La machada

No solo estamos ante un pacto de legislatura de aplicación incierta , sino ante una batalla de plantígrados que compiten por la hegemonía de la izquierda

Pablo Iglesias rubrica en La Moncloa el acuerdo entre Podemos y el Gobierno para el proyecto de Presupuestos EP
Luis Herrero

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Si de lo que se trataba era de escenificar el poder vicario de Pablo Iglesias, voilà: el mal llamado acuerdo presupuestario que se firmó el jueves en Moncloa le confirió el rango litúrgico de socio de Gobierno. No fue la rúbrica de un pacto entre partidos. Sánchez no ofició la ceremonia como secretario general del PSOE. Del anagrama de su partido no hubo ni rastro. Con la solemnidad reservada a los acuerdos institucionales lo que se presentó en sociedad fue un pacto de legislatura suscrito entre el presidente del consejo de ministros y el mandamás de Podemos . Uno al lado del otro, cada uno con el sello y los atributos inherentes a su cargo, asumieron el compromiso de gobernar juntos, aunque no revueltos.

Antes de mezclarse en gobiernos de coalición tienen que acreditar el valor de sus aportaciones societarias al proyecto común. De eso va el pacto, me temo. A Sánchez le asustó la amenaza del sorpasso y trata de conjurarla para siempre, ahora que su exaltación al pináculo del poder le ha colocado en cabeza de las encuestas, mandando el mensaje de que todas las propuestas podemitas caben en su chistera. ¿Para qué votar a Iglesias si él tiene su mismo programa y además controla los resortes del poder que tanto ayudan a ponerlo en práctica? Desde ese punto de vista, lo que Sánchez hizo con su socio, el jueves pasado, se parece mucho al abrazo del oso.

Pero Iglesias no es tonto. Presumido, sí. Ingenuo, muy poco. Se le infla el ego como el buche de un gallo cuando presume de su influencia para fijar el rumbo de la acción de gobierno, pero no pierde de vista que esa capacidad depende en gran medida del peso específico que le confieran las urnas. Si se convierte en el hermano pobre del bloque de la izquierda , adiós a su sueño. Por eso tiene que venderse a sí mismo como el hombre que arrebató al PSOE de los brazos de Ciudadanos para llevarlo al regazo de la izquierda. ¿Para qué votar a Sánchez si él es el único que garantiza la sujeción del Gobierno a una política de verdadero contenido social?

Y no solo social. También auténticamente republicana. Si cotejamos la lista de reivindicaciones que el jefe podemita exigió la semana pasada para apoyar los presupuestos con el texto del documento que se firmó el jueves comprobaremos que la única exigencia que se ha quedado fuera ha sido la de «no blanquear la corrupción de la monarquía» . La exclusión de ese punto estaría muy bien si significara que Iglesias renuncia a seguir utilizándolo como munición en la batalla política, pero salta a la vista que no es así. El mismo jueves por la tarde, en el Parlament de Cataluña , la marca podemita impulsó la aprobación de una iniciativa que solicitaba, entre otras cosas, la abolición de la monarquía.

No es verdad -pareció decirle Pablo Iglesias a su electorado mediante este gesto consentido- que todas las propuestas de Podemos quepan en la chistera del PSOE. Votar a Sánchez es votar a un Gobierno que solo se escora a la izquierda cuando yo le obligo y que además se niega a dar la batalla radical que exige la España moderna que solo nosotros defendemos. No conviene confundir el original con la copia. Desde este punto de vista, lo que Iglesias hizo con su socio, el jueves pasado, también se parece mucho al abrazo del oso. Así que no solo estamos ante un pacto de legislatura de aplicación incierta -es papel mojado sin al apoyo de los independentistas-, sino ante una batalla de plantígrados que compiten por la hegemonía de la izquierda.

En esa competición, yo apuesto por Iglesias . Al bascular a la izquierda para cortar la hemorragia de votos que se estaban yendo a Podemos, el PSOE renuncia a crecer por el centro. No solo se presenta ante el electorado como coautor de unos presupuestos letales para la clase media , sino también como socio preferente de quien quiere dinamitar la forma de Estado. Pincho de tortilla y caña a que los votantes moderados no premiarán esa apuesta. Las machadas, con cuentagotas.

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