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Operación SouleSanta Mónica, un agujero de 30 millones que lucró a la trama

La UCO investiga los contratos que firmó Padrón con la empresa quebrada en 2013

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En todas las historias de corrupción que se precien hay siempre un muerto al que poder echarle parte de las culpas y un descalabro inmobiliario en el que desaparecen mágicamente muchos millones de euros. El muerto en el caso Soule es Jesús Samper, fallecido hace dos años. El agujero relacionado con el ladrillo se había producido años antes cuando Santa Mónica Sports, la empresa presidida por Samper, emprendió un proyecto para construir un parque temático en Murcia. A partir de entonces, las cosas fueron de mal en peor para la sociedad que venía comercializando los derechos audiovisuales y los patrocinios de la selección española de fútbol. Además, Santa Mónica Sport también adquirió el Real Murcia y otros clubes de fútbol, operaciones que resultaron muy ruinosas para una empresa que terminó presentando concurso voluntario de acreedores hace dos años.

Pero en lugar de responder sus propietarios, los platos rotos de los pésimos negocios de Santa Mónica Sports los terminó pagando la Federación Española de fútbol, que no solo no cobró los 20 millones que la empresa de Samper debía hasta 2013. Además reclamó y cobró otros 10 millones de euros por la resolución del contrato que había suscrito seis años antes con la Federación.

En el centro de todas estas operaciones se encuentran tanto Ángel María Villar como su mano derecha, el vicepresidente económico y presidente de la Tinerfeña, Juan Padrón. De hecho, la Liga de Fútbol Profesional, presidida por el archienemigo de ambos, Javier Tebas, ya presentó una demanda contra Juan Padrón por administración desleal. Según fuentes de la investigación, el contrato de Santa Mónica Sports era muy ventajoso para le empresa de Samper con el objetivo de que ésta pudiera «repartir beneficios» entre toda la trama corrupta.

La forma de operar era típica de este tipo de operaciones: la empresa adjudicataria de los derechos televisivos y de los patrocinios recibía un porcentaje muy superior al de mercado, de tal manera que no le era difícil beneficiar a quienes les habían regalado unas condiciones tan rentables. Sin embargo, el gran tirón de la selección española de fútbol, que captaba numerosos patrocinadores y podía negociar buenos contratos audiovisuales, no era suficiente para sostener este sistema de presunta «compra de voluntades». Sobre todo, cuando las cosas empezaron a ir mal, muy mal, para Santa Mónica en otros negocios que había emprendido relacinoados con el mundo del balompié.

El problema con el que se están encontrando los investigadores es que la Real Federación Española de Fútbol, como ocurre con la FIFA y la UEFA, es una organización privada que contrataba con otras empresas privadas. Por lo tanto, los posibles delitos que se les podría imputar no son ni de lejos tan graves como los que se derivarían de contratos con la Administración, pues la corrupción entre particulares o la administración desleal tienen penas muchísimo más bajas.

Pese a la ruptura hace cuatro años del contrato con Santa Mónica, la huella de esta empresa llega hasta la actualidad. De hecho, los investigadores analizan el papel de Rafael Cortés Elvira, exconsejero de la empresa y exsecretario de Estado para el Deporte durante el último Gobierno socialista de Felipe González (1993-96). Cortés Elvira, íntimo amigo de Villar y cuya esposa es responsable de los servicios médicos de la Federación Española de Fútbol, venía promoviendo un proyecto de Universidad del Fútbol para el que Villar ya había previsto destinar 12 millones de euros. Una provisión de dinero que había recibido las objeciones del auditor.

Pero los contratos firmados por el vicepresidente Padrón con Santa Mónica Sports no son los únicos que está revisando, uno a uno, la UCO. Hay más, mucho más. El todopoderoso vicepresidente campó a sus anchas durante años, sin ningún tipo de control. Según la Guardia Civil, Padrón habría favorecido a determinadas empresas relacionadas con la Federación a cambio de importantes contraprestaciónes económicas. «Esta solo es la punta del iceberg», apuntan.

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