Julio García Merino, junto a varias partituras de su archivo
Julio García Merino, junto a varias partituras de su archivo - Fotos. F. HERAS
Cultura

La Oscyl trabaja en la catalogación de su archivo con la idea de una futura digitalización

Más de 900 obras componen la «biblioteca» de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, algunas heredadas de la antigua «Ciudad de Valladolid»

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Preservar para el futuro el ingente legado impreso de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y, de paso, hacerlo accesible a musicólogos e investigadores. Éste sería el objetivo de la digitalización de la ingente biblioteca de la Oscyl, sueño que persigue desde hace tiempo su archivero musical, Julio García Merino, cuya vinculación con la formación se remonta a hace 24 años, cuando habían pasado sólo doce meses desde la constitución de la formación.

Por el momento trabaja, en la medida que su tiempo lo permite dada la «frenética actividad» de la orquesta,, en la catalogación de su archivo, una amplia biblioteca orquestal formada por más de 900 obras, «cientos y cientos de partituras», la mayor parte adquiridas cuando se constituyó la Oscyl, aunque algunas también proceden del archivo de la antigua Orquesta «Ciudad de Valladolid».

Al igual que la Oscyl, su legado impreso estuvo deambulando de sótano en sótano hasta que la orquesta por fin se instaló en 2007 en su sede definitiva, el Centro Cultural Miguel Delibes. Fue entonces cuando Julio García consideró más necesario catalogar las obras. El primer paso fue conseguir un formato de caja especial para albergar los documentos. Debía estar realizada con un material que no tuviese elementos químicos que atacasen al papel. Adquirido el «contenedor», el archivero de la Orquesta Sinfónica se encuentra ahora en plena catalogación. En una base de datos vinculada al archivo deja anotada también una ficha básica con el compositor, el título, el número de caja en la que se ubica la partitura, la editorial, la orquestación, la edición y un apartado de incidencias –«donde anoto si se ha perdido parte u otras indicaciones»-.

«Es una labor necesaria. No sólo porque hay que ir con los tiempos, sino por una cuestión de preservar todo lo que tiene la Oscyl y ponerlo a disposición de la gente interesada»

Una vez concluida esta labor, que el archivero prevé que sea, si cuenta con una persona de apoyo, a lo largo del próximo año, su deseo es que el siguiente paso sea la digitalización de estos fondos. «Es una labor necesaria. No sólo porque hay que ir con los tiempos, sino por una cuestión de preservar todo lo que tiene la Oscyl y ponerlo a disposición de la gente interesada», justifica el archivero, quien añade que además de las obras que se han ido adquiriendo este legado cuenta con un rico patrimonio musical sinfónico perteneciente a compositores castellano y leoneses.

Más del 90%, material nuevo

Recuerda Julio García que cuando se creó la Oscyl se destinó una partida importante a la adquisición de una gran cantidad de obras del repertorio básico, un fondo que se ha ido ampliando con los años, así que «más del 90 por ciento del material es nuevo». No obstante, atesora también algunas partituras más antiguas, ya que la formación sinfónica heredó el archivo de la Orquesta Ciudad de Valladolid. «La mayoría de este material estaba en muy mal estado y hubo que tirar mucho, pero en el archivo se conservaban algunas partituras de una antigua orquesta que hubo en los años 50 dirigida por Mariano de Heras que aún guardamos». Una de estas partituras es la correspondiente a la ópera «El Pastor», de Félix Antonio, hoy uno de los documentos con más historia que conserva la Oscyl.

¿Y la adquisición más reciente? «la última edición de la Sinfonía número 5 de Beethoven», responde el archivero, quien explica que “los directores son bastante exigentes con las ediciones, sobre todo con el repertorio clasicista y perteneciente al primer romanticismo ”, lo que le ha obligado a renovar varias partituras. Es el caso, por ejemplo, de Beethoven, del que se han adquirido las ediciones realizadas tras a la revisión que hizo el musicólogo británico Jonathan del Mar.

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Junto a Beethoven, Brahms, Bach, Schumann, Schubert y Tchaikovsky son los compositores de los que la Oscyl tiene más fondos. Para hacerse con una obra inexistente en el archivo es tan común el alquiler como la compra. De hecho, existe el repertorio sujeto a derechos de alquiler que la orquesta debe «arrendar» a las correspondientes editoriales. También, aunque no es la práctica más corriente, de vez en cuando se recurre a otra orquesta para la solicitud de partituras, fundamentalmente con las obras de dominio público.

Ritmo frenético

Julio García admite que la incorporación de las nuevas tecnologías ha facilitado «mucho» su trabajo. También es verdad que el ritmo de antes no era tan «frenético» como el actual. «Se daba un concierto cada 15 días y había más tiempo para preparar las obras». Dice que «el trabajo más ingrato» del archivero –por ser el más oscuro y desconocido-, que es el de «adecentar» las partituras que llegan de alquiler borrando o incorporando indicaciones. Sólo basta con echar un vistazo a las mesas de su despacho en el Centro Cultural Delibes para darse cuenta de esta intensa actividad. Y es que este trabajo, destaca el archivero, «es muy importante para evitar que haya problemas en los ensayos que puedan repercutir en la calidad del concierto». En este sentido insiste que aunque «mucha gente»piensa que su trabajo consiste sólo en sacar la partitura de una carpeta y colocarla en el atril», va más allá: «Somos asesores musicales y como tal debemos tener un conocimiento profundo de la historia de la música, compositores, repertorios, ediciones… Yo he programado muchas obras o sugerido otras tantas que al final se han programado», concluye el archivero de la Oscyl, que se confiesa devotote Wagner, Korngold, Bruckner y Monsieur de Sainte-Colombe, entre otros.

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