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El entorno de Mas admite que la independencia es imposible

Algunos miembros de su círculo buscan formas más fructíferas de relación con el Estado

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Diferentes consejeros y personas del círculo de confianza del presidente de la Generalitat, Artur Mas, admiten en privado que la independencia es imposible y que engaña a la gente al decirle que con una victoria de las fuerzas políticas secesionistas caerá como fruta madura la separación de España, y Europa no va a tener más remedio que aceptarlo.

El consejero que mejor relación tiene con su ministra, Santi Vila, es quien más ha explicitado su escepticismo con el llamado «proceso». No sólo a Ana Pastor: también a empresarios, tanto catalanes como del resto de España, a quienes ha confesado su ambición de sustituir a Mas y de hallar nuevas y fructíferas formas de relación entre Cataluña y el Estado, poniendo de ejemplo los frutos que su sintonía con Pastor ha dado y reconociendo que la inversión del Gobierno en infraestructuras catalanas ha sido considerable, especialmente si se tiene en cuenta que el presidente Mas sólo hace que hablar de marcharse de España.

Otros consejeros son más prudentes, pero están igual de convencidos de la imposibilidad de separarse de España. Los más optimistas creen que la presión soberanista ayudará a una negociación con el Estado para ganar competencias y una financiación mejor, en la línea del concierto vasco, en la confianza de que el PP perderá la mayoría absoluta y un gobierno de izquierdas, multipartidista y caótico, preso de sus promesas y políticamente débil, no tendrá más remedio que ceder.

Sin fuerzas

Los más realistas saben que el PP volverá a ganar las elecciones, que lo más probable es que encuentre la manera de conservar el poder y que Rajoy jamás entrará a discutir con ellos la idea de España, ni puede ofrecer un concierto como el vasco a Cataluña. Saben también que si el Estado se repliega e interpreta de un modo patrimonial sus competencias, Cataluña no tendrá ni fuerza ni poder para defenderse.

Y más con las encuestas que maneja el Gobierno catalán, en las que Esquerra y Convergència, muy lejos de obtener juntas lo que tienen por separado (71), se quedarían con 48-55 diputados; Podemos, a través de su marca blanca, llegaría a los 20-22, lo mismo que Ciutadans. Los socialistas remontan los peores presagios (5-7) y se quedarían entre 12 y 14 diputados. La CUP alcanzaría los 12, multiplicando por cuatro los actuales. El PP asciende esforzadamente de los 6-7 que le daban las anteriores encuestas y podría llegar a esos 12 diputados que Xavier García Albiol espera convertir en 14-15. Unió no pasaría de los 5 y raspados. Son encuestas muy parecidas a las que tiene Pedro Arriola y que el director de «El Periódico», Enric Hernández, publicó el viernes en su cuenta de Twitter.

Más optimistas o más pesimistas, los consejeros de Mas en su práctica totalidad han preferido no presentarse, en previsión del mal resultado y de lo que sería peor: de una eventual aritmética que por los pelos hiciera posible continuar la aventura de desafiar al Estado, y que no tiene ningún horizonte que no sea el fracaso político y la responsabilidad penal.

Aspiraciones

Nadie quiere comparecer en público como el que se apea, como el que abandona, como el que se rinde: resulta admirable la facilidad con que en estos tiempos se le tacha a uno de traidor en Cataluña, y algunos de estos consejeros, o próximos al «president», tienen como Vila aspiraciones políticas de primera fila y no quieren quedar estigmatizados.

La vieja guardia convergente está con Mas sentimentalmente, ahora que la responsabilidad de gobernar no recae sobre ellos. Cuando mandaron huyeron del independentismo como de la peste, dedicando a Esquerra sus peores burlas y desprecios. Hoy que ya no son ellos los que pagan el pato, dan rienda suelta a sus pasiones más irrealizables «porque algún día había que intentarlo». Algún día, claro está, en que no fueran ellos los que pudieran perder la camisa en el intento. Esta vieja guardia y su retórica explica muy bien la dinámica del proceso: toda la euforia y todas las banderas mientras no cueste ningún precio.

Club de Estados

Los representantes de esta vieja guardia que tienen causas pendientes con la Justicia se han vuelto especialmente independentistas y partidarios de Mas, aunque cuando hablas con ellos con calma reconocen que sea cual sea el resultado electoral, la independencia es imposible porque ni los catalanes están dispuestos a pagar con su sacrificio el precio; ni España está dispuesta a ceder; ni los independentistas parecen comprender que Europa es un club de Estados que se ayudan.

Uno de ellos remacha: «Como siempre, quien se beneficiará del desorden será la izquierda, y con los votos de la burguesía atontada, gobernarán ellos y tardaremos años en recuperarnos de la catástrofe».

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