Perla, una joyera víctima de un secuestro exprés: «Si te equivocas, tu hija será la primera en morir»

Dueña de un negocio de «compro oro» en Valdepeñas, relata a ABC su angustiosa experiencia después de la detención de sus cuatro captores

El negocio de Perla en Valdepeñas ABC

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Perla (es su nombre verdadero) tiene doble nacionalidad, paraguaya y española. En su historia se pueden ver reflejados muchos joyeros que sufren el acoso de los delincuentes . Como los cuatro que raptaron a esta mujer, que cuenta su angustiosa y peligrosa experiencia a ABC. «Ya están en prisión», afirma.

El 5 de enero, la Policía Nacional informó del arresto, por un robo con violencia y detención ilegal, de los hombres que presuntamente capturaron a Perla muy cerca de su establecimiento de «compro oro» en Valdepeñas (Ciudad Real). Se esclarecía así su secuestro exprés de dos horas y media , que sucedió el pasado verano en esta localidad manchega de 30.000 habitantes.

El lunes 3 de agosto, a las 9:50, ella aparca su coche automático, un Ford Kuga de color gris, y se coloca la mascarilla para protegerse de la covid-19. Al abrir la puerta, cuatro hombres irrumpen al mismo tiempo. «Lo habían preparado desde hacía muchos días y me tenían bien estudiada», dice convencida Perla.

A ella la introducen a la fuerza en los asientos traseros entre dos hombres armados con enormes cuchillos de cocina. «¡Atrás, calladita!» , le espetan antes de atarla las manos con una brida mientras le ponen una de las armas en el cuello.

Arrancan y le dicen que su marido y su hija, menor de edad, también están secuestrados. «Así que nos vas a dar la contraseña de la tienda y, como te equivoques, vamos a empezar a matar a tu hija, luego a tu marido y tú serás la última». Perla se lo cree porque su familia ha salido también de casa. Pero la amenaza es un farol.

«Llevaos todo, pero no nos hagáis nada»

Los raptores, de varias nacionalidades, llevan auriculares en los oídos y simulan que están hablando con los supuestos secuestradores del marido y de la hija de Perla. Se dirigen en el coche a la tienda de empeños, a sólo dos calles (200 metros). Aparcan al lado y las amenazas se suceden. La mujer facilita la información que le han exigido para abrir el negocio. Teme por su familia. «Si te equivocas, tu hija será la primera en morir» , le repiten.

Un delincuente baja del coche, que tiene los cristales polarizados, mientras Perla suplica: «Llevaos todo, pero no nos hagáis nada».

A la mujer le llama la atención la habilidad del individuo que abre la puerta del local: lo hace con la primera llave que coge del manojo. Ya dentro, reúne una buena suma de dinero y joyas, pero llega una clienta habitual a la puerta del negocio. Ella toca el timbre. Nadie responde. Insiste. Llama por teléfono a la empresaria y salta el «bluetooth» de su teléfono móvil.

—Perla, estoy llamando y no abres —le cuenta mientras los secuestradores escuchan.

—No voy a abrir en toda la mañana; hay un cerrajero —. La víctima repite las palabras que le han dicho sus captores, que la amenazan con cortarle el cuello.

«La chica, por suerte, no se va. Le da mala espina, sigue mirando y tocando el timbre», agradece la víctima, a la que vuelve a telefonear. Perla advierte a los delincuentes que se trata de una clienta habitual, que no se está creyendo lo que le dice y que acabará llamando a la policía .

—Perla, a mi no me cuadra. Algo va mal, ¿verdad? —le pregunta adivinando la respuesta.

—No, todo está bien. Vuelve por la tarde y te atenderé con mucho gusto —responde la empresaria.

Un hombre, también cliente, está charlando con la mujer a las puertas del local y parece que ella llama a la Policía Nacional. El sujeto que hay dentro del negocio sale a la carrera con un botín metido en una bolsa de basura que ha encontrado en el local. «¡Cómo Julián Muñoz, el exalcalde de Marbella!», bromea Perla contando la historia a ABC.

No ven a la mujer

Los secuestradores huyen con su prisionera a toda pastilla y casi atropellan a un cartero. Pero ninguno de los clientes ha visto a Perla dentro del coche porque sus cristales tintados lo impiden.

Instantes después, alguien telefonea a la rehén, que no descuelga. Perla cree que es la Policía Nacional porque llaman de un número desconocido. Y sus raptores la obligan a apagar el teléfono, un «iPhone», porque quieren evitar a toda costa que puedan seguir su rastro. Ellos van nerviosos mientras la mujer consigue templar el estado de ánimo. Sus estudios como mediadora familiar le vienen de perlas, mientras que a su marido ya lo han llamado para contarle que a su mujer le ha sucedido algo grave.

Los cuatro individuos no se aclaran . No saben si ir hacia Manzanares o tirar para Madrid, Alicante o Ciudad Real. Y en la A-4 están a punto de volcar. Pasan por Consolación, una pedanía de Valdepeñas, y atraviesan Manzanares. «Si te mueves un poco, te cortamos el cuello», la amenazan otra vez entre una batería de insultos. «Me dicen de todo».

Ella les pide que la liberen. «Ya tenéis lo que queréis» . Pero no responden. Se dirigen por la A-43 hacia Ciudad Real y, al fin, abandonan a su rehén en Carrión de Calatrava, a 60 kilómetros de Valdepeñas. Le quitan su teléfono y un reloj valioso. De nada le sirve a Perla rogar que le den su móvil porque guarda fotografías de su hermana Sonia, fallecida unos años atrás. «El teléfono estará dentro del coche cuando lo dejemos», responden.

La ponen en libertad en un polígono industrial cerca de las doce y media de la mañana. Caminando, llega a un taller y rompe a llorar. «Durante todo el rapto no había soltado una lágrima -recuerda-. Como soy mediadora familiar, me vino bien. Estuve mediando porque ellos estaban nerviosos, mientras que yo iba totalmente relajada para no poner mi vida en peligro».

Por la tarde, presenta la denuncia en la comisaría de la Policía Nacional en Valdepeñas. «Recalque que el grupo de Policía Judicial son muy profesionales», agradece a sus agentes.

Aguantar la presión

De las joyas, no sabe nada. Perla cree que las vendieron inmediatamente «porque esa gente son mafias», asegura. Sólo recuperó el coche , a las dos semanas, gracias a que los ladrones lo dejaron aparcado en zona azul, en la calle Calatrava de Ciudad Real. Pero no estaba el teléfono móvil y los vigilantes de la ORA formularon unas treinta multas porque el coche estuvo sin tique varios días, aunque ya está todo aclarado.

Desde casa, Perla afirma que los secuestradores dieron con una víctima «preparada para aguantar la presión». Inscrita en el Ministerio de Justicia como mediadora, su formación está apuntalada con un máster universitario en prevención criminológica y victimológica, además de haber hecho prácticas en un centro de menores.

Ahora sigue con su rutina diaria, entre su negocio y su actividad altruista como mediadora familiar. Con una incertidumbre: «No sé si recuperaré el dinero con la responsabilidad civil de mis captores, aunque lo dudo».

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