Vuelta a las cavernas

Volvemos al pasado. Frente al objetivo plausible de luchar contra el fraude que significa no pagar las horas extraordinarias , se van a instaurar las máquinas de fichar. Nuestra economía no parece tener mucho en común con aquella que se desarrollaba en el siglo XIX, pero se recuperan medidas que se utilizaban entonces.

El registro horario colisiona con la nueva economía, donde muchos empleados ya trabajan por objetivos, es decir, sin control de presencia ni de ausencia . Además, no atiende al creciente del teletrabajo, donde la cultura empresarial que prima es la confianza y no el control. Tampoco tiene en cuenta que a las empresas que trabajan con equipos internacionales, formados por trabajadores de diferentes países y husos horarios, siendo clave su flexibilidad. Asimismo, esta medida ataca a la distribución irregular de la jornada, herramienta fundamental para favorecer la conciliación.

También existen dudas respecto a su implantación en las microempresas donde hay un titular y uno o dos trabajadores y, muchas veces, los tres están en movimiento y ninguno empieza o acaba la jornada laboral en su sede. Y además, hay serias dudas de que sea realmente eficaz para frenar el abuso que se persigue. Pero, pese a todo, vamos a instaurar uno de los sistemas más rígidos de control horario .

En España, cualquier trabajador quiera denunciar una circunstancia de este tipo ya tiene afortunadamente a su disposición un buzón de la Inspección al que puede dirigirse de forma anónima. En aquellos sectores más industriales, donde resulta eficaz el registro de la jornada debido a que la presencia es hegemónica , ya se utiliza esta herramienta y está recogida en los convenios colectivos.

Los abusos que se producen con las horas extraordinarias son rechazables de todo punto y hay que perseguirlos sin excusas , pero tenemos que construir mecanismos que los eviten, que no supongan barreras o costes añadidos a las empresas y que se adapten al nuevo entorno.