Garbiñe Muguruza
Garbiñe Muguruza - AFP

WimbledonLa mejor Muguruza para la final

La española, con más armas en su tenis y su mentalidad, lucha hoy contra Venus Williams por el título que se le escapó hace dos años

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En un día con algo más de frío que los últimos, a Garbiñe Muguruza no le sobró la manga larga, a pesar del entrenamiento, con muchos restos y saques, que se intuía en la pista 15, una por las que ha optado preparar los partidos desde que las rondas iban alcanzando su fin. Fiel a su rutina, se enfrentó a Matt James, con la mirada atenta de Conchita Martínez, y el apoyo del resto del equipo. Mantener lo que ha funcionado de maravilla estos días, para que todo cambie en la final. Para que hoy, sea ella, Garbiñe Muguruza, quien firme su nombre en la copa de campeona, y no Venus Williams.

De cambios de la tenista española se habla en este Wimbledon, porque es su segunda final aquí y las comparaciones son inevitables.

Tampoco ella rehuye hablar de esta evolución natural porque la madurez en un deportista de élite se mide por días y torneos. Y por eso, para Muguruza, 2015 se antoja lejísimos; un Grand Slam de distancia, todo un mundo.

Aun consciente de ese proceso, Muguruza no deja de mirar hacia atrás y dar las gracias por lo aprendido. Al final, tiene 23 años y para despejarse acude a las películas de terror y a la canción «Malibú», de Miley Cyrus. Pero todo ha ido construyéndose en la buena dirección hasta llegar a este punto, donde, eso sí, es su mano quien decide el futuro. «Estoy aquí porque he trabajado mucho anteriormente. La magia no viene de golpe porque alguien está aquí y de repente eres increíble. No. Es el trabajo que he hecho aquí, y el que hice con mi anterior equipo. Y todo junto está funcionando».

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Son dos años de aprendizaje continuo, de vaivenes emocionales, de resbalones antes de lo que tocaba, de trompicones, brillantes sonrisas, lágrimas intempestivas, portadas para la historia. Evolución en todos los sentidos. Tiene más información, sobre lo que la rodea y sobre ella misma. «En 2015 me sorprendió llegar a la final porque había jugado muy pocos partidos en hierba. No me lo esperaba. Haberla jugado me ayuda a saber manejarme mejor en esta superficie. No tenía mucha experiencia y ahora sé jugar mejor».

Pero el principal cambio está en ella misma, más profesional en muchos aspectos que antes la dejaban sin defensas para afrontar las situaciones adversas. «Soy diferente a la que ganó Roland Garros, pero no demasiado. Hay más experiencia y sabes hacer las cosas de otra manera, mejor. Ayuda mucho haberlas vivido primero. Creo que mi mente está más equipada para afrontar las situaciones que te encuentras, porque son muy especiales. Siento que cada vez que llego a un torneo, tengo las armas para llegar a las rondas finales». Para ese aspecto mental tiene a Conchita Martínez, siempre pendiente de sus emociones. «Me ayuda sobre todo en cómo lidiar con un torneo como este; un Grand Slam son quince días, y es complicado». «Todo es experiencia, cuantas más finales juegues, más experiencias tendrás. También cuenta la de Roland Garros, le va a ayudar. Lo que hay que hacer en la final es jugar a tenis y no pensar si se es o no favorita. Hay que pensar en el próximo punto y nada más. Y ella lo está haciendo fantástico», admite la capitana de Copa Davis y Copa Federación desde la barrera. Y también desde la distancia del tiempo observa Arantxa Sánchez Vicario, finalista en este All England Tennis Club en 1995 y 1996 (en ambas ocasiones perdió contra Steffi Graf): «Está cada vez más madura, su juego es más completo y por supuesto que tiene muchas opciones de ganar aquí». No necesitaba cambiar mucho los detalles técnicos, pero sí los emocionales. «Los golpes siempre han estado ahí, el cambio más grande ha sido el de dejar de lado algunas cosas que no me ayudaban, las quejas y pensamientos que no me sirven. Ahora sé lo que es importante y lo que no».

Profesional

Con su presencia en un escenario tan grande como la final de un Grand Slam, Muguruza también comenzó a creerse que podía ser protagonista de grandes gestas. Comenzó por blindar su cuerpo con una carga extra de preparación física, pendiente de que su cuerpo siempre ha sido algo inestable ante las lesiones. En pleno crecimiento, en 2013, se obligó a parar y operarse del tobillo derecho. En 2016 fue un esguince en el izquierdo; en 2017, el tendón de Aquiles. Cicatrices que ha aprendido a limar en el gimnasio, con Laurent Lafitte, su preparador físico; pero también en las manos de Alicia Cebrián, y su fisioterapeuta, en las sesiones de recuperación después de los partidos. Ambos junto a ella en cada entrenamiento y en la casa en la que vive estos días en Londres, la misma desde hace tres años. La rutina de los deportistas. Que nada cambie para que todo cambie.

Esas llamadas de su cuerpo también le hicieron ver que la alimentación debía variar. «En 2015 comía como una chica normal, lo que me apetecía. No comía mal, pero ahora intento ser más profesional. Me organizo mejor y mido lo que como, lo que me viene bien para recuperar mejor. Parece una tontería, pero no es así», explica. En este Wimbledon ha hecho gala de alimentación sana, con atún, carne sin patatas fritas o quinoa en su menú. Y desde hace tiempo se le ve más delgada, más fibrosa. Factores todos que pondrá hoy en marcha en la final contra Venus Williams. Muguruza es la misma de 2015, pero en una versión mejorada. El físico, la profesionalidad, la experiencia y la mentalidad juegan a su favor.

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