La connivencia de un cura vasco con ETA obliga a la Iglesia a disculparse y llega a la Audiencia Nacional

El sacerdote disculpa que «no hubo otra forma que hacer» frente a la «opresión», aunque ya se ha arrepentido

Imagen de «Bajo el silencio», de Iñaki Arteta, donde aparece el testimonio del sacerdote

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La defensa de ETA y de su trayectoria de sangre realizada por el sacerdote vasco Mikel Azpeitia, recogida en un documental del director vasco Iñaki Arteta ya estrenado en Valladolid, obligó ayer a la Iglesia a pedir perdón a la vez que la asociación «Dignidad y Justicia» trasladaba el testimonio a la Audiencia Nacional en forma de una querella que señala al sacerdote por posible enaltecimiento terrorista y humillación a las víctimas.

«Lo que en principio era terrorismo... Pero era una respuesta a lo que se estaba sufriendo, aquella situación la aplaudía toda la gente, que se pudiera matar a un guardia civil porque comulgabas con ello ...(...) Una cosa es decir que estuvo mal y otra admitir que no hubo otra forma de hacer». Son algunas de las afirmaciones contenidas en una intervención de ocho minutos por las que el propio religioso, –nacido en el País Vasco y que nunca había protagonizado ningún episodio de este tipo–, también se disculpó por la tarde en una carta remitida al obispo de Bilbao, Mario Iceta. En ella expresaba su «arrepentimiento» por sus «desafortunadas» frases y ha pedido «sinceramente perdón a las víctimas», al tiempo que se ha comprometido «a trabajar por la paz y la reconciliación»

La reacción se producía sólo después de que el Consejo Episcopal de la Diócesis de Bilbao tildara de «inaceptables» las palabras del cura, de quien advertían que deberá «hacer frente a su responsabilidad y a las consecuencias que de ella se derivan», aunque tras las disculpas informó de que realizará «las consultas oportunas» antes de tomar una decisión» sobre el futuro del sacerdote. Recordaba además el Consejo ayer que las diócesis del País Vasco han «condenado sin matices toda forma de terrorismo y violencia», que retratan como «un mal y una injusticia que nunca puede ser justificada».

Pero la visión de Azpeitia es otra. En la película «Bajo el silencio», en la parroquia de Lemona (Vizcaya), a escasos metros de donde en 1981 dos guardias civiles fueron liquidados por una bomba, se expresa con total convicción a favor de ETA ante la cámara. «Terrorismo... a mí me revienta esa palabra, porque sí , sin más... Terrorismo... El que un pueblo oprimido al que quieren conquistar responda con violencia, no sé hasta qué punto es terrorismo. Eso es una guerra entre bandos, entre una nación con otra nación (...) que existía y existe», afirma. Pero hay más. En un formato de conversación de pie, con las manos en los bolsillos mientras contesta a un joven periodista, el religioso no acierta a despejar si un atentado es malo o bueno. «No sabes a qué atenerte. Por una parte te alegras de que... su merecido se lleva, y por otra, pues no está bien», comenta con despreocupación.

También se pronuncia sobre los homenajes a los presos de ETA –«No se puede hacer otra cosa», dice– , sobre las pintadas que les reivindican –«Son pocas. Debería haber más», añade – y preguntado por los que no se arrepienten, reclama sin dudar: «Respeto».

El nombre del sacerdote no aparece en la cinta. Tampoco el del resto de participantes: ex miembros de ETA que han estado en la cárcel, que han pertenecido a comandos, militantes de HB, hijos de asesinos... Es la fórmula elegida por el director para simbolizar –como explica él mismo a este diario–que «no son los únicos que piensan así» , sino que más allá de personas físicas, son «perfiles, prototipos de sectores de la población no pequeños».

A la orden del día

El retablo de testimonios en favor de la banda terrorista que encadena este documental es durísimo. «Bajo el silencio», que el martes llega a los cines comerciales, es producto del «asombro» de Iñaki Arteta: el asombro de ver «cómo la gente que ha practicado el terrorismo se fue insertando, y hasta la fecha sigue siendo así, en una sociedad que les acoge de una manera cordial o por lo menos indiferente».

El autor habla de «una sociedad traumatizada, que siempre ha tenido el rostro sonriente y una apariencia amable y acogedora, aunque el corazón helado, que ha estado dejando pasar cosas terribles» y que una vez que ETA ha renunciado a las armas se pregunta «qué hicimos con el terrorismo y qué estamos haciendo con los terroristas ... pues acogerlos, mirar para otro lado, contemporizar con esa gente que está entre nosotros. ¿Eso significa que han hecho algo para estar entre osotros en condiciones?... Pues no»

«Se trata de entender qué ocurrió, porque aquí ellos no han pedido «déjenme entrar en la sociedad, queremos convivir con ustedes«, ellos quieren mantener su discurso político, exáctamente el mismo que ha mantenido ETA para asesinar y que los demás digamos sí inmediatamente», avisa.

En el proyecto de «Bajo el silencio», el hallazgo del sacerdote es una casualidad. «Es un encuentro azaroso, como otros, fuimos a hacer una entrevista al párroco de una iglesia donde se activó un explosivo hace años y nos encontramos con esa persona... surgió una entrevista muy reveladora», explica Arteta. «Es más abertzale que cura», zanja Arteta en una entrevista con ABC subraya que su relato, «no es único, se escucha mucho aquí», en referencia al mapa vasco. «Estaría bien que la televisión vasca se viera fuera de Euskadi, porque es una reflexión que está a la orden del día».

De admitirse la denuncia presentada por «Dignidad y Justicia», deberá ser la Audiencia Nacional quien valore si el párroco ha incurrido en un delito. «Ya está bien de fariseísmo y sepulcros blanqueados. Esta ha sido y parece seguir siendo la Iglesia Vasca: la que justificaba las matanzas de ETA y consideraba a Cuerpos como el de la Guardia Civil como simples ratas que había que exterminar», escribía ayer para este diario el presidente del colectivo, Daniel Portero, cuyo padre y 855 personas más fueron asesinadas por la banda terrorista.

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