«Operación Soule»

Miguel Cardenal, el hombre que plantó cara a Villar

El expresidente del CSD presentó en 2015 la denuncia que ha concluido con la detención del presidente de la federación

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Mediados del año 2014. Fue la última visita de Villar al despacho de Miguel Cardenal. El entonces secretario de Estado para el Deporte intentaba, por las buenas, que el presidente futbolístico justificara las múltiples objeciones que la auditoría encargada por el CSD había encontrado en la contabilidad de la Federación. Pero Villar no solo no le presentó las cuentas, sino que le contestó con una proposición a futuro: «Vienes del fútbol y tienes que volver al fútbol». No le costó demasiado a Cardenal comprender lo que quería decir Villar con esa críptica frase. Otros en su misma situación o en puestos similares terminaron sentados en algún sillón en la Federación después de abandonar su cargo. A cambio de garantizarse su porvenir, el entonces secretario de Estado debía hacer la vista gorda sobre el cúmulo de irregularidades que tenía encima de su mesa.

Cardenal no tragó. Y meses después, cuando Villar volvió a negarse a presentar las cuentas, envió una durísima carta a los presidentes de las territoriales que terminó desatando la guerra total entre el Consejo y la Federación. Una guerra que, según repitió Cardenal una y otra vez, no era un asunto nada personal, sino «un tema de trabajo». De hecho, su relación con Villar había sido buena hasta entonces. Pero uno de los grandes objetivos de su mandato era el de la transparencia y la buena gobernanza en las federaciones, y había llegado la hora de que un secretario de Estado contraviniera el único consejo que Juan Antonio Samaranch le dio en ese mismo despacho a un antecesor de Cardenal: «Con el fútbol no te metas».

El precedente de Lissavetzky

El abogado bilbaíno tenía el precedente de lo que le ocurrió a Jaime Lissavetzky, quien se empeñó en hacer cumplir la ley al obligar a Villar a convocar las elecciones a la Federación en el primer semestre de 2008 en lugar de en el segundo, que era lo que más le convenía al eterno presidente del balompié nacional. Villar acudió a la FIFA, que amenazó a España con excluirla de las competiciones nacionales, y Lissavetzky tuvo que dar marcha atrás.

Exactamente eso, apelar al poder de las instituciones internacionales, fue el arma con que respondió Villar a los continuos requerimientos de Cardenal. Primero escribió una carta a la UEFA en la que solicitó que le destituyera de sus cargos en órganos disciplinarios. Y después, en mitad de la huelga de los futbolistas de 2015, consiguió que la FIFA enviara a Madrid unos inspectores que intentaran amedrentar al presidente del CSD. Pero Cardenal no solo no se arredró, sino que amenazó a la FIFA con acudir a la Unión Europea si sancionaba a España. Ganó aquel pulso y nada se volvió a saber de la FIFA.

Fue la primera de unas cuantas victorias de Cardenal sobre Villar, primero cuando los tribunales tumbaron la huelga en vísperas de las elecciones municipales. Y después, al archivarse la querella por prevaricación que presentó como respuesta a la propuesta de inhabilitación de Villar.

Sin embargo, quienes conocen a Cardenal saben que aquellos litigios minaron la moral del exsecretario de Estado: «Sobre todo, sufrió por su familia; no es plato de gusto verle en las noticias como imputado», asegura uno de sus más estrechos colaboradores de esa época, que apunta al presidente del COE, Alejandro Blanco, y al expresidente de la Federación de Tenis, José Luis Escañuela, como impulsores con Villar de aquella cena de febrero de 2015 en la que diseñaron una guerra judicial para desbancarle del Consejo Superior de Deportes. Lo terminaron consiguiendo en noviembre de 2016, justo horas después de que se archivase la última querella de Escañuela.

Pese a que Cardenal ya tenía decidida su marcha, en el Gobierno tampoco hicieron nada por que se quedase y le buscaron como relevo a José Ramón Lete, proclive a la pacificación. Ayer, ABC propuso a Cardenal realizar declaraciones, pero declinó el ofrecimiento: «No debo hablar. Parecería que me quiero vengar o que tenía un problema personal. Para mí, solo era una cuestión de trabajo». insistió una vez más el hombre que plantó cara a Villar.

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