US Open

El árbitro más excéntrico del tenis

Lahyani, mucho más que un juez de silla, altera al circuito al saltarse el protocolo y animar a Kyrgios en pleno partido

El árbitro Lahyani animando a Kyrgios en el descanso

Mario L. Clavero

En un deporte como el tenis, en raras ocasiones el árbitro se convierte en el protagonista. No fue el caso en el partido del US Open del pasado jueves que enfrentó a Nick Kyrgios y Pierre-Hugues Herbert . El tenista australiano acababa de perder el primer set (4-6), un resultado propiciado por su mal juego y por la desgana que mostró en numerosas ocasiones. Parecía que no quería jugar, repetida esa actitud con demasiada frecuencia. El partido llegaba al descanso entre la primera y segunda manga con un Kyrgios totalmente cabizbajo y por los suelos. Fue entonces cuando Mohamed Lahyani , juez de silla, se saltó todo tipo de protocolo, se acercó a Kyrgios y tuvo con él una charla propia de un entrenador que busca socorrer a su pupilo. « Estoy intentando ayudarte . El que está jugando no eres tú. Eres bueno para el tenis».

Como si un milagro hubiese sucedido, el rostro de Kyrgios cambió por completo. Era otro jugador, peleaba cada bola como si fuese la última y, finalmente, terminó pasando por encima a Herbert (4-6, 7-6, 6-3, 6-0). Nadie se creía lo que había pasado. El primer sorprendido fue el jugador galo, que veía cómo un pulso que parecía tener controlado se le esfumó a causa de una simple conversación. «No sé lo que ocurrió, pero vi que Kyrgios, desde ese momento, empezó a jugar al cien por cien. El juez de silla no tiene que hablar con él para nada . Él no es un entrenador».

La polémica estaba servida y todos pusieron sus miradas sobre el árbitro, Mohamed Lahyani, exculpado pese a todo por parte del US Open y por el propio Kyrgios, quien dijo que no le había ayudado en nada. Este juez nació en Tetuán, Marruecos, pero al año de vida se trasladó con su familia a Suecia, donde consiguió la nacionalidad. Desde joven su vida estaba muy ligada al deporte, ya que ha reconocido en numerosas ocasiones que quería ser profesor de educación física. Pero con 17 años descubrió que lo suyo era dirigir los encuentros, no jugarlos . A esa edad le pidieron que arbitrase el campeonato sueco de tenis y desde entonces no se ha vuelto a bajar de la silla. Su presencia como juez en su país adoptivo era más que habitual.

Su sueño llegó con 26 años, cuando debutó en los Juegos Olímpicos de Barcelona , lo que disparó su proyección internacional. En la actualidad, lleva a sus espaldas más de 5.000 partidos dirigidos. Desde 1993, ha intervenido en todas las ediciones del torneo de Wimbledon, una cita en la que puede presumir de haber arbitrado el partido más largo de la historia, el que enfrentó a John Isner y a Nicolas Mahut , que duró más de once horas. «No tuve la sensación de sentirme cansado. Estaba totalmente enganchado al partido gracias a los jugadores, que tuvieron un comportamiento impresionante», afirmó.

Más allá de su dilatada experiencia, Lahyani es de sobra conocido por excentricidades. Es común verle firmar autógrafos a los aficionados antes y después de los partidos como si de una estrella se tratase. También se han hecho famosos sus profundos gritos de « fifteeeen » (quince en inglés) cuando los jugadores alcanzan esa puntuación y que desatan las carcajadas de los aficionados. Hoy, sus extravagancias no estarán presentes en el Federer-Kyrgios de tercera ronda, pero el suizo podrá comprobar si esas palabras de Lahyani permanecen en la mente de su rival.

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