Victoria Kent: la lucha por una sociedad sin cadenas

Primera abogada de Madrid, diputada y directora general de Prisiones

Kent fue una de las tres primeras mujeres diputadas en las Cortes ABC

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Si hoy podemos hablar de igualdad y de la conquista de derechos es en buena parte por la batalla que hace más de un siglo emprendieron mujeres como Victoria Kent , madre del feminismo realista, silencioso, discreto, alejado de estridencias y escaparates. En unos tiempos difíciles, en los que ni siquiera se daba a la mujer la opción de esforzarse el doble para conseguir lo mismo, en los primeros años de una década en la que sólo 500 españolas cursaban estudios superiores, Victoria Kent se hacía un hueco en un colectivo reservado hasta ese momento casi en exclusiva para hombres: la Abogacía. Fue la primera letrada que abrió despacho profesional en Madrid y que participó en un juicio ante el Palacio de Justicia, hoy el Tribunal Supremo, el mismo que ha tenido que esperar 205 años para tener una magistrada en cada una de sus cinco salas. Pero fue su intervención en el Consejo Supremo de Guerra lo que le dio un mayor prestigio por la brillante defensa que hizo de Álvaro de Albornoz , miembro del Comité Revolucionario Republicano (y luego ministro de Fomento y Justicia) y acusado del levantamiento frustrado de Jaca.

En mayo de 1925 ABC se hacía eco de la intervención de Victoria Kent ante el Palacio de Justicia, hoy Tribunal Supremo.

El mismo empeño que puso en cada uno de sus casos lo extrapoló a los presos como directora general de Prisiones, cargo que ejercería durante tres años. Su afán por dignificar y humanizar las cárceles y priorizar la reinserción por encima del castigo, le llevó a eliminar los grilletes y las cadenas en los centros penitenciarios: ordenó fundirlos y erigir una estatua en honor a Concepción Arenal , a quien admiraba profundamente. En su haber tiene también haber cerrado cárceles que compartían espacio con escuelas o cuadras, la mejora de las condiciones de vida de los reclusos, el indulto a los presos mayores de 70 años o la construcción de la cárcel de mujeres de Ventas. Su proyecto de reforma no convenció al ministro de Justicia, y acabó dimitiendo al ver que no se le dejaba avanzar: «Yo no he venido aquí para sentarme en una mesa», le espetó.

De su apasionado debate en las Cortes con Clara Campoamor sobre el voto de la mujer (1 de octubre de 1931), Kent ha sido la gran perjudicada, quizá porque no se entendió bien su compromiso feminista. A diferencia de Campoamor, que quería el reconocimiento inmediato de ese derecho para las españolas, Kent era partidaria de la conquista de los derechos sociales primero para poder votar luego con total libertad, sin condicionantes. Su máxima era que «para defender un ideal hay que convivir con él».

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