«Se ha abrasado todo y donde las llamas han parado es porque no queda nada»

Sigue sin control el incendio que ha arrasado ya en la provincia de Ávila más de 12.000 hectáreas

Vecinos de Villarejo apagan un foco del incendio EFE / Vídeo: ATLAS

M. Serrador / J. Ayuso

Nadie duda ya de que el incendio que desde el sábado arrasa la provincia de Ávila ha alcanzado unas dimensiones sin precedentes en una provincia que, desgraciadamente, siente cada verano el daño irreparable de las llamas. Las más de 12.000 hectáreas carbonizadas, según fuentes oficiales -que los profesionales forestales elevan a 20.000 -, un perímetro que alcanza los 100 kilómetros y casi mil de personas evacuadas de ocho núcleos de población son el reflejo de un incendio contra el que siguen luchando los servicios de extinción de las distintas administraciones, incluidos los efectivos (303) de la Unidad Militar de Emergencias. Durante la jornada del lunes , y después de una noche en la que se calmó el viento y las temperaturas no fueron tan altas, se consiguió parar el frente principal en la carretera N-403 pero, según el consejero de Fomento y Medio Ambiente de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones , seguían sin control una lengua en el flanco norte y dos en el sur (las más agresivas), donde trabajan especialmente los medios aéreos.

Era en esta zona, alrededor de los términos de San Juan del Molinillo, Navarredondilla, Navandrinal y Villarejo, en el Valle del Alberche, donde a última hora de la tarde de ayer sus vecinos se temían lo peor al ver el avance de las llamas y se afanaban en hacer cortafuegos . Y es que este frente había atravesado la sierra de la Paramera y avanzaba de nuevo hacia donde, precisamente, se originó el incendio: Navalacruz . Algunos de los municipios de la zona se encontraban en la tarde de ayer sin suministro de luz y sin comunicaciones telefónicas.

Soledad Jiménez, vecina de Navandrinal , explicó a ABC cómo «se está abrasando todo », y mostró su temor a que las llamas, muy cercanas, puedan entrar en los pueblos. De momento, el daño en el ecosistema es ya irreparable y advirtió de que si el fuego llega al pinar de Navalacruz, «estamos perdidos». Soledad se quejó de que los servicios de extinción no llegasen antes a ese lugar, concentrados como estaban en la sierra, «que se ha abrasado y donde las llamas han parado es porque ya no queda nada por quemar».

De la Paramera , precisamente, es Marcial Sánchez , que regresó ayer, muy de mañana, a Riofrío , un pequeño municipio de unos 250 habitantes situado a 18 kilómetros de Ávila. No habían pasado ni 24 horas desde que la Guardia Civil fuera casa por casa pidiendo a sus inquilinos que abandonasen el pueblo. Las llamas estaban acercándose peligrosamente al casco urbano . Marcial tenía el coche ya preparado para la evacuación, consciente desde hacía horas de que el fuego estaba sitiando el pueblo, así que se trasladó a casa de uno de sus hijos, en Ávila.

A su vuelta, -oficialmente no autorizada- la imagen no podía ser más dantesca. «Es desolador, está todo arrasado, da penita verlo» , lamentaba este septuagenario que pudo llegar a Riofrío por una de las dos carreteras ya abiertas al tráfico para comprobar cómo a solo 200 metros de la iglesia aún podía ver el humo e, incluso, los rescoldos del fuego. Aseguraba, mientras los hidroaviones rompían el cielo una y otra vez rumbo a los flancos activos, que «en la vida se ha visto nada igual». «Es muy triste, con los sacrificios que hemos hecho y llega algo así y te lo arruina», lamentó. Y es que la ceniza y el negro se imponían en la sierra de la Paramera, un paraíso natural hasta que las llamas arrasaron con toda la vegetación que encontraron a su paso. El fuego no afectó a las viviendas de Riofrío, pero sí a las fincas en las que muchos de sus vecinos tenían sus pequeñas huertas y que han quedado «arrasadas». «El valor sentimental también es muy importante», aseguró Marcial, después de haber comprobado cómo desde lo alto del municipio «esto es un infierno».

En el cercano Sotalvo también vivieron horas de mucho nerviosismo . El fuego entró en el pueblo y quemó algunas naves y huertos, como el de Raimundo . Este hombre de 82 años vivía gracias a lo que cosechaba de su terreno pero las llamas calcinaron todo lo que tenía plantado. Otros vecinos del pueblo, como Germán, también vieron arder algunas de sus propiedades.

Sin efectivos suficientes

«Los alrededores del pueblo se han quedado arrasaditos … bueno, da pena verlo», señaló Trinidad , que vio como el fuego se paró a cinco metros de su casa familiar. «Es como si cruzásemos la calle y ya estuviese ahí», señaló. En su desbandada, según relató, buscaron cobijo en una propiedad de sus cuñados de la que fueron desalojados por la Guardia Civil, y menos mal, ya que esta fue pasto de las llamas. S u éxodo acabó en Ávila , aunque tanto ella como su familia volvieron ayer por la mañana para ver los destrozos.

En Solosancho la noche fue complicada, aseguraron los vecinos, aunque «los jóvenes y voluntarios del pueblo siguieron trabajando apagando los pequeños focos que prenden». Para Inma la jornada fue trágica: «Nosotros tenemos una finca de 10.000 metros cuadrados y ardió. Por la noche volvió a prender y por más que llamábamos para que mandaran a alguien nos lo negaron . No había efectivos para controlar todos los focos activos». «Ha sido horrible, al final nosotros conseguimos apagar el fuego de las alpacas y salvar las casas», lamentó.

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