Inés Arrimadas asume «errores graves» en una carta a sus afiliados y deja en sus manos su liderazgo

La líder de Ciudadanos admite que su dirección hasta ahora no ha sabido cómo «remontar», pero rechaza la «vía fácil» de aceptar «ofertas políticas pasadas y presentes» o «la propia vuelta al sector privado»

La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, este miércoles en la sesión de control al Gobierno Efe

Juan Casillas Bayo

Inés Arrimadas , obcecada en una remontada aparentemente imposible, ha enviado este miércoles una carta a sus afiliados en la que reconoce «errores graves» de ella y de su dirección y asume que hasta el momento no han sabido dar con la tecla para revertir la crisis que vive el partido desde su desplome en las urnas en noviembre del 2019. Dos días después de anunciar la apertura de un proceso de refundación en Ciudadanos (Cs), la líder de los liberales implica a sus militantes en un «cambio radical» que requerirá, escribe, «refrendar las líneas programáticas y políticas prioritarias, la marca, los equipos y el liderazgo».

En la misiva, a la que ha tenido acceso ABC, la presidenta de Cs se remonta al 10-N para constatar que la formación ha ido perdiendo fuerza «de forma paulatina» desde entonces y subraya que se han cometido «errores graves», «pasados y presentes», por los que el partido paga «un precio muy alto». Arrimadas menciona también la dificultad que tiene un espacio liberal y moderado en «un panorama político polarizado» , pero a continuación señala que no quiere utilizar nada de esto «como excusa».

Sin paliativos, reconoce en primera persona «errores propios» y asevera que la situación es «tan grave» que requiere «un cambio radical». Como desveló el lunes en la radio, Arrimadas traslada a sus militantes la decisión de acelerar el plan que habían diseñado para reflotar el proyecto liberal en España de cara a las elecciones municipales del 2023. Antes de esa fecha, la diputada catalana quiere tener ya cerrado el proceso de refundación , en el que los afiliados tendrán la última palabra en absolutamente todo. Decidirán sobre las líneas programáticas, sobre las políticas que debe priorizar Cs en el próximo ciclo electoral, sobre la marca en sí -el debate sobre si cambiar el nombre está sobre la mesa- y sobre el liderazgo del partido.

Estos días, con la vista puesta en el lunes, día de maratón en la sede nacional de Cs, en la madrileña calle de Alcalá, con Comité Ejecutivo por la mañana y Consejo General por la tarde, las opiniones sobre qué hacer en el partido divergen muchísimo. Hay fuentes que consideran que hay que terminar con todo, cambiar el nombre del partido e ir a una especie de congreso fundacional en el que se elija también nuevo líder, mientras otras discrepan y no creen que el problema esté en la marca sino en la necesidad de consolidar un proyecto propio y diferenciado de los ya existentes en España.

Diferenciarse del PP

Entre las reflexiones abunda la idea de que se ha perdido la representación en Andalucía tras tres años y medios de buen trabajo de Juan Marín y del resto de consejeros de Cs porque, entre otras cosas, la formación no se ha diferenciado del PP al pactar con él todos los gobiernos autonómicos. Pero en privado, aunque con mucha menor intensidad que tras el fiasco de la fallida moción de censura en la Región de Murcia, la figura de Arrimadas también está en entredicho.

De ahí que ella, en la carta a la militancia, no solo ponga el liderazgo en manos de los afiliados -el suyo y el de su ejecutiva-, sino que reivindique su decisión como la forma de evitar la «vía fácil» . Un camino que, para ella, pasaría por aceptar « ofertas políticas pasadas y presentes que prometen comodidad y tranquilidad» -en clara alusión a los intentos del PP de absorber a Cs- o por «la propia vuelta al sector privado y la familia». En la entrevista que concedió el lunes por la noche a Onda Cero, Arrimadas recordó que tiene un bebé de apenas tres meses y que tan solo se cogió seis semanas de baja para volver cuanto antes al trabajo en Cs. «La solución en la que creo pasa por fijar el rumbo del timón manteniéndolo, por fuerte que sea la tempestad, hasta llegar a buen puerto», escribe.

La idea de Arrimadas, por tanto, no pasa por dimitir y dejar a su sucesor la tarea de achicar el agua que inunda el barco naranja, sino por aguantar en su puesto al menos hasta haber escuchado todas las opiniones en su partido y haber dado a la militancia la oportunidad de expresar su deseo de qué hacer para sortear esta crisis persistente. «Mi cargo, y el de toda mi ejecutiva, siguen a disposición del partido, como os dije que estaría desde el primer día. Nos disteis un apoyo abrumador hace dos años -Arrimadas ganó a Francisco Igea en las primarias con un 76 por ciento de los votos- y tendréis la oportunidad de manifestaros sobre la dirección y el liderazgo, una vez más, en este proceso», promete.

Aunque estatutariamente lo más indicado parece la convocatoria de una asamblea general extraordinaria en la que se elijan nueva dirección, nuevos estatutos y nuevo ideario, en la ejecutiva no descartan otros mecanismos, sin mayor concreción, para este proceso aún incierto. Pero Arrimadas, en su misiva, asegura que será «abierto, ambicioso y participativo».

Un retroceso crónico

Arrimadas fue nombrada oficialmente presidenta de Cs el 8 de marzo del 2020, justo el último domingo 'en libertad' antes de que se aplicase el estado de alarma por la pandemia del Covid-19 y se impusiese el confinamiento domiciliario, pero desde que asumió las riendas del partido, los resultados electorales no han hecho sino empeorar, arrastrando sin remedio la tendencia inaugurada el 10-N, cuando Cs perdió 47 escaños en el Congreso tras negarse a buscar un acuerdo con el PSOE pese a sumar juntos mayoría absoluta.

Desde entonces, se ha enfrentado a varios episodios de contestación interna. El primero por respaldar las prórrogas del estado de alarma que pedía el Gobierno en la Cámara Baja, el segundo por el desplome en Cataluña , donde Cs perdió treinta escaños tras su histórica victoria en 2017, y el tercero tras perder el Gobierno de la Comunidad de Madrid como réplica al terremoto en la Región de Murcia, donde cuatro tránsfugas de Cs echaron por tierra la moción de censura contra su propio Ejecutivo con el PP.

Tras el batacazo catalán, hubo una movilización interna sin precedentes para exigir a Arrimadas la cabeza de sus entonces hombres fuertes, Carlos Cuadrado y José María Espejo-Saavedra , pero ella los mantuvo en el cargo. Después del episodio murciano, al que siguió el fichaje de Fran Hervías por el PP y el inicio de la famosa 'opa hostil' , fue la cabeza de Arrimadas la que se reclamó, aunque consiguió abortar la revuelta apartando a Cuadrado y a Espejo-Saavedra y ampliando su Comité Permanente con galones a Edmundo Bal y a Daniel Pérez Calvo . Ahora, pese a descartarse la refundación en la convención nacional del pasado verano, Arrimadas busca un giro de guion brusco con rapidez para seguir a los mandos. Será la afiliación, esta vez, quien dicte sentencia.

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