, al contrario que los rostros de Podemos, relegados a roles muy secundarios. Otro ayuno de un resultado esperanzador era Albert Rivera, cuya expansión territorial se encontraba en punto muerto.

Las urnas hablaron y, sin que sirviera de precedente, dieron la razón a las encuestas: mayoría absoluta arrolladora para el PP y Núñez Feijóo, «sorpasso» de En Marea al PSdeG, supervivencia del BNG a pesar de los malos augurios y Ciudadanos fuera del Parlamento. La foto resultante apenas alteraba el orden de primacía en la izquierda dentro del Hórreo. Todo lo demás, tan inmutable como el gobierno de Feijóo, el mismo con el que concluyó la anterior legislatura.

La juez De Lara, cuestionada

Si el año empezó con la juez más famosa de Galicia descabezando al líder del PSdeG, Gómez Besteiro, lo acaba con su credibilidad resentida. Hasta ocho piezas instruidas por ella han sido archivadas por otros juzgados con un común denominador: la ausencia de indicios. Con sus macrocausas judiciales pendientes de concretarse —«Carioca», «Pokemon», «Pikachu», «Cóndor», «Pulpo», etc.—, su último movimiento ha sido enviar un suplicatorio al TSXG para investigar al presidente y al vicepresidente de la Xunta por unos presuntos regalos realizados por el dueño de Monbús. Lo que hace tres años habría sido un escándalo político, hoy no pasa de extravagante anécdota atribuida a una juez de rigor muy debilitado.

En los tribunales también está el presidente de la Diputación de Orense, acusado por una mujer de ofrecerle un trabajo a cambio de sexo, antes incluso de acceder a este cargo. La oposición se apresuró a acusar a Baltar de acoso, pero la juez instructora limita la investigación contra denunciante y denunciada a un posible cohecho, en contra del criterio del fiscal, que pide archivar la causa.

Los enfermos de la hepatitis C también judicializaron su caso, consiguiendo que se investigue por prevaricación y homicidio imprudente a dos altos cargos del Sergas, bajo la acusación de retrasar la autorización de suministrar fármacos de nueva generación contra esta enfermedad por criterios presupuestarios. La plataforma, muy próxima a En Marea —tanto que su portavoz fue en sus listas de las pasadas autonómicas—, atribuye a los recortes las muertes de ocho pacientes. Fue uno de los temas de la campaña.

Hace apenas unas semanas supimos que en la «operación Orquesta» no desafinaron alcaldes, concejales o funcionarios de la Costa da Morte, sino el instructor Lago Louro. La mitad de los procesados vieron archivada su causa, entre ellos los vinculados a Fisterra. El caso, troceado por concellos a petición de la Audiencia de La Coruña, queda apenas reducido a Cee y Corcubión, con el alcalde ceense Ramón Vigo como principal acusado.

Área de Vigo, al fin

Por último, 2016 es el año del nacimiento del Área Metropolitana de Vigo, una ley retocada a petición de su alcalde para concederle a la ciudad estatus de capital de provincia. El PP accedió a cambio de que Vigo entrase dentro del transporte metropolitano. La Ley y el Área se aprobaron, pero está por ver que los autobuses vigueses entren en el acuerdo. Va para largo.

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